La cabina de un avión puede significar todo o nada al mismo tiempo. Para la mayoría es un espacio frío con botones, palancas y relojes desde donde simplemente se maneja una aeronave. Pero para el piloto Gustavo Giménez es, quizás, el lugar más especial del mundo.
Allí le enseñó a su hijo Julián a amar la profesión y le transmitió sus conocimientos hasta convertirlo, también, en piloto de Aerolíneas Argentinas. Y hoy, ese habitáculo es el espacio en el cual puede conectar, reencontrarse y hasta sentir que está junto a ese hijo que, hace exactamente un mes, murió luego de haber sido atropellado, adrede, por el abogado Santiago Massini en Vicente López. Por el hecho, la Justicia aún busca al responsable que está acusado de homicidio simple y puede tener un pena de hasta 25 años.
“Ya hice un vuelo después de la muerte de Julián y sentí que lo hacía en comunión con él. Realmente me cuesta lo cotidiano, lo de todos los días pero hacer un vuelo me hizo bien porque sentí que volamos juntos”, le dice Gustavo a Infobae mientras saborea el último café antes de que lo pase a buscar el remise que lo llevará al aeropuerto de Ezeiza para volar a Miami.
“A él y a mí nos encanta lo que hacemos y eso me da la oportunidad de hacerlo en paz. Era nuestro lugar, por eso no me cuesta volar, porque sé que él está conmigo”, dice con los ojos ya enrojecidos.
Gustavo aclara que no tiene problemas en hablar de todos los aspectos referidos a la muerte de su hijo pero hace una salvedad. No quiere ver el video de la cámara de seguridad donde se capta el momento en que Julián Giménez es atropellado por Massini. Nunca lo hizo ni quiere hacerlo.
“Lo miró y analizó quien tenía que hacerlo, que es el fiscal”, asegura.
El fiscal Martín Gómez, quien comanda la investigación, tomó esas imágenes como centrales para la acusación. Allí se puede seguir toda la secuencia del 4 de agosto que derivó en el asesinato. Primero una discusión de tránsito entre Julián, que iba en su moto, y el abogado Massini, que manejaba su camioneta Ranger junto a su esposa embarazada. Luego, ya sobre las vías del tren Mitre, en la estación Florida, el joven piloto le da un manotazo al espejo retrovisor del vehículo y Massini, sin medir consecuencias, lo pasa por encima.
“Llegamos al lugar y mi hijo todavía estaba consciente. Hablaba. Varios me lo señalaron a Massini y me dijeron que era el de campera celeste. Yo me acerqué muy enojado pero mi otro hijo, Leandro, me cuidó para que no haga ninguna locura. Dios me iluminó y no hice nada. Me enfoqué en mi hijo que estaba tirado en la vereda”, recuerda Gustavo.
-¿Qué hacía Massini mientras Julián agonizaba en el piso?
-Miraba para los costados, como buscando que alguien lo proteja. La policía impedía que la gente se le acerque diciendo que estaba con una mujer embarazada. “Yo no sé nada”, decía cada tanto.
-¿Pudiste hablar con tu hijo antes de que se lo lleve la ambulancia?
-Si, fue la última vez que hablé con él. Estaba también su madre. Nos pedía perdón. Nos miró a los ojos a los dos y nos dijo ´los amo´. Nosotros le decíamos que también lo amábamos. Eso fue lo último que hablé con mi hijo. Para mí fue un gran alivio saber que pudimos tener esas últimas palabras.
Julián luchó 20 días por su vida, primero en el Hospital Vicente López y luego en la Clínica Olivos. “Estaba realmente muy mal. Tenía el hígado destruido, contusiones en los pulmones, era muy difícil que lo pudiera superar y no pudo. Si bien estuvimos con él todo el tiempo, nunca más estuvo consciente porque apenas llegó lo sedaron y le pusieron un respirador para poder trabajarlo bien pero no despertó más”, recuerda Gustavo.
En esos primeros días de agosto, mientras Julián peleaba por su vida, el abogado Santiago Massini se adentraba en la clandestinidad. Cuando el fiscal Gómez caratuló la causa, en ese momento, como intento de homicidio, y fueron a buscarlo a su domicilio de Vicente López, el acusado ya no estaba. En su departamento los oficiales sólo encontraron a su esposa embarazada.
El 24 de ese mes, cuando el joven piloto murió, la causa cambió su calificación a homicidio simple, que prevé una pena que va de los 8 a los 25 años de cárcel. Massini lleva prófugo de la Justicia 50 días. Su abogado, Diego Szpigiel, asegura que no se entregará por el momento.
Según confirmaron a este medio fuentes con acceso al expediente, no se descarta que haya salido del país. Investigadores afirman que no hay ninguna cámara que lo haya tomado, aunque en este tipo de búsquedas el hermetismo es clave para dar con el prófugo. Mientras tanto, la defensa de Massini, apeló la negativa a la eximición de prisión y en los próximos días deberá resolver la Cámara de Casación bonaerense.
Pero los Giménez están lejos de los pormenores del expediente. Para ellos nunca fue un eje primordial la búsqueda del acusado. Ni cuando acompañaban a Julián en sus últimos días de vida ni muchos menos ahora. Quieren Justicia pero no abocar su vida a esa pelea. Gustavo lo explica con claridad: “No es un norte que tengamos nosotros como familia. Si bien queremos que el señor este se presente, no es lo que nos mueve. Ya a nosotros no nos va a cambiar lo que perdimos”.
-Más allá de que están con la cabeza en otra cosa ¿Qué sentimientos se le tiene a una persona que te mató a un hijo?
-A veces hay cosas que están dentro del destino de una familia o de la gente. No nos queremos montar arriba del enojo ni de la bronca porque no lleva a nada. Me han puesto ejemplos de “¿si te lo traen acá, qué le haces?”. Y yo no me voy a manchar las manos de sangre ni por venganza, ni por bronca o enojo. Fue una desgracia esto. Sin dudas.
-No es común en los familiares de las víctimas que se use la palabra “desgracia”. Más cuando estamos hablando de un asesinato.
-La desgracia fue cruzarnos con un asesino que tiene que estar preso. Para que entiendas, no nos interesa nada de la vida de esta persona. No quiero nada de él. Ni siquiera se presentó los primeros días diciendo que estaba arrepentido o algo así. Pero hay que creer en el destino de las cosas. Julián se cruzó con esta persona, pasó lo que pasó y terminó mal. Pero no quiero que mis días pasen envueltos en la bronca de algo que no se va a poder resolver. Hoy mi hija nos contó que vamos a ser abuelos de una nena. Tenemos la cabeza en eso.
Antes de finalizar la entrevista, Gustavo pide un minuto más. Quiere decir lo último antes de partir rumbo a Ezeiza, ponerse el traje de piloto y entrar a la cabina que lo acercará, como ningún otro lugar, a su hijo Julián.
“Todo esto es como tener una espina clavada en el corazón y si viene mañana Dios a decirte que te la saca, que te quita los recuerdos y te alivia ese dolor le diría que no, porque eso es lo que sigo compartiendo con mi hijo. Esa espina se cubre con amor. Dentro de muchos años me voy a reencontrar con él. Es sólo cuestión de tiempo”.
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