Cuando los peritos de la Policía Federal ingresaron en el Volkswagen Suran en el que Lucas González, Julian, Joaquín y Huanca viajaban el miércoles por la mañana luego de un entrenamiento en el Club Barracas Central, lo primero que observaron, cerca del asiento del acompañante, fue la gorra que llevaba Lucas.
En la prenda, los peritos vieron los rastros que buscaban: una rotura y manchas de sangre. Eran los rastros de la bala policial que Lucas recibió en la cabeza esa mañana en el barrio de Barracas después de que con los amigos compraran un jugo en un kiosco cerca de la villa 21-24. Ese proyectil que marcó la gorra fue el que le quitó la vida este jueves por la tarde al joven de 17 años después de agonizar durante poco más de 24 horas en el hospital El Cruce de Florencio Varela.
Hoy, su familia llora y pide justicia, en un crimen que generó repudio en la sociedad y en la mayoría del arco político:
“Yo me lo quería llevar a mi casa pero la Policía me lo mató, no voy a descansar hasta que paguen porque nos arruinaron la vida”, dijo Cintia, la madre de Lucas, a la salida del hospital, rodeada de amigos del adolescente asesinado en un operativo policial que todavía no tiene explicación.
El miércoles, cerca de las 10 y a pocos metros de uno de los ingresos a la villa 21-24, tres policías de civil integrantes de la Brigada de la Comuna 4D de la Policía de la Ciudad, identificados como el inspector Gabriel Alejandro Isassi, el oficial mayor Fabián López y el oficial José Nievas, circulaban por la zona a bordo de un móvil no identificable, un Nissan Tiida.
Al mismo tiempo, Lucas y sus tres amigos salían de un entrenamiento de la sexta división del Club de Barracas Central, donde Lucas era jugaba de enganche. “Era un crack”, repiten sus amigos en estado de conmoción en la puerta del hospital donde se enteraron de que el disparo que había recibido por parte de los policías lo asesinó.
Esa mañana, Lucas había asistido a una de sus prácticas habituales, mientras que el resto de los amigos se había ido a probar al club. Cuando terminó la prueba, algunos estaban contentos y otros no. Dos de ellos habían pasado. Uno quedó afuera. Entonces, tomaron sus cosas y volvieron hacia el barrio San Eduardo, en Florencio Varela, donde vivían, a bordo de la Suran que era del padre de uno de los chicos.
En el camino de vuelta, cerca de la villa 21-24, pararon en un kiosco a comprar un jugo, tenían sed. Luego, siguieron camino.
En ese instante, los policías de civil entraron en escena.
Según la versión de los efectivos, en ese momento dieron la voz de alto para identificar a los ocupantes de la Suran, pero, supuestamente, el auto aceleró y comenzó una persecución, donde, siempre en base a lo que argumentaron desde las fuerzas de seguridad, los amigos mostraron un arma y comenzó un tiroteo en el que Lucas terminó con un tiro en la cabeza y horas más tarde falleció.
Sin embargo, mientras pasaban las horas, ese relato era puesto en crisis por los detectives del caso y ahora se investiga plenamente el accionar que tuvieron los efectivos porteños.
Para familiares y amigos de Lucas, ocurrió todo lo contrario a la información que surgió en un inicio y lo describen como un crimen, liso y llano.
“Cuando salieron de comprar el jugo, apareció el Nissan, los cruzó. Ellos arriba del auto, como no parecía un auto de la policía y ni siquiera se identificaron, se asustaron y pensaron que los querían robar. Ahí aceleraron y estos hijos de puta comenzaron a dispararles y lo mataron”, relató a Infobae, Emanuel, un tío del corazón de Lucas y amigo del padre del joven, Héctor, apodado “Peque”, en la puerta del hospital El Cruce.
“El pibe no era chorro eh, que quede bien clarito. Era un pibe bueno, era un pibe de familia. Para que no digan más boludeces”, dijo un hombre, que salió del centro médico entre lágrimas.
Amigos y familiares llegaron hasta El Cruce en la tarde de este jueves. Ahí mismo, cerca de las 17.45, mientras en el barrio de Barracas se había convocado a una manifestación para reclamar justicia por Lucas que terminó con algunos disturbios, recibieron la noticia del fallecimiento. Horas antes, los médicos habían declarado su muerte cerebral.
Fueron decenas en la clínica. La incredulidad abundaba, entrelazada con el miedo y el terror envueltos en una tristeza impávida: amigos abrazados intentando darse fuerza, conmocionados, en estado de shock. “¡La puta que lo parió! ¡No puede ser!”, gritó uno de ellos mientras se encendía un cigarrillo con una mano temblorosa.
