“Esto no era una fiesta inocente, era la película ‘El Padrino’”, dijo el secretario de Seguridad de Santa Fe, Jorge Bertoluzzi, sobre la celebración de casamiento de Esteban Enrique “Pinky” Rocha y Brisa Milagros Leguizamón Ferreyra. La cita puede sonar torpe, pero tiene cierto nivel de belleza. Golpea en el corazón de cualquier amante del cine. La lógica de esa boda fue la lógica del crimen. Las nupcias de Constanza, hija menor de don Vito Corleone, en la primera película de la saga fueron una declaración de principios y un cónclave de mafia.
De regreso a la boda en Rosario, el novio, “Pinky” Rocha, en los papeles, aparece como un gasista -al menos así está registrado en los rubros de la AFIP- que cobraba el año pasado la Asignación Universal, y como empleado de una firma dedicada a producir engranajes. Brisa, la novia de 24 años, también cobraba la AUH y el plan Progresar, y nunca tuvo un empleo en blanco en su vida.
En el mundo narco de la ciudad más violenta del país, Brisa y “Pinky” nunca fueron gran cosa, transas de nivel medio. Pero su casamiento en el salón de eventos Campos de Ibarlucía el sábado pasado, ciertamente, fue una declaración de principios mafiosos, con invitados en la lista vinculados a la cúpula de Los Monos y el show del cantante Sergio Torres.
La boda también fue el evento que marcó la muerte de Iván Giménez y toda su familia, su hijita de un año acribillada junto a él, su mujer masacrada e incinerada en su auto, quizás el punto más bajo en la historia de la violencia narco de Rosario.
El fiscal del caso, Gastón Ávila, confirmó hoy en conferencia de prensa lo que fuentes judiciales y policiales adelantaban a Infobae: Giménez se dedicaba, supuestamente, a lavar dinero del negocio de la droga a través de su cadena de panaderías.
Mientras tanto, y a raíz del bestial crimen de la familia cuando se iba del casamiento, Brisa y “Pinky” también se convirtieron en personajes. Así, salieron a la luz sus vinculaciones con la organización de Olga “La Tata” Medina, una temida traficante muy poderosa en el Norte de Rosario.
Sin embargo, a “La Tata”, hoy condenada, se le atrevieron: el frente de su casa fue baleado a fines del año pasado. El ahora matrimonio había sido investigado en un expediente originado en 2016, donde la principal imputada fue Maira Bazque, hermana de Medina, como supuesta coordinadora del menudeo en el barrio La Cerámica de Rosario, por la que ambos fueron procesados el 3 de junio de 2019.
Sin embargo, ni “Pinky” ni Brisa estaban en la cárcel. Para empezar, ni siquiera podían estar en un salón de fiestas. Leguizamón había sido beneficiada recientemente en esta causa con prisión domiciliaria por tener niños pequeños a su cuidado. Esa morigeración de las condiciones de su detención la mujer la debía cumplir en un domicilio de la calle Rueda al 200 bis, en la zona Sur de Rosario, aunque en su documentación figura su domicilio en Asunción al 5.500, en la ciudad de Granadero Baigorria. El punto de la calle Rueda es, precisamente, mencionado en la causa como la parada narco que ella y “Pinky” controlaban. Rocha también había sido visto en seguimientos de la PSA en otro domicilio de la calle Ghiraldo con otro imputado.
“Pinky”, por su parte, fue excarcelado hace casi un año por la Cámara Federal de Casación Penal porteña. En ese fallo, de abril de 2021, los jueces de la Sala 4 anularon la decisión de la Cámara de Apelaciones de Rosario que había ratificado la prisión preventiva en el marco de su procesamiento y el de su pareja como responsables de la comercialización al menudeo de la droga. Antes, había sido excarcelado a fines de 2019. Así, “Pinky” espera en libertad el juicio en su contra previsto para el mes próximo.
Las pruebas ciertamente no los ayudan. Principalmente, las escuchas en su contra.
Las intervenciones datan de 2018, constan en fallos firmados por la Sala B de la Cámara Federal rosarina. Su defensa había protestado por ellas. Aseguraron que “su interpretación es variada, no sostenida en el tiempo, donde no se ha operado el cotejo de voz en su caso, no existe un terminal telefónico secuestrado con relación a la imputación y peritado, elementos que, sin otros que le den convicción suficiente para darle entidad de probabilidad”, replicó un fallo. Sin embargo, fueron consideradas de valor por la Justicia.
A continuación, sus transcripciones tal como fueron citadas por la Justicia federal:
A Brisa y “Pinky”, los jueces les dedicaron palabras duras. “No puede dejar de advertirse el gravísimo flagelo del narcotráfico que somete a nuestra sociedad y que convierte a nuestra ciudad en un lugar muy difícil para vivir, con índices de homicidios que prácticamente triplican la media nacional”, dijo la jueza Elida Vidal de la Sala B de la Cámara Federal de Rosario en febrero de 2020 para confirmar sus procesamientos y rechazar los recursos de sus defensas.
Ahora, le queda al fiscal ver cómo se conectan los puntos. Según fuentes del caso, Giménez y su pareja tenían excelente relación con Brisa y “Pinky”, narcos menores casados en una megafiesta. ¿Acaso entregaron a sus propios amigos? ¿O los sicarios los esperaron como pirañas?
En todo caso, queda la peor pregunta de todas: ¿qué capo es capaz de ordenar la ejecución de una familia entera? ¿Qué significa para Rosario? ¿Esta masacre es el mensaje final, o el heraldo de una nueva época del crimen?
SEGUIR LEYENDO: