“Hoy 5 de noviembre, amigo. Calibre 45, el cargador carga 30. Anda muy bien, che”, dice el hombre de la ametralladora en el video, como si vendiera una bicicleta o una licuadora. El video es para Christian Eduardo Molinero Villafañe, porteño del barrio de Agronomía, ex empleado de un consorcio y registrado en los papeles de la AFIP como chofer, con una historia más conflictiva. Estuvo preso en Devoto en 2016, acusado de robarle en julio de ese año a un ciudadano chino que atendía un local de venta de comida al peso ubicado en la avenida Juan B. Justo al 4000; lo asaltó con un pasamontaña en la cara y un cómplice en moto que le hacía de chofer.
Le robó apenas 3800 pesos, pero no tuvo mucha suerte. Su cómplice, que lo esperaba en la vereda con su moto en marcha, se espantó al ver a tres policías de la Federal acercarse, curiosos al ver su vehículo. Así, pisó el acelerador y lo abandonó. Christian se quedó, literalmente, con la réplica en la mano. El Tribunal N°13 lo condenó a siete meses en noviembre de ese año. En cambio, tuvo más suerte en la Cámara de Apelaciones. Ni siquiera pasó preso su condena completa. La Sala III lo soltó en noviembre de 2016 con una caución juratoria. En 2018 lo acusaron de otro robo, terminó absuelto.
Esta vez, según la acusación en su contra, iba por más, con un plan ambicioso.
Molinero Villafañe tenía una novia, vecina de San José, zona de Almirante Brown, 33 años. Registrada en los rubros de arquitectura e ingeniería de la AFIP, que trabajaba como técnica en higiene y seguridad desde comienzos de año en una constructora porteña. Lo que la novia y Christian no sabían es que la fiscal Ximena Santoro, de la UFI N°7 de Quilmes, investigaba a Molinero por una estafa telefónica, un cuento del tío cometido el 2 de septiembre de este año que tuvo como víctima a una pensionada de Bernal de 82 años. Fue un giro bastante original sobre el falso secuestro. Le habían dicho que su hijo había tenido un accidente y que necesitaban efectivo para su internación, incluso entregó el dinero. Todo era mentira.
El caso quedó en manos de la División Investigación Contra El Crimen Organizado de la Policía Bonaerense. Había con qué comenzar. La línea telefónica con la que Molinero habría cometido la estafa fue observada de cerca. Los detectives vieron cómo cambiaba de foto de perfil de WhatsApp una y otra vez. Molinero no pudo con su ego. Posó con su cara y con una gran cantidad de cadenas de oro, o lo que parece ser oro, con el torso desnudo, imagen que ilustra esta nota.
En paralelo, la línea estaba siendo escuchada. Allí, apareció la novia. Le habló de una obra porteña de la empresa en la que trabajaba y de un posible botín: un pago de jornales a los obreros que podía asaltar. La ametralladora del video era para ser empleada en el ataque. Luego, se arrepintieron.
En paralelo, la Bonaerense había comenzado a seguirlos y filmarlos. Molinero continuó usando su cara en WhatsApp: fotos con dólares, posaba también en la tribuna de Argentinos Juniors. Ciertamente, no estaba cubriendo el rastro. Una visita a su mecánico en Villa Pueyrredón permitió triangular la señal.
Así, fueron por él y por la novia. Lo arrestaron el viernes pasado en un domicilio de la calle Argerich. Le encontraron teléfonos, computadoras, balas y chalecos policiales. Su pareja también fue esposada.
Molinero se negó a declarar ante la fiscal Santoro y permanece detenida, confirmaron fuentes del caso. El teléfono del pistolero fue abierto. Hay conversaciones incómodas. En una de ellas, un ciudadano chino le entrega el dato de un compatriota comerciante para que lo asalte. En una voz tenebrosa, le marca a “un paisano”.
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