“Otra vez ustedes”, dijo Alejandro Antonio Mirabo cuando la división Interpol de la Policía Federal lo arrestó ayer por la noche en un aguantadero ubicado en la esquina de Euskadi y El Cano, zona de Ingeniero Budge. Trasladarlo no fue simple. Se requirió un equipo de bomberos y una autobomba más un vehículo especial para moverlo hasta una celda. Mirabo, que insólitamente se mantuvo prófugo desde agosto, con un pedido de captura de la Justicia italiana, pesa 220 kilos y tiene sumas dificultades para moverse por sí solo.
Así, Mirabo, de nacionalidad argentina, 51 años de edad, responderá finalmente ante la Justicia italiana que lo busca desde mediados de año. Fue condenado en ese país a 30 años de cárcel por diferentes delitos: hurto de vehículos, robo agravado y falsificación de documentos hasta violencia sexual, amenazas y secuestro de persona, con causas en su contra desde el año 1993.
Los detectives que lo arrestaron habían planeado el operativo tras seguirlo durante semanas. Lo habían ubicado en una serie de puntos intermedios, sin poder encontrarlo, hasta que llegaron a Ingeniero Budge. La historia del prófugo es ciertamente escurridiza.
Según los registros migratorios locales, Mirabo regresó a la Argentina el 18 de mayo de 2019. Ingresó al país desde Uruguay por el paso fronterizo de Colón-Paysandú. De acuerdo al detalle de los trámites que hizo, registró domicilios en la Capital Federal y en Lanús. El 3 de mayo renovó el DNI. Su mesa de votación estaba asignada a una escuela en Mar del Tuyú.
Allí, Mirabo fue encontrado por Interpol a comienzos de junio con una serie de intervenciones telefónicas requeridas al Juzgado Federal de Dolores. Entonces, quedó detenido bajo prisión domiciliaria. Así fue hasta el día fijado para la celebración de la audiencia de extradición, el último 23 de agosto. Mirabo debía conectarse a las 9 de la mañana para conocer los cargos existentes en su contra y responder si aceptaba ser enviado a Italia. Pero su ventana en el Zoom de la audiencia jamás se encendió.
En el medio, su defensa solicitó que no fuera enviado a la cárcel precisamente por su estado de salud y reclamó una “detención preventiva”, previsto en la Convención de Extradición entre Argentina e Italia. El juez subrogante de Dolores Martín Bava estuvo de acuerdo, aunque se ordenó que la policía constatara su domicilio una vez por semana.
Cuando la policía fue a registrar su domicilio, no estaba ni él ni sus pertenencias
El dueño de la vivienda dijo que Mirabo, que le alquilaba, se fue sin avisar y sin pagarle. “Lo único que me dejó fue una cama rota y comida en la heladera”, se quejó. Cómo se fugó en un primer momento es algo que confundió a los investigadores, ya que requería asistencia de dos personas por su obesidad.
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