La mafia china es el colectivo criminal más extendido y poderoso de la Argentina. Para empezar, no es una sola, no existe una única mafia. Hay, al menos, siete tríadas identificadas por las autoridades que operan en Capital y el Conurbano. Extorsionan supermercadistas, bazares y restaurantes de su propia comunidad, su negocio histórico, lo mismo de siempre. Controlan supermercados ellos mismos, giran dinero a China, lo filtran a través de cuevas financieras. Reclutan a sus sicarios entre barrabravas y otros delincuentes acelerados del conurbano.
Su naturaleza es paradójica y sus historias rara vez son lineales. Son, en cierta forma, parte orgánica de su propia comunidad: los comerciantes que pagan los aprietes pueden ejercer sus privilegios, indicar que la propia mafia les elimine a la competencia. Estas tríadas, por otra parte, no son como las familias de la mafia italiana, atadas a la sangre y la tradición. Se ensamblan y disgregan a conveniencia: viejos miembros fundan nuevas organizaciones, sus renegados y excluidos buscan negocios paralelos. Pueden competir entre sí para eliminarse con ataques sicarios. También pueden formar sus alianzas, mafias grandes que trabajan para mafias chicas, lobos de las ligas menores que sirven a lobos más temibles.
Los detectives, fiscales y jueces que se dedicaron a perseguirlos con tenacidad fueron históricamente pocos. Y ese desinterés de sectores claves del Estado a través de múltiples administraciones volvió a los mafiosos más fuerte todavía. Un año atrás, un hombre clave de la seguridad en la Argentina reconocía al autor de esta nota que no existía una estrategia centralizada a nivel nacional para enfrentar el problema y que al Ministerio de Seguridad bajo Sabina Frederic y que la mafia china solo les interesaría a un nivel neurálgico solo le interesaría si cometía delitos propios del fuero penal federal, como traficar personas, o secuestrarlas, cosas que hace tiempo que ya hacían.
Hoy, prácticamente en diciembre de 2021, la mafia china en Argentina cambia sus formas. Pide mucho menos, pero también piensa en otras cosas. Una reciente causa de la UFI N°8 de Morón a cargo de la fiscal Adriana Suárez Corripio y la división Investigación Antifraudes de la Policía Federal -el histórico núcleo dedicado a investigar a las tríadas en Argentina- que terminó con cinco detenidos se convirtió, como diría Prince, en un signo de los tiempos.
Una extorsión a un comerciante de la zona oeste a mediados de este año desembocó en una denuncia ante la Justicia. Los extorsionadores, chinos todos, fueron particularmente insistentes, con diversas visitas al comercio. Así, la división Antifraude recibió el caso y aplicó seguimientos. Encontraron que los mafiosos se movían en un Volkswagen Bora piloteado por dos mujeres. El auto fue incluso rastreado a un aguantadero en la zona de Constitución. Se libraron 23 ordenes de allanamiento: en la lista se incluyó a un supermercado que los mafiosos controlaban en la calle Roca, zona de Florida. Allí encontraron dos sospechosos con una pistola calibre 22 y un revólver Magnum 357 con una vaina en el tambor, además de una granada de mano, otro implemento que comenzó a repetirse con frecuencia en los aprietes asiáticos más discretos, cuando no se envían sicarios para tirar a mansalva dentro de los comercios.
Otro sospechoso, Chen Tang, con DNI argentino y 20 años de residencia en Argentina, fue arrestado en Ingeniero Budge. A Chen lo habían ubicado junto a otro presunto cobrador en los viajes del Bora. A Chen, por otra parte, lo recuerdan en Tribunales de otra historia. En 2016, la división Antifraudes cargó contra Pi Xiu, la mafia china más temida del país, la de mayor expansión y poder de fuego, que habría controlado, al menos, 300 supermercados con extorsiones iniciales de 30 mil dólares cash y más, sospechada de girar 8 millones de dólares a Oriente.
Sus capos fueron procesados por 54 ataques armados por el Juzgado N°42 de María Gabriela Lanz, condenados por tráfico de personas, por importar mujeres esclavas desde Asia con la supuesta complicidad de hombres de Migraciones. Suárez Corripio ya había allanado a Pi Xiu en noviembre de 2018 cuando habían decidido expandirse a la zona oeste. Les encontró dos mil dólares, un millón de pesos y seis máquinas de contar billetes. El rastro de la plata llevó hasta dos cuevas financieras en Belgrano y Once que la mafia habría usado para depositar la recaudación y acreditarla ante una autoridad superior en el submundo. Usaban un remisero en una camioneta Aircross para repartir sus aprietes, escritos en hojas A4 con el dialecto de la provincia de Fujian.
Los documentos de Chen Tang, de 44 años, fueron encontrados en una histórica redada a la banda, en un supermercado, dentro de una caja fuerte.
