Siempre se trata de un detalle. A Rodolfo Suárez lo conocen por sus delitos aberrantes, pero lo recuerdan por su maniquí.
Estaba allí cuando la Policía de la Ciudad irrumpió en noviembre de 2019 en su departamento de la calle José Bonifacio en Flores, un viejo modelo de los 80s, la cara y el cuerpo de un chico, pero vestido con un jumper cuadrillé de colegiala, bajo un foco de luz en un rincón junto a las viejas cortinas, en su casa que era un santuario de cosas horribles.
Suárez, jubilado del PAMI, ex suboficial de la Policía Federal que dejó las filas de la fuerza en 1995 cuando decidió retirarse, había llevado una de sus tantas computadoras a reparar a un local de informática de su barrio en febrero de ese año. El empleado que lo atendió tomó la máquina. Curioso, quizás, deambuló un poco entre los archivos de las carpetas. Encontró un backup y vio los contenidos. El empleado hizo una copia. Luego, llamó a la Policía de la Ciudad y entregó el material.
En el disco rígido se encontraron más de 11 mil imágenes. Dos mil de ellas eran fotos y videos de pornografía infantil, mostraban a menores desde cuatro meses a 14 años. Uno de esos videos era particularmente perturbador. No era nuevo, se veía un poco viejo, de hace al menos 15 años. Mostraba a una chica de trece años en un guardapolvo blanco que simulaba llegar del colegio a su casa. La chica dejaba su mochila en una silla, se quitaba el guardapolvo y toda su ropa para entrar a una ducha, desnuda. Suárez, o quien haya filmado, la obliga a posar, a exhibirse, una depredación en vivo, un esfuerzo de producción para retratar un abuso sexual infantil.
Así, la división Cibercrimen de la Policía de la Ciudad comenzó una investigación a cargo del Juzgado Nº 33 del doctor Darío Bonnano.
Suárez fue distinto desde el comienzo. Las redadas de fuerzas de seguridad por delitos de pornografía infantil no suelen esconder grandes esquemas, sus blancos son en general hombres solos en casas sucias que comparten archivos que encontraron en viejas redes P2P como eMule, o envíos de grupos de Telegram. Producir el material, sin embargo, no es algo tan frecuente. Ricardo Russo, el ex pediatra del Garrahan condenado a diez años de cárcel por filmar a sus pacientes, niñas que acudían a su consultorio con sus madres, aprovechaba con su teléfono la intimidad de esa consulta, filmaba chicos que corrían desnudos en la playa sin que nadie lo notara. Suárez, en cambio, había hecho de su deseo una pequeña y mediana empresa. Bonnano y la Policía porteña se encontraban con uno de los mayores lobos de uno de los peores delitos del Código Penal, un pedófilo que operaba a una escala casi desconocida para la Justicia.
Ninguno en la historia argentina reciente había filmado tanto como él.
Le encontraron en su departamento un estudio de filmación con todo el material necesario, cámaras y equipos de grabación. Había dispositivos digitales, equipos de radio UHF, filmadoras, casetes miniDV, equipos para digitalizar cintas VHS, además de dos pistolas, una de ellas con la numeración limada. Había dentro del departamento una pila de posters de Patito Feo, la serie infantil. Y ese era el truco. Aseguraba que realizaba castings para entrar en la popular serie, con un perfil falso de Facebook que sigue online hasta hoy.
De todas esas víctimas, cuatro fueron identificadas, incluida la nena del guardapolvo blanco que se ve en el video, filmado aproximadamente en 2002. La Justicia logró identificar una dirección en las imágenes, al encontrar un pequeño plano que mostraba el frente de una casa. No solo eso: una caja de VHS tenía el nombre y la edad de la menor.
Suárez se negó a declarar en sus tres oportunidades para ser indagado y ante el tribunal que lo juzgó. Este mes, Suárez fue finalmente condenado: el Tribunal en lo Criminal y Correccional N°8, con los jueces Josefina Cano Frers, Javier Anzoátegui y Luis María Rizzi le dio 14 años de cárcel por los delitos de corrupción de menores además de producción y tenencia de pornografía infantil.
Los testimonios de esas cuatro víctimas fueron la clave para encarcelarlo. La Justicia encontró a la nena del guardapolvo blanco. Hoy, ya adulta, habló. Lo recordaba todo.
Su relato fue una pieza central en el alegato de la fiscal Ana Helena Díaz Cano. La víctima aseguró que conoció a Suárez por ser amigo de su abuelo paterno. Cuando tenía 12 años, el ex policía le comentó a su familia que tenía “contactos para castings de televisión en Canal 9 y Canal 2,y que era el guardaespaldas de las hijas de Tinelli”, que “tenía contacto con la protagonista de Patito Feo”. Así, accedió a que le tomara fotos.
No recordaba la situación en la ducha. Aceptó ver el video. Se reconoció a ella misma de forma inequívoca. También, se encontró otro detalle. Entre los domicilios registrados en la AFIP de Suárez estaba la casa de Lomas del Mirador donde filmó el ataque. Las caras de las víctimas también fueron confirmadas mediante una técnica de mapeo facial forense.
La investigación reveló cómo Suárez cruzó ciertos límites que otros pederastas no osan tocar, subir un video a Youtube, por ejemplo. El fallo que fundamente la condena recuerda un material subido desde la cuenta de su nombre falso el 9 de agosto de 2017. Dura 4 minutos y 23 segundos, “donde se ve a una niña de entre 7 y 10 años de edad, filmada por una persona que ella no ve mientras realiza movimientos de destreza, como vueltas tipo medialuna”, afirma el documento.
Parecería el video de un abuelo orgulloso, pero el foco de la lente está en la ropa interior de la menor. Subir ese video se convirtió en una acusación aparte, por la que fue absuelto.
Los planteos de la defensa de Suárez, pedidos de nulidad y prescripción, tampoco prosperaron. La extensión en el tiempo de los delitos que le imputan al ex policía es otro punto: datan, al menos, del año 2000 según la imputación. El material encontrado puede ser visto de forma geológica, capas y capas de imágenes que datan de diversas épocas y lugares, una historia apilada de la pedofilia argentina. Eso prueba una sola cosa: que las imágenes de abusos nunca se van, que persisten en algún lado, atesoradas por alguien que eterniza la violación de una chica o chico como