“Lucas quería ser jugador de fútbol, era su único sueño. Lo quería hacer por su familia, por él, por todos. Era lo que más quería en el mundo. No sé cómo pudo pasar todo esto. Nunca me imaginé estando acá diciendo esto y reclamando justicia, me parece increíble lo que estamos viviendo”, dice Emanuel a Infobae.
Y sigue: “Él era un pibe que entrenaba, llegaba a su casa, dormía la siesta y a la noche terminaba el secundario. Había empezado a jugar al fútbol en Racing a los 4 años, después juego en Defensa y Justicia, club del que era fanático, como todos acá y a los 14 entró en Barracas Central. Justo ahora estábamos haciendo fuerza para que volviera a Defensa que era su sueño, volver a jugar ahí. Esos policías, no hay que llamarlos más policías. Son delincuentes”.
Emanuel baja el tono y mira hacia abajo. Piensa y se queda callado. Tiene la cara roja por el sol. Es el encargado por parte de la familia de Lucas de hablar con la prensa. En todos los micrófonos que tiene cerca habla y, tal vez, mientras relata lo que sabe, intenta comprender qué fue lo ocurrió.
“Lucas va a seguir en nuestros corazones”, dice, y concluye: “Queremos justicia por Lucas. No queremos más a toda esta maldita policía”.
Mientras tanto, la investigación avanza. Así, el magistrado Alejandro Cilleruelo, a cargo del Juzgado de Menores N°4, quien intervino en la causa, por estas horas, repasa las pruebas que recolectaron los peritos de la Policía Federal que llevan adelante la investigación para determinar lo sucedido.
Según confiaron fuentes de la investigación a Infobae, los primeros resultaron determinaron que hubo cuatro disparos en el auto, mochilas con ropa deportiva recién usada, un revólver de juguete y tres pistolas reglamentarias, más varias vainas servidas calibre 9 milímetros.
“En las mochilas que encontraron en el Volkswagen Suran había camisetas, shorts, medias. Todo húmedo de transpiración, como si recién se hubieran cambiado”, detallaron las fuentes consultadas.
En el auto se encontraron cuatro impactos de bala.
Las armas de los policías se encuentran en un laboratorio de la Policía Federal desde el mismo miércoles en que ocurrió el violento episodio: lo que digan los análisis balísticos serán clave en el caso. También se peritarán las vainas servidas, calibre 9 milímetros que fueron levantadas de la escena como el proyectil que se encontró. Todo eso será cotejado.
Además, en el auto que viajaban los cuatro chicos, desde la PFA se había confirmado que hallaron la réplica de un revolver, de plástico de color negro. En el primer parte policial del caso no figuraba ese dato. La encontraron en la parte trasera izquierda del VW Surán.
Para la familia de Lucas, ese último hallazgo “fue plantado por los policías”.
Por el momento, el juez Cilleruelo no tomó ningún temperamento contra los efectivos.
Ante esto, los tres policías responsables del crimen fueron pasados a disponibilidad. También, debido a la conmoción que causó el episodio, a través de una nota que le envió al juez Alejandro Cilleruelo, el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, pidió su detención para “evitar cualquier entorpecimiento de la investigación, garantizar el debido proceso y asegurar su normal desenvolvimiento”.
Del mismo modo, el presidente Alberto Fernández y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se manifestaron ayer por la tarde. “Pondremos todos los recursos del Estado a disposición para poder llegar a la verdad y justicia”, expresó el mandatario poco después de confirmarse el fallecimiento del joven.
“Quiero expresar toda mi solidaridad con la familia de Lucas González. Mi compromiso con su madre Cintia y su padre Mario en este momento tan doloroso”, señaló el Presidente a través de su cuenta en la red social.
Poco después, y en la misma sintonía, Rodríguez Larreta publicó: “La muerte de Lucas es una pérdida irreparable y me siento profundamente dolido. Les hago llegar mi más sentido pésame a sus padres, familia y amigos”.
Mientras tanto, se espera que el cuerpo del joven sea llevado a la Morgue Judicial para que le realicen la autopsia correspondiente. Luego, será devuelto a la familia, que ya confirmó que iba a donar los órganos del joven, para que puedan darle el último adiós. Según informaron, el sepelio se realizara en una cochería de la zona.
“Yo no tengo fuerzas: tengo dos hijos y cómo hago. Me lo dejaron todo entubado, moreteado con dos balazos en la cabeza. Quiero Justicia y que mi hijo descanse en paz”, concluyó Cintia la madre de Lucas en la puerta del hospital donde conoció el fatal desenlace.
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