Cristian Javier C. no solo secuestró a su madre en su propia casa de Longchamps durante un año, sino que además la torturó y la redujo a la servidumbre. La mujer de 78 años tenía prohibido salir de su habitación, no podía usar el teléfono y solo debía comer el arroz quemado que le cocinaba su hijo. Recién pudo ser rescatada cuando logró contarle lo que pasaba a una vecina. La Justicia descubrió que el objetivo del hombre, de 38 años, era netamente económico: quería obligar su madre a firmar la venta del departamento donde vivían. Sin embargo, una pericia psiquiátrica lo calificó como inimputable y fue internado en el neuropsiquiatrico de la cárcel de Melchor Romero.
La reconstrucción de los hechos indica que la señora, extremadamente flaca y deteriorada por el maltrato, aprovechó un descuido de su hijo a mediados de este año para asomarse por una pequeña ventana y contarle a una vecina, que pasaba ocasionalmente por la vereda, lo que vivía. Le relató que el hombre la encerraba en una habitación y la dejaba días enteros sin comer, que no le permitía ir al médico y que sólo la “sacaba” para ir a cobrar la jubilación de la que vivían los dos.
En pocas horas, la mujer fue rescatada.
Luego, le relató al fiscal José Luis Juárez lo que vivió.
“Desde hace más de un año que me tiene encerrada en mi habitación. Sólo salimos cuando me lleva a cobrar la jubilación, que se la guarda él y yo no puedo tocarla. Me dice que es porque me la pueden robar, pero lo cierto es que nunca veo el dinero. Entonces, no tengo otro remedio que pedirle que me compre la comida. Yo soy celíaca y necesito comida sin TACC, pero él me compra solo té y galletas de sémola. Para cenar o almorzar me da sólo arroz, que me lo tira en la habitación porque no tengo permitido comer en el living”, detalló la mujer.
Cuando los policías de la Comisaría 4° de Almirante Brown de la Policía Bonaerense llegaron al departamento y tocaron el timbre, los recibió el hijo: su primer reflejo fue mentir. Les dijo a los oficiales que su madre no estaba. Luego, cambió su versión y aclaró que, en realidad, la mujer estaba descansando. Cuando ingresaron, descubrieron la mentira: la mujer estaba encerrada en una habitación.
Los policías encontraron carteles en las paredes escritos a manos con mensajes del hijo para con su madre. Eran ordenes sobre qué cosas se podían hacer y cuáles no. “No hables en el comedor porque escuchan los vecinos”, decía uno. “Cada vez que viene un trabajador le decís que tengo que estar yo porque después la gente hace comentarios”, se leyó en otro.
El fiscal Juárez descubrió que el motivo por el cual Cristian C. maltrataba a su madre y la llevaba al extremo de la desesperación y la angustia era económico. “El hombre quería vender la casa familiar en la que vivían para luego comprar una casilla y quedarse con la diferencia. Obligaba a su madre con golpes y amenazas para que firme. La operación estuvo a punto de concretarse cuando logramos rescatarla”, explican investigadores del caso.
Una de las amenazas era recordada por la víctima. Su hijo le dijo una noche: “Firmás o te apuñalo”.
Con todos los elementos sobre su escritorio, el fiscal decidió acusar al hijo de la señora por un delito grave: privación ilegítima de la libertad coactiva agravada por tratarse de la víctima de un ascendente, mayor de 70 años de edad en concurso ideal con abandono de persona agravado por el vínculo”.
La pena que podría caberle ascendería a los 15 años de prisión. Pero eso no sucederá. La justicia determinó que es inimputable.
Un informe psicológico efectuado al victimario asegura que “Presenta una personalidad psicótica desorganizada con rasgos delirantes de tipo paranoide, produciendo conductas de tipo defensivas, de encierro, de cuidado extremo, viendo el entorno como algo amenazante hacia su persona”. Además agrega que “No pudo comprender la criminalidad del acto y dirigir sus acciones de acuerdo a esa comprensión al momento del hecho. No se encuentra en condiciones de afrontar el presente proceso penal”.
A raíz de esta situación, el fiscal Juárez le solicitó al juez de la causa la internación involuntaria del imputado en una prisión con un área para personas con trastornos mentales. El magistrado aceptó el pedido y Cristian C. fue enviado a la Unidad N° 10 de Melchor Romero donde funciona un neuropsiquiátrico.
“Deberá quedar alojado ahí sin posibilidades de salir. A veces este tipo de internaciones son peores que una condena porque no tienen una fecha de finalización”, explica un experto en ese tipo de casos.
En los últimos días, se agregaron al expediente más declaraciones de la mujer secuestrada y maltratada. Sus palabras son angustiantes. Reflejan crudamente el sufrimiento, la angustia y el dolor que dejó marcado en su vida lo que le hizo su hijo.
“Me siento sola. No puedo hacer mandados, cocino mal, tengo miedo de dormir, estoy angustiada. Extraño y no sé lo que extraño. No tengo familia, estoy sola en el mundo. Estoy así desde que Cristian me empezó a pegar. Nunca se arrepintió de nada. Vivo por vivir. Soy como un ser muerto”.
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