El sábado pasado, el carrito pochoclero de la plaza de calle 21 en General Pico, La Pampa, volvió a funcionar a pleno luego de varios meses sin actividad. El hombre que lo atendía estaba igual de complacido que los chicos que saboreaban su producto en la tarde soleada. Era Ramón Dupuy, abuelo de Lucio, el chico de cinco años presuntamente asesinado por su madre y la novia de ella en noviembre del año pasado. Su felicidad por volver a trabajar luego de dos meses de duelo se mezcló, por momentos, con melancolía y tristeza: “Ir a la plaza me hace acordar a cuando mi nietito nos acompañaba y jugaba con un cuatriciclo que le alquilábamos. Pega muy fuerte”, relata Ramón a Infobae.
Hoy, Ramón tiene una misión: es quien impulsa el pedido de Justicia por su nieto.
Encabeza y gestiona las marchas que se hacen todos los 26 en distintos puntos del país. Planea otra que ocurrirá el mes próximo en Buenos Aires, donde se pedirá por la aprobación de la “Ley Lucio”. “Queremos que se realicen capacitaciones para que todos los profesionales que están en contacto con los nenes puedan sonar las alarmas a tiempo y no vuelva a pasar lo que sufrió mi nieto”, explica entusiasmado.
Además, en la movilización, se reclamará para que las dos acusadas del crimen, Magdalena Espósito, la mamá de Lucio, y Abigail Páez, su pareja, dejen de compartir una celda en el penal de la capital de San Luis donde están encerradas.
El crimen de Lucio ocurrió en la madrugada del viernes 26 de noviembre del año pasado. Esa noche, el chico, fue llevado al Hospital Evita de la capital pampeana por su madre y la novia, con múltiples lesiones. Casi no tenía signos vitales cuando llegó. Había recibido una golpiza bestial que su cuerpito no resistió. Ante los médicos, las mujeres fabularon que habían sido víctimas de un robo y que los atacantes habían agredido al chico. Era todo mentira. Lucio no pudo ser reanimado y su muerte se confirmó en pocos minutos.
Ante la notable cantidad de hematomas, cortes y heridas de diversa data que presentaba el cuerpo, desde el hospital decidieron llamar a la Policía provincial. Tanto la madre como su novia quedaron detenidas.
Luego del asesinato, se supo que Lucio vivía con su madre y la novia de ella por orden judicial. En rigor, era así por un acuerdo entre Magdalena Espósito y la familia del padre que luego fue homologado por una jueza. Nunca se hizo ningún tipo de estudio socio ambiental para saber si el menor vivía en condiciones adecuadas.
Para las familias de las víctimas de este tipo de crímenes, no hay descanso en los meses y años posteriores a lo sucedido. Por lo general, no se permiten duelos largos porque el pedido de justicia los moviliza. Tanto Ramón como Cristian, el padre de Lucio, no confían plenamente en la justicia. Sienten que ya fueron decepcionados una vez: “A mí ya me fallaron cuando le dieron a mi nietito a la madre. Espero que esta vez no vuelvan a hacerme lo mismo y que esta vez sea realmente ejemplar”, afirma el abuelo.
La familia Dupuy tiene, además, varios planteos en lo hecho hasta el momento por fiscales y jueces luego del homicidio de Lucio. El principal reclamo tiene que ver con las condiciones de detención de las dos acusadas. Tanto Magdalena Espósito como Abigail Páez, conviven juntas en un pabellón especial del Complejo Penitenciario 1 de San Luis. Sólo están en contacto con otras tres presas que cometieron delitos igual de aberrantes contras sus bebés.
“No deberían vivir en la misma celda, ni tener contacto entre ellas. Ya hicimos las quejas correspondientes. La verdad que, en lo particular, me molesta mucho que estén juntas. Pero cuando lo solicitamos nos dicen que no tienen más lugar para alojarlas”, se queja Ramón.
El pabellón en el que pasan sus días las dos mujeres es un poco más amplio que el resto porque, en un primero momento, fue destinado a madres que estaban detenidas y debían cuidar a sus hijos. Cómo ya no hay reclusas con esas características, los destinaron para ellas. Sin embargo, desde la penitenciaria aclaran: “No cuentan con ningún beneficio extra”.
Hay una pregunta que al abuelo de Lucio no le gusta responder. Se la hicieron decenas de veces y siempre contesta lo mismo:
“Cuando me dicen si no noté nada extraño o no me di cuenta de lo que estaba pasando, yo les pido que usen el sentido común. Si yo hubiera notado algo ¿Nos les parece que hubiese actuado de alguna manera?. Cada vez que nos dejaban ver a Lucio le preguntaba como estaba y me decía ´estoy bien abuelo´. El día que apareció golpeado me dijo ´no pasó nada, me caí de la bici´. ¿Cómo iba a saber yo lo que estaba pasando?”, asegura.
Los 26 de cada mes son especiales para Ramón y toda su familia. No sólo porque se cumple un nuevo mes sin Lucio, sino porque esos días se genera una catarata de mensajes de apoyo de todo el país y se realizan marchas en varios puntos: “Es increíble lo que se genera porque no sólo la gente se manifiesta acá en La Pampa, sino en toda la Argentina”.
El aniversario de marzo será distintos porque los Dupuy viajarán a Buenos Aires para realizar, el viernes 25 una movilización para pedir por la llamada “ley Lucio”. Se trata de una iniciativa similar a la “ley Micaela”, promulgada en 2018, que tiene por objetivo brindar capacitaciones a distintas personas que participan de la formación de un menor, para que tengan las herramientas suficientes para detectar cualquier tipo de alarma en caso de que un menor sufra violencia.
Cuando termine esa marcha por el centro porteño, el calendario marcará que se cumplen 4 meses sin Lucio. Ramón Dupuy no tiene una respuesta ante la pregunta de cómo pasa sus días sin su nieto. Simplemente dice: “Desde ese momento, la vida no se transita más, se sobrelleva”.
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