“Aquí estamos con ‘Claudito’, en la puerta de Zoe Belgrano”, dice el líder Leonardo Cositorto, el jefe de Generacion Zoe, en el video posteado en Facebook en junio de 2021. “Claudito” es Claudio Álvarez, de 38 años, oriundo de Villa María, Córdoba, coach ontológico de oficio, como Cositorto, que está parado junto a él. Evidentemente, el hombre está feliz porque tiene un auto nuevo: un BMW X6 valuado en 100.000 dólares y lo muestra en cámara como si fuera el gran logro de su vida.
“De hecho estoy viviendo uno de mis sueños. Yo a mi madre, a mis hijos les decía: ‘Voy a tener este auto’. Lo tuve de fondo de pantalla durante años. Nunca me esperé, a esta edad, estar gozando de esta gran bendición. Es gracias a Leo, a Zoe, a todo el equipo”, dice extasiado porque llegó, porque tiene lo que quería. O, tal vez, estaba feliz porque se había comprado un usado. Cero kilómetro no debía ser: la patente del BMW comienza con la letra M y data de 2013. Ya en 2019, el auto debía en Córdoba más de 9 mil pesos en infracciones, según registros oficiales. El titular asociado en los datos de la Policía Caminera no es Álvarez, sino un empresario con domicilio en Villa Carlos Paz que tiene una historia de cheques rechazados.
“Claudito” era un miembro de Zoe hecho y derecho, un leal total, el lugarteniente del líder en Villa María, donde la organización acusada de regentear un esquema Ponzi masivo tenía su segunda oficina en el país, y donde -incluso- se atrevieron a fundar un club de fútbol, Zoe Athletic. Álvarez estuvo a cargo de la presentación formal, descorchando champagne en un lunch con sandwichitos.
“Claudito” ciertamente hacía su parte: era una figura de poder en Zoe. Compartía vivos de Zoom por Youtube con el líder, realizaba presentaciones, discursos y actividades de captación. Fue parte del discurso de víctima que Zoe comenzó a desplegar en las últimas semanas, hablaba de “ataques” y de jugadas de desprestigio, la misma retórica que esgrimía Cositorto.
También llevó a toda su familia a la organización. Silvia Rosa Fermani, su mamá, ingresó a Zoe y lo hizo de lleno, sin reservas. Fue ella quien posteó el video del BMW en su cuenta, feliz de que “Claudito” cumpliera el sueño. Era coach ontológica como su hijo, veterana de varios esquemas de hacerse rico rápido para los cuales daba sus testimonios de éxito en Youtube.
Silvia se convirtió en la virtual número 2 de Villa María: organizaba actividades de captación en Córdoba, como desayunos con “mujeres líderes”, eventos Neuquén y Corrientes con cotillón de Zoe. Se sentó en primera fila para presentar el equipo de fútbol que participaba de festivales masivos, donde se entregaban autos y motos. Posaba con el actor Gabriel González, que militaba la organización y su devaluada criptomoneda Zoe Cash.
Ivana, hermana de “Claudito” e hija de Silvia, también tuvo su lugar. En el pasado había vendido suplementos nutricionales y una versión barata de Nu Skin, el cuestionado producto cosmético promocionado por famosas. Entró a Zoe junto con su marido, Silvio Schamne. Se pusieron la camiseta del grupo literalmente: chombas negras con el logo bordado en el pecho, para promocionar actividades y buscar seguidores.
Silvana Aballonio, pareja de “Claudito”, participaba de la prosperidad mesiánica de Cositorto. Se la veía en eventos. También, fundó una empresa dedicada al negocio inmobiliario en noviembre junto a Álvarez, de acuerdo al Boletín Oficial provincial.
Todos ellos, Claudio, Silvia, Silvana, Ivana, Silvio, fundaron una sociedad anónima llamada AL Coaches a mediados de 2021, cuando el juego de Zoe estaba fuerte. El nombre de AL Coaches estaba junto al de la organización de Costitorto en la marquesina de Villa María.
