La venta de cocaína es el vector de todo lo miserable del hampa argentina. No hay nada más vil que ser un transa.
Quizá, cambió la forma de ser transa.
En un lapso de cinco días, el narcotráfico mafioso de Rosario y el narcotráfico lumpen de las villas bonaerenses, los frentes más violentos y reconocibles del negocio nacional de la droga, rompieron su piso histórico de desprecio por la vida humana. El primero, con la masacre de una familia entera, padre, madre e hija de un año. El segundo, vendiéndole literalmente veneno a sus clientes para que se lo metan por la nariz, una jugada que convirtió el acto de ir a pegar falopa a la villa que atraviesa a todas las clases sociales de la provincia en una alerta epidemiológica con 20 muertos y 49 internados.
¿Algo cambió? No. Las cosas en el hampa solo siguieron su curso. Siempre fue muy tentador hablar de una colombianización del delito en el país, de una mexicanización, al ver que las cosas se volvían cada vez un poco más extremas, pero la lógica detrás de todo esto es netamente argentina: estos mundos horribles del crimen siempre se atrevieron un poco más solo porque se lo permitieron, o porque no se los combatió con suficiente sentido común. La fantasía estatal de llamar búnker del narcotráfico a un rancho precario ocupado por dealers y luego demolerlo con una topadora nunca fue útil, porque los traficantes se irán al rancho de al lado, tomarán la casa de un vecino por la fuerza, construirán otro, o se irán al barrio siguiente. A ese rancho hay que llenarlo con algo.
El fallecido fiscal Jorge Di Lello tuvo la idea pionera de llenar esos bunkers en la Villa 31 con trabajo social y con ideas para que no los ocupen de nuevo, para darle algo al barrio también. Funcionó, en parte. La Villa 31 vio caer a sus capos más temidos como César Morán de la Cruz o “Ruti” Mariños, su poder fue esmerilado gracias a causas y detenciones y allanamientos. El asentamiento de Retiro tuvo un descenso en su tasa de crímenes narco, aunque la violencia jamás se pudo erradicar del todo, porque lo que vale es el territorio, y a veces, el territorio puede ser incontrolable. Hay otros ejemplos más dramáticos de esta lógica de llegar y colonizar, como el de “Dumbo” Maylli Moreno, criado en el mundo dealer del Bajo Flores, en la banda de “Marcos” Estrada González, el histórico señor de la zona. “Dumbo” se adueñó de un barrio entero con sus pistolas y sus transas menores de edad. La Justicia lo busca hace más de seis meses. Sigue prófugo hasta hoy.
“Dumbo” ganó, básicamente, porque vio un territorio sin amo, sin control, y lo tomó como lo toman los narcos: con pistola, con terror y con producto en polvo. “Si saben que estás, los adictos”, dice un histórico del negocio, “vienen solos”.
El triple crimen de Rosario fue el desastre después del crescendo. Maximiliano Pullaro, ex ministro de Seguridad de la provincia, solía decir durante su gestión que Los Monos eran un fenómeno acabado, pero “Guille” Cantero, uno de sus jefes, condenado a 22 años de prisión por amenazar a jueces entre tantas otras condenas por las que suma más de un siglo de prisión, fue investigado por regentear la organización directamente desde un teléfono de línea en su celda de Marcos Paz. Su sobrino, Uriel Luciano, un adolescente de 18 años armado con un fusil FAL, fue arrestado por ser el jefe de una banda de extorsionadores. Lorena Verdún, madre de Luciano, condenada y procesada por narco y por lavandera, cayó con el chico y tuvo el descaro de amenazar al fiscal Matías Edery en una audiencia imputativa.
El triple crimen que le costó la vida al presunto traficante Iván Giménez, a su mujer Érica y a su hija Elena, ocurrió en una boda bizarra, literalmente la boda narco del año en Santa Fe. Brisa Leguizamón y “Pinky” Rocha eran, según la acusación en su contra, dos transas de nivel medio de la banda de Olga “La Tata” Medina, una jefa de tantas en Rosario, duquesa de la zona norte de la periferia de la ciudad, que habría pactado acuerdos con Los Monos. Allegados al clan Cantero estuvieron entre los invitados. Brisa y “Pinky” cobraban planes sociales hace unos años, ella nunca tuvo empleo en blanco y él, en los papeles, trabaja para una fábrica de engranajes, pero alquilaron un megasalón de eventos y contrataron a un cantante famoso, con un Porsche estacionado en la iglesia. Brisa, para colmo, tenía arresto domiciliario. El desprecio por la vida humana es inseparable del desprecio por la ley.
Así, aniquilaron a los Giménez. En Rosario se matan embarazadas, se matan nenes a propósito por error, se matan adolescentes, pero jamás se había a una familia entera de esta forma.
De vuelta a Puerta 8, algunos conocedores de la zona hablan de una supuesta interna killer, una guerra entre traficantes, vueltos mortales entre “El Rengo” Pacheco y “Mameluco” Villalba, grandes capos de la zona, hoy presos. También se habló de un tercer jugador, otro traficante preso llamado Max Alí Alegre, alias “Alicho”, cuyo nombre surge en la investigación por el crimen mafioso del policía Ricardo González, asesinado en Loma Hermosa en julio del año pasado.
Hoy, “El Paisa” Aquino, nacido en Paraguay, otro viejo traficante de San Martín, fue detenido por la Dirección Contra El Crimen Organizado de la Policía Bonaerense en José C. Paz, sospechado de ser el supuesto dueño de la droga de Puerta 8. Una investigación de la Bonaerense, que fue presentada por la PROCUNAR a la Justicia federal, lo vinculaba precisamente a la banda de “Alicho” como regente de varios asentamientos de la jurisdicción de San Martín. Fuentes en esta causa descreen de la teoría de la droga envenenada para arruinarle el negocio al rival. “No te vas a quedar con los clientes así. Además, es más fácil ir y cagarlos a tiros que envenenarle la bosa”, dice, en criollo, un alto detective.
“El Paisa” estaba prófugo desde 2020 por estar rebelde en otra causa, con pedido de captura. La investigación en su contra de la Bonaerense y la PROCUNAR por sus nuevas aventuras fue presentada a la Justicia federal el 9 de noviembre de 2021. Aquino fue arrestado hoy por la mañana, luego de 20 muertos en la morgue.
No hay remate.
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