El velatorio de Héctor González, un ex empleado municipal que estuvo internado por esquizofrenia durante 4 años en la clínica Santa Teresa de Ávila de La Plata, comenzó el viernes a las 22. El hombre había muerto ese mismo día, a la tarde, en una de las habitaciones que ocupaba. Lo encontró su compañero de cuarto. Un médico de guardia constató la muerte y firmó su certificado: se trató de un deceso natural. Así, comenzaron sus exequias en la casa de sepelios Dei sobre la calle 17. Sin embargo, apenas unos minutos después del inicio del velatorio, todo cambió dramáticamente.
La hermana mayor de Héctor se acercó al cuerpo para acomodarle el cuello de la camisa, completamente abotonada. Así lo habían entregado desde el neuropsiquiátrico unas horas antes. Apenas desajustó el primer botón notó algo extraño. El cuello de su hermano tenía unos pronunciados surcos. Lo pensaron de inmediato: eran marcas de un posible homicidio. La conmoción fue total y la familia hizo la denuncia en una dependencia de la Policía Bonaerense. Horas más tardes un médico forense constató que efectivamente las marcas eran heridas y que Héctor González no había muerto naturalmente, sino todo lo contrario. La UFI N°2, a cargo de la fiscal Betina Lacki, ordenó una autopsia. El estudio realizado en la Morgue Judicial indicó que alguien lo había estrangulado hasta matarlo.
Ahora, una investigación comienza: el principal sospechoso del caso es el compañero de cuarto, un hombre inimputable. Pero las sospechas de Lacki son dos: si la muerte de Héctor era evitable y qué pasó en la firma de su certificado de defunción.
“El primero que recibe el llamado desde el neuropsiquiátrico fue mi primo Carlos, el viernes a las 16.30. Le dijeron que mi tío había fallecido y que lo había encontrado su compañero de cuarto tirado en el piso. Según lo que le dijeron en ese llamado, el médico de guardia le hizo la reanimación correspondiente pero no hubo caso. También llamaron a la ambulancia pero cuando llegó ya estaba fallecido”, contó a Infobae Gisella, sobrina de la víctima.
Hasta ese momento todo parecía normal. La familia de Carlos, con la tristeza lógica del caso, comenzó los trámites en la casa de sepelios. “Nos dijeron que debíamos velarlo esa misma noche de las 22 hasta la medianoche. Y eso hicimos”, relató Gisella.
Con casi una veintena de personas en el lugar, entre amigos y familiares, la ceremonia comenzó de forma puntual. Gladys, su hermana, estuvo presente en ese momento: “El cuerpo llegó desde el neuropsiquiátrico descalzo, con un pantalón corto que Héctor usaba siempre y la camisa abrochada hasta arriba de todo. A mí me pareció raro, pero por las dudas no quise tocar nada. Recién cuando la ceremonia había empezado, mi otra hermana más grande se acercó a acomodarle el cuello de la camisa y ahí vio las heridas”, afirmó Gisella.
Sobre las marcas en el cuello, “era imposible que alguien no se diera cuenta de que estaban ahí. Los tenía por todo el cuello. Eran bastante profundos. Nos dio mucha impresión pero cualquiera los hubiera advertido. No hacía falta revisar el cuerpo, con solo mirarlo de lejos ya las veías”, aclaró la sobrina.
Luego de llamar a la Policía Bonaerense y de hacer la denuncia, los familiares exigieron a la casa de sepelios que les muestren el certificado de defunción. El documento, firmado por el médico de guardia, dice que la causa de muerte fue un “paro cardio-respiratorio por hipertensión”. Es decir, una muerte natural. En ningún momento se mencionan heridas ni nada por el estilo.
Esto contrasta de lleno con lo que, luego de la de denuncia, indicó el médico forense que inspeccionó el cadáver. El estudio realizado en la Morgue Judicial platense refirió que Héctor había fallecido por una “compresión cervical extrínseca”, es decir, que lo habían estrangulado.
En la investigación, que lleva adelante la fiscal Lacki, el principal sospechoso es el compañero de habitación de González, un hombre considerado inimputable. La historia clínica de esa persona ya fue requerida, aseguran altas fuentes del caso. Se citarán peritos para determinar su peligrosidad, si era un riesgo para terceros y por qué compartía la habitación con González.
Quien sí deberá dar explicaciones a la Justicia en las próximas horas es el médico que firmó un certificado de muerte natural, ignorando heridas visibles por cualquiera.
“Cuando descubrimos las heridas, llamamos a la clínica para contar lo que había pasado y nos dijeron que no podía ser, que era una cosa increíble, y demás. Después de eso nunca más se comunicaron con nosotros. Ni siquiera para decirnos que iban a investigar o para acompañarnos. Nada. Estuvo cuatro años mi tío ahí. Había un vínculo pero no les importó nada”, dijo Gisella con una mezcla de angustia y bronca en su voz.
Los próximos pasos de la investigación tendrán que ver con el trabajo pericial. Se citará al gabinete de Homicidios de la DDI platense para que interceda. Se esperan operativos en la clínica y ya se resguardó la ropa de Héctor. En análisis de la indumentaria puede ser fundamental. La causa está calificada como homicidio.
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