Diego Xavier Guastini, asesinado a tiros en Quilmes por un sicario desconocido en octubre de 2019, hizo el mayor discurso de su vida después de muerto.
Tres semanas atrás, su cara y su voz se vieron otra vez en un extenso video proyectado en el Tribunal Oral en lo Penal Económico N°3 durante el juicio a quienes fueron quizás sus mayores clientes, el clan Loza, una familia criminal salteña acusada de ser la mayor organización narco de la historia reciente, imputados por mover cientos de kilos de droga hacia España y lavar el dinero en autos y propiedades -190 bienes muebles e inmuebles- con una fortuna estimada en $800 millones de pesos. Erwin Loza, su capo, había hecho suya la histórica Ferrari F355 Spider que conducía Diego Armando Maradona a mediados de los años 90, el símbolo más delirante de su poder.
Y en ese video, Guastini los traicionaba a todos.
En vida, había sido lavador de los Loza, el encargado de enjuagar su dinero como un hábil financista, desde una cueva en el microcentro porteño, con un complejo entramado de mulas de efectivo que iban y venían desde Europa, jubilados, carpinteros, pastores evangélicos, con plata en dobles fondos. En repetidos recursos rechazados en diversas instancias, los defensores de los acusados intentaron invalidar ese video, una declaración hecha como colaborador ante la PROCUNAR, el ala de la Procuración que investiga delitos de narcotráfico con el fiscal federal Diego Iglesias, querellante en el proceso contra los Loza. Incluso hicieron citar a periodistas que investigaron a Guastini como testigos en el proceso -incluido el autor de esta nota-, los interrogaron con preguntas infructuosas y con planteos de reticencia que fueron desestimados por el Tribunal. Tenían un punto básico: a los muertos no se les repregunta. Así, el video quedó.
Fue proyectado a puertas cerradas, es decir, no fue transmitido por Youtube, en un proceso realizado por Zoom. Había una preocupación por posibles represalias a la viuda de Guastini, hoy bajo medidas de protección del Ministerio de Seguridad de la Nación. El financista asesinado no solo traicionó a los Loza sino que también habló como colaborador en otros cuatro expedientes. En la filmación, Guastini ratificaba los hallazgos en el expediente y le ponía voz y narrativa al rastro de papeles en manos del fiscal Gabriel Pérez Barberá, el acusador ante el Tribunal.
Para la defensa, el financista asesinado es casi un testigo alfa, una voz primaria, pero para quienes buscan condenar a los Loza, es solo una fuente más que corrobora el expediente, que juzga un montón de plata difícil de explicar. Si no lo tuvieran, en sus cálculos, alcanzaría para un condena de todas formas.
Tras comenzar en mayo, el juicio se acerca a su fin. Pérez Barberá se encuentra en medio de su alegato, que podría durar cerca de 15 horas dada la cantidad de prueba. Pero en todo el proceso, más de cinco meses de audiencia, nadie, ninguna parte involucrada, vinculó a los acusados con el crimen del financista.
Mientras tanto, sentado en una cárcel, hay un hombre que quizás sabe, pero calla.
Marcelo Fabián Padovani, el primer sospechoso del caso, fue arrestado a fines de junio de este año en su casa de Bernal Oeste con un kilo de cocaína en su poder tras una investigación de la PROCUNAR y el fiscal Sergio Mola, también con la intervención de la fiscal quilmeña Karina Gallo. El arresto fue realizado por la PFA, con efectivos de la división Homicidios y de la Superintendencia de Drogas Peligrosas: se secuestraron varios teléfonos, así como una agenda en papel.
Padovani llevaba varias semanas bajo el radar de los investigadores, con su teléfono intervenido. Se investigaba, por otra parte, su posible rol en “una organización criminal dedicada a realizar actividades vinculadas con el tráfico ilícito de estupefacientes y de lavado de activos, que opera principalmente en la localidad de Ingeniero Budge”, asegura un documento judicial al que accedió Infobae, con una causa bajo el Juzgado Federal N° 1 de Lomas de Zamora, causa en la que Padovani estuvo involucrado.
La PROCUNAR cree que fue parte del convoy de muerte para atacar a Guastini: Padovani conducía un Ford Fiesta rojo, que lideraba la marcha. El tirador iba a bordo de una moto Honda. Fue precisamente por el Ford Fiesta que cayó Padovani.
Su perfil es curioso, raro para el de un posible narco. De 44 años y registrado comercialmente en la AFIP, tuvo empleos previos en blanco en reconocidas empresas de entretenimiento y espectáculos internacionales a fines de la década pasada, así como un trabajo en el rubro de fabricación de tejidos. También frecuentaba una cueva financiera operada por colombianos, a dos cuadras de la que regenteaba Guastini en la calle Lavalle. La intervención a su teléfono, por otra parte, reveló varias charlas donde dialoga con un joven de su familia de manera bastante explícita, hablan de visitas a la cueva financiera y de compra y venta de cocaína.
Hubo, también, otro dato que lo complicó fuertemente: la división Homicidios de la PFA compiló con sus detectives un informe de impacto de antenas de celular. El teléfono que usaba Padovani, según un documento de la causa, impactó hasta diez minutos antes en la zona del crimen de Guastini.
Sin embargo, Padovani, bajo prisión preventiva, no cantó. Los investigadores del caso esperaban que dijera algo, que señalara a posibles sospechosos, los ideólogos de la muerte del financista. No hizo ofertas por su libertad. “Debe estar cagado de miedo”, estima un investigador federal.
Existían rumores. “Los colombianos”, decían unos, “los mexicanos”, me dijo una tarde en un estudio de abogados un conocedor del hampa de la zona sur, pero la investigación por el asesinato quedó sin avances. Se esperan resultados de las pericias de los aparatos incautados a Padovani, pero tampoco hay esperanzas en ese sentido. Había cambiado sus teléfonos poco antes de que lo arresten.
Después, está Adrián Baeta.
Adrián Baeta fue un policía de la Bonaerense y un amigo cercano de Guastini. Llegó a su cadáver en las calles de Quilmes antes que sus colegas de Policía Científica. Tenía una historia turbulenta en Asuntos Internos. También tiene una historia peor en la Justicia. Detenido en enero de este año tras estar varios meses prófugo, su vínculo con el lavador e informante muerto se hizo evidente en el caso Leones Blancos, un falso procedimiento de 500 kilos de cocaína que terminó con la caída del ex fiscal Claudio Scapolán. En junio de este año, la Cámara Federal de San Martín confirmó su procesamiento y su embargo de 700 millones de pesos por una enciclopedia de delitos: falso testimonio, falsedad ideológica, uso de documento falso, sustracción de medios de prueba, tenencia de estupefacientes, hurto calamitoso, incumplimiento de deberes de funcionario público, abuso de autoridad, casi todo agravado por ser policía o por involucrar a una causa penal. Viejas charlas de Guastini pesaron para imputarlo, según documentos judiciales.
Hasta ahora, Baeta no hizo sugerencia alguna sobre quién mató al financista.
Mientras tanto, la plata de Guastini sigue viva. La semana pasada, el Tribunal Oral en lo Penal Económico con el juez Darío Losada ordenó decomisar 570 mil euros y 890 mil dólares incautados en viejas causas del financista, algunas iniciadas ocho años atrás.
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