Sigue el video con el auto... Cositorto se ríe y palmea a Álvarez en la espalda: “¿Hace tres años qué manejabas? ¿Una fotocopiadora? Corazón millonario, ¡sacale nomás!”.
Eso: corazón millonario, ¡sacale nomás!
Hoy, “Claudito” escapa de la Policía con un pedido de captura, acusado de estafa y asociación ilícita. Toda su familia, excepto su pareja, que se entregó en la noche del viernes, continúa prófuga como él.
La oficina de Villa María está cerrada. El BMW fue incautado luego de que allanaran su casa sin encontrarlo. Se encontró una cédula azul que, irónicamente, autorizaba a su mamá a conducirlo. La Fiscalía de Instrucción del Segundo turno a cargo de Juliana Companys los busca luego de que tres inversores los denunciaran por no pagar. Se había creado un pequeño revuelo, luego de que la oficina de Villa María cerrara, con colas de presuntos acreedores. Había un celular en la puerta, escrito en una hoja, el único contacto. Era el número de Silvia.
Es irónico. A pesar de tanta lealtad, fue por culpa de los Álvarez que Zoe se derrumbó.
Los Álvarez arrastraron a Cositorto junto a ellos. También al número 2 de Zoe en general, Max Batista, socio del líder en varias firmas del entramado. Al verlos involucrados, la fiscal Companys les pidió la captura. Cositorto, según fuentes del caso, aún no tiene una circular roja de Interpol para ser arrestado apenas pise un aeropuerto. Esa circular queda por tramitarse.
El coach ontológico y ex vendedor de chucherías estaría en el Caribe. El abogado Miguel Ángel Pierri anunció que será su defensor. Sin embargo, asegura que no defiende a los Álvarez, que Cositorto no pidió por ellos en sus contactos con el ex defensor del padre Grassi y de Jorge Mangeri.
“Claudito”, al parecer, no era tan amigo.
La familia se fue para no volver a ser vista, pero dejaron atrás los videos que ilustran esta nota, que empleaban para convencer nuevos seguidores. Son un ejemplo muy claro del mesianismo cínico que caracterizó a Zoe. Llamarlo esquema Ponzi es quedarse corto: fue una mezcla de iglesia evangélica con criptomonedas y metaverso que atacó de forma doble, como ningún presunto esquema Ponzi hizo en la Argentina. Apeló al deseo de hacer plata sin trabajar y a las ganas de pertenecer porque, en la pirámide, nadie está solo, hasta que todo se derrumba.
Hay una escena particularmente bizarra, donde los Álvarez y su séquito le cantan a Zoe como si fuera un sentimiento, como si fuera un club del Ascenso o una banda de rock. La soledad que transmite esa imagen es profunda.
Mientras tanto, la oficina de Zoe en Buenos Aires permanece cerrada desde el viernes. Sus empleados la vaciaron, la caja de seguridad quedó desierta. Los ahorristas, tras una jornada de tumultos el 18 de febrero pasado, van a ver por la rendija a ver qué pasa. Nadie da la cara.
Pero en territorio argentino, sin embargo, queda un hombre que puede dar explicaciones.
El contador Norman Ariel Próspero fue la sorpresa en el caso. La división Antimafia de la Policía Federal lo detuvo el viernes en su casa porteña de la calle White. Es, según fuentes del expediente, un contador de Zoe vinculado directamente a la trama de Villa María, intermediario entre Claudio Álvarez y la casa matriz. Si actuaba solo para Villa María o si manejaba toda la operación es algo que queda por ser visto. Estaa mañana, la fiscal Companys preparaba sus indagatorias con el análisis de documentación incautada en las redadas cordobesas.
Lo que pueda decir Norman Ariel, o lo que pueda callar, serán de particular importancia.
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