En las próximas horas, un jurado popular definirá si el ingeniero electrónico israelí Gilad Gil Pereg puede ser encontrado culpable por los crímenes de su madre y su tía, Pyrhia Saroussy y Lily Pereg, -asesinadas en Mendoza en enero de 2019- o es considerado inimputable.
Finalizados los alegatos de clausura de las partes, la jueza técnica Laura Guajardo le dio la oportunidad a Pereg -conocido como el “hombre gato” por comportarse como un felino desde el descubrimiento del cuerpo de las víctimas en el fondo de su casa de Guaymallén- de dar sus últimas palabras antes del veredicto.
Pereg, que presenció la última audiencia vestido igual que en el momento en que arrancó el juicio, se acercó al estrado y preguntó si querían hacerle preguntas. Luego habló e insistió con algunos puntos de sus declaraciones de este martes, en la anteúltima audiencia del proceso.
“Lo que decía ayer. Me están intentando culpar a la fuerza. Quieren decir que yo hice cosas que yo no hice”, dijo con una evidente dificultad para expresarse. “Es fácil usarme cómo un target. Por eso apenas hice la denuncia de que desaparecieron mi mamá y mi tía, enseguida empezaron a buscar la forma para acusarme a mí de su desaparición. Por eso me hicieron tantos allanamientos en casa”.
“En el primer allanamiento me sacaron mis armas. Después de eso me hicieron cuatro allanamientos más y no encontraron nada”, continuó. “Hasta que me detuvieron, me secuestraron, me mandaron a San Felipe, al penal, y ahí justo al día siguiente fueron a hacer otro allanamiento y supuestamente encontraron los cuerpos. En dos semanas no encontraron nada pero justo cuando me detuvieron a mí encontraron los cadáveres”.
“Con eso se demuestra que son personas que solamente quisieron culparme a mí de la forma que sea. Los llevaron y los enterraron ahí”, agregó. También dijo que las autoridades nunca le permitieron ver los cuerpos y que nunca le realizaron un dermotest para examinar la presencia de pólvora en sus manos. “Los cuerpos los plantaron. Y cuando los encontraron mis armas las tenía la policía. La policía y la fiscalía utilizaron el arma mía para tirar a los cuerpos”, concluyó.
En sus declaraciones de ayer, Pereg insistió en que su madre no está muerta: “Yo veo a mi madre que me habla en la cabeza. Me dice que está secuestrada en un lugar oscuro. Que mi vieja está muerta es mentira. No vi una foto, no vi nada. No sé donde están”.
Esta mañana, el fiscal mendocino Fernando Guzzo pidió al jurado que dicte un veredicto de culpabilidad para Pereg tras considerar que cometió un “asesinato despiadado” con “plena consciencia de la criminalidad de sus actos”. “Nunca negamos que tiene una enfermedad, que padece una patología” pero “no es inimputable”, manifestó.
En la última jornada del juicio por jurados, a la que asistió una considerable cantidad de público, entre el que se hallaba el diputado nacional mendocino Alfredo Cornejo, Pereg optó no estar presente, aunque tras el alegato fiscal fue llevado a la sala, donde permaneció sentado, en silencio y con la mirada fija hacia el suelo hasta declarar.
“Si esto fuera una iglesia y no una corte, tendría que decir que ha ocurrido un milagro. Ayer, al declarar durante una hora acá, Gil Pereg se ha curado: hemos logrado que no maúlle, hemos logrado que no defeque, hemos logrado que no orine, hemos logrado que entienda”, ironizó Guzzo, quien volvió a pedir al jurado que no se deje “engatusar”.
La audiencia continuó con el alegato de la querellante Claudia Vélez, representante de la familia de las víctimas, quien, al igual que la fiscalía, pidió que el jurado dicte un veredicto de culpabilidad.
Luego, el defensor Maximiliano Legrand expuso un resumen de los dichos de los peritos que entrevistaron a Pereg y lo consideraron “loco”, “alienado” y con “un trastorno delirante” y pidió que Pereg sea declarado no culpable por inimputable o, de ser condenado, lo sea por homicidio atenuado por su condición.
De acuerdo con la investigación, en enero de 2019, ambas víctimas habían arribado a Mendoza para visitar al ahora imputado, que vivía con 37 gatos en un predio con una casa muy precaria y en estado de abandono.
Las hermanas israelíes fueron vistas con vida por última vez el 12 de ese mes en ese domicilio, situado en la calle Roca al 6000 de Guaymallén, y 14 días después la Policía Científica encontró sus cuerpos mutilados y tapados con piedras y tierra en un sector del mismo predio.
Tras ser descubierto el doble crimen, Gil Pereg quedó detenido y durante su estadía en la cárcel mostró comportamientos extraños y aseguró ser “un gato”, lo que reiteró en diversas oportunidades y audiencias en las que, incluso, comenzó a maullar frente a los magistrados.
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