Se desconoce si hoy Chen tiene relación directa con la curia de la gran mafia, si operaba o recaudaba para ellos, o se había cortado solo, algo muy común. En sí, el apriete que investiga hoy Suárez Corripio es uno de tantos, pero lo que sorprende es su número, el monto exigido. Antes, las mafias podían exigir 30 mil dólares de entrada. Y lo siguen haciendo, pero cada vez menos.
Esta vez, pidieron apenas mil dólares. No solo eso: hasta ofrecieron un plan de pago de cuotas en pesos. Esto hubiese sido impensado hace cinco años, con las mafias surfeando la ola más alta de su poder. Pero hoy, en 2021, el discurso es otro. Las extorsiones ya no son tan rentables. Detectives avezados y habitués del inframundo lo explican con diferentes motivos. Para empezar, los comerciantes se animan a denunciar más que antes, lo que lleva a que las mafias terminen allanadas. También, los comercios no recaudan tanto como antes. No se puede exprimir una naranja ya seca.
Y por último, el hampa china en la Ciudad y el Conurbano encontró durante la pandemia sus máquinas de fabricar billetes, en otro lado: en casinos clandestinos y drogas de diseño.
En abril de este año, un llamativo garito clandestino regenteado por un hombre de la comunidad china fue allanado en el barrio de Belgrano, sobre la calle Julián Álvarez. Era ciertamente una banca caliente. Había cuatro máquinas de contar dinero y cinco millones de pesos en el lugar. También, siete bolsas de cocaína, una pistola calibre .380 con 13 balas en su cargador y 23 personas presentes alrededor de sus mesas de paño, en una clara violación a las restricciones impuestas por el decreto presidencial para controlar el contagio del coronavirus. Encontraron cuatro mesas electrónicas de mahjong, el clásico juego de fichas chino, una mesa octogonal de poker, algunos dólares. No fue el único casino descubierto: en La Plata, un grupo de chicos de San Martín se disfrazó de agentes de la AFI para asaltar otro sobre un restaurant y terminaron todos detenidos. Los casinos servirían como un imán de víctimas: los jugadores de alto vuelo tienen mayores chances de terminar marcados para convertirse en víctimas de otros delitos. También hay prestamistas al pie de las mesas. Ai Ru, uno de los viejos jefes de Pi Xiu caído en desgracia, y uno de los mafiosos más temidos del país, fue encontrado muerto a tiros al pie de la mesa de póker clandestina en el restaurant Aroma Chino. de la calle PAraguay Llevaba un DNI con nombre falso. Tenía 15 tiros entre la cabeza y el torso.
Hay personajes que tocan varios rubros. Lin Lifeng fue algo así como el rey de la noche del Bajo Belgrano, era visto con frecuencia cerca del garito de la calle Solía regentear un karaoke que realizó fiestas clandestinas durante la pandemia en la calle Olazábal al 1600, territorio del Barrio Chino, donde chicos y chicas asiáticos se reunían a bailar sin barbijo entre pequeñas bolsas de ketamina o pipas de metanfetamina cristal en los bolsillos, clausurado dos veces este año por la Policía de la Ciudad. También regenteaba otro karaoke con prostitutas en la calle Lavalle.
Este año, lo detuvieron también por contrabando internacional de droga, 1162 gramos de cocaína enviados a Australia disimulados en envíos de correo privado que según investigadores podían llegar a convertirse en 250 mil dólares en Oceanía, más de 46 millones de pesos.
A Weng Wuyi, de 43 años, registrado como supermercadista en la AFIP y detenido el mes pasado, lo buscaban por una serie de extorsiones armadas en un comercio de Villa Diamante, cometidas el 28 de septiembre pasado. Primero fue una nota bajo la puerta en ideogramas chinos, con un número de teléfono celular y un pedido de 30 mil dólares como cuota de ingreso, un poco antojadizo. El primer amedrentamiento no resultó.
En la detención en su casa de la calle Congreso se encontró metanfetamina cristal -muy frecuente en el submundo del hampa de la comunidad china- además de un kilo y cuarto de metilona, un sustituto barato del éxtasis que suele verse importado desde Asia o Europa oculto en encomiendas, y un lote mucho más llamativo: 14 paquetitos de heroína. En los últimos años, la droga solo se encontró dos veces en la Argentina, primero en un envío interceptado por Aduana en Mendoza con doce gramos, y luego en casa de Weng Wuyi. Al final del día, lo indagaron en la Fiscalía Federal N°1: dijo que todo era para consumo personal.
Sin embargo, fuentes policiales creen que Weng se encargaría de vender, por lo menos, la metanfetamina. Existe un precio dealer al que llegaron investigadores de la Bonaerense: cinco mil pesos el gramo.
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