Un adiestrador de perros de rastreo de personas fue detenido como acusado de manipular evidencia falsa en la causa relacionada a la búsqueda de Viviana Luna, quien está desaparecida desde diciembre de 2016 en la localidad de Potrerillos, en Mendoza.
Se trata de Marcos Herrero, quien fue aprehendido este viernes en Rio Negro y trasladado a la provincia cuyana por personal de la División de Homicidios de la Policía mendocina por pedido de la Justicia, y se espera que sea imputado formalmente este lunes.
A fines de septiembre pasado, en el marco de los trabajos que se continúan realizando con el objetivo de dar con el paradero de la mujer, el sospechoso participó junto a sus perros de un operativo en una casa abandonada en Potrerillos donde se hallaron huesos humanos, entre otros elementos.
La primera hipótesis fue que los restos óseos pertenecían a Luna, pero los estudios realizados con posterioridad determinaron que se trataba de otra persona e incluso revelaron que correspondían al cuerpo de un hombre.
Por otra parte, el lugar donde ocurrió el hallazgo ya había sido peritado por personal de la Policía Científica, que en ese momento no encontró nada relevante para la causa.
Ante esta situación, el Ministerio Público Fiscal de Mendoza informó que a Herrero “se lo investiga por diversos hechos relacionados con la búsqueda de la señora Luna, donde habría manipulado evidencia falsa”.
Además, el organismo detalló que, en paralelo, se llevan a cabo otras medidas en el laboratorio de huellas genéticas con otros restos óseos que fueron enviados desde Santa Cruz y que también habían sido hallados por el adiestrador canino en el marco de la búsqueda de otra persona.
De acuerdo con el diario local Los Andes, los expertos están comparando estos huesos con los que fueron encontrados en la casa abandonada de Potrerillos y, en caso de que ambas muestras sean compatibles entre sí, la situación procesal del acusado podría empeorar.
Por lo pronto, el Ministerio Público anticipó en un comunicado oficial que “no se descarta la participación de más personas, incluidos profesionales cercanos a la causa”.
Agustín Magdalena, uno de los abogados de los hijos de la mujer desaparecida, precisó que el adiestrador de perros es “un perito que contrato la familia por afuera de la Justicia” y sostuvo que “ha manipulado evidencias, claramente”.
“Si el señor Herrero ha manipulado y plantado evidencia cometió un gravísimo delito, porque si quedaba algún rastro dentro de esta propiedad que podría haber llegado a develar el paradero de la señora Luna, Marcos Herrero lo terminó de arruinar, por lo visto engañó a la familia y a todos”, agregó.
El sospechoso es un profesional de vasta trayectoria que participó de varios casos policiales y el año pasado también fue contratado por la familia de Facundo Astudillo Castro, cuyo cuerpo fue hallado en un cangrejal de la localidad bonaerense de General Cerri.
Un caso con más misterio que certezas
Viviana Luna tenía 45 años cuando fue vista por última vez, el 7 de diciembre del 2016, en la villa cordillerana de Potrerillos, donde tenía una entrevista de trabajo en un complejo de cabañas, de la que nunca volvió.
La mujer vivía en esa zona del departamento mendocino de Luján de Cuyo, ubicado a unos 75 kilómetros al oeste de la capital provincial, y la Policía tomó conocimiento de su desaparición luego de que una de sus amigas, con quien iba a reunirse luego de ese compromiso laboral, informó que nunca llegó al encuentro.
De acuerdo con lo que se sabe hasta el momento, Luna asistió a la entrevista junto a uno de sus cuatro hijos y mantuvo una charla con el propietario del complejo, a quien le explicó que necesitaba el empleo: esa fue la última vez que un miembro de su familia la vio.
Extrañamente, el 16 y 30 de agosto del año siguiente se registraron movimientos en la cuenta de Facebook de la mujer, que había permanecido paralizado desde su desaparición.
La primera actividad sospechosa en la red social fue relatada por Yanina, una de las hijas de la mujer: “Mi hermana Ayelén subió a Facebook una foto de ella. Fue a eso de las 15.30, y se desentendió del celular. A las 16.30, cuando volvió a conectarse, se encontró con que desde el Facebook de mi mamá habían puesto ‘Me encanta’ a su foto. No lo podía creer, por lo que chequeó que fuera el perfil de mi mamá e hizo una captura de pantalla rápida. Fue raro”, contó la joven al diario local Los Andes.
El segundo movimiento se dio cuando entre las noticias del muro de inicio leyeron que “Luna Viviana” había indicado que le gustaba una página de artesanías en cerámica. “Parece que fue como a las 5 de la mañana, por lo que vimos”, precisó Yanina.
Los investigadores quedaron desconcertados con estas acciones ya que, aunque los miembros de Delitos Informáticos tenían vinculada la cuenta de la mujer a sus computadoras y teléfonos para recibir la notificación, dijeron que no habían observado nada.
A pesar de los múltiples rastrillajes que se realizaron en diferentes áreas, hasta la fecha no se encontró ningún rastro de Luna: un testigo dijo haberla visto entrar a un quiosco a comprar una gaseosa y otro, que la vio caminando en medio de la noche cerca de un arroyo, pero ninguno pudo aportar algún dato precisa que pudiera dar con su paradero.
La mujer estaba separada de su marido y padre de sus cuatro hijos. El día anterior a su desaparición había retornado a Potrerillos desde la ciudad de Mendoza, donde se encontraba viviendo temporalmente con una hermana.
Según declaró la familia, estaba triste por la falta de trabajo y mantenía una relación con un hombre de Guaymallén, con quien “no se llevaba muy bien”. Esa pareja fue investigada en su momento, pero no se encontraron pruebas para incriminarlo.
La Fiscalía también investigó tres cartas que habría escrito Luna, las cuales fueron encontradas y desencriptadas de su computadora, en las que se dirigía a sus hijos a modo de despedida. La familia, sin embargo, cree que fueron redactadas bajo amenaza.
También se sumó al expediente un dibujo supuestamente realizado por ella dos días antes de desaparecer, en el que se ve la figura de una mujer rubia, desnuda, de rostro triste, arrodillada frente a un arroyo con el corazón en la mano, del cual caen gotas de sangre que van a parar al agua.
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