El informe final de la autopsia al cuerpo del futbolista Lucas González, baleado por tres agentes de la Policía de la Ciudad el pasado 18 de noviembre en el barrio porteño de Barracas, entregó una novedad inquietante para los investigadores: los peritos hallaron una quemadura de cigarrillo en una de sus manos y se sospecha que pudo haber sido torturado antes de su muerte.
Según informaron los especialistas del Servicio de Tanatología de la Morgue Judicial, se detectó en el dorso de la mano derecha, “a nivel de primer espacio interdigital”, una lesión circular de un centímetro de diámetro, “similar a lo observado en quemaduras”.
De acuerdo al análisis de los forenses -al que tuvo acceso Infobae-, la quemadura se produjo en un momento próximo a la muerte. Fuentes con acceso a la causa investigada por el fiscal Leonel Gómez Barbella confirmaron a este medio que en el Volkswagen Suran azul en el que viajaba la víctima junto a sus amigos no fueron encontrados cigarrillos.
Para el abogado querellante, Gregorio Dalbón, que representa a la familia de Lucas, es un indicio claro de que el futbolista sufrió torturas de parte de los policías Gabriel Isassi, Fabián López y José Nieva, imputados por el delito de homicidio calificado entre otros.
Ahora, los investigadores deberán determinar si la lesión pudo haber sido producida accidentalmente tiempo antes del ataque de la fuerza de seguridad porteña en otras circunstancias o si, como sospecha la querella, fue parte de la violencia institucional que sufrieron Lucas y sus amigos.
“Van a recibir 50 años de prisión. Esto es gravísimo. En el hospital, la mamá de Lucas me dijo que vio una mancha en una mano. El fiscal (Andrés) Heim pidió que se revisara, que la mamá declaró en su testimonial. Y se confirmó que es eso”, comentó Dalbón a Radio 10. Heim, parte de la PROCUVIN, el ala de la Procuración que investiga delitos de violencia institucional, participa en la investigación.
Cuando Mario González, padre de Lucas, declaró ante los fiscales, destacó la sorpresa de Cintia López, la mamá del joven, cuando vieron el cuerpo Hospital Penna. Explicó que ella lo reconoció por uno de sus tres tatuajes y en ese momento advirtió de la quemadura: “Lucas tenía en su mano derecha como una especie de quemadura, era un circulito de sangre, como recién hecho, ubicado en el pliegue entre el dedo gordo y el índice, una quemadura como de cigarrillo y era algo que él no tenía”.
De momento, la evidencia que consta en el expediente no alcanzaría para imputarle el delito de torturas a los policías, según comentó una fuente del caso a este medio. Para eso será clave determinar si esa quemadura fue producida mientras Lucas estaba vivo o después.
El informe final de la autopsia confirma que la lesión mortal en el cuerpo de Lucas fue uno de los disparos efectuados por la Policía. La causa de muerte de determinada macroscópicamente es: una “lesión por proyectil de arma de fuego en cráneo” que derivó en una “hemorragia meningo-encefálica”.
La bala policial que mató a Lucas entró de frente y por encima de la oreja derecha. Los especialistas explicaron que “el disparo fue efectuado a una distancia mayor a 50 centímetros o existió telón de interposición como puede ser el plano de la ropa”, por ejemplo la gorra que Lucas llevaba puesta. Y provocó una hemorragia intraparenquimatosa generalizada de la masa encefálica, indica el análisis forense.
El proyectil disparado por la Policía tiene una clara trayectoria: de adelante hacia atrás, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo, lo que puede inferir que el agente que gatilló estaba de pie delante del auto del lado donde estaba sentado Lucas. Así, provocó la fractura de la base del cráneo en sus huesos esfenoides derecho y frontal bilateral. La masa encefálica padeció laceración y desgarro en ambos hemisferios cerebrales.
“Son lesiones incompatibles con la vida, mortales, dado que le provocan al occiso muerte encefálica”, indica el informe del Servicio de Tanatología de la Morge Judicial, que además remarca que Lucas no llegó a reaccionar al ataque policial: “No se evidencian lesiones de las denominadas del tipo defensivo”.
Respecto del segundo disparo que rozó el cuerpo de González, la autopsia indica que se trata de una “lesión contusa excoriativa” que no entró profundamente en la zona malar derecha: “Esta lesión es similar a las observadas producto del paso tangencial de un proyectil de arma de fuego”.
Ahora, el fiscal Gómez Barbella espera los resultados de la pericia balística del caso, realizada por la Policía Federal, que podrá determinar quién de los policías disparó la bala que mató al futbolista. Los estudios comenzaron el viernes pasado y continuarán esta semana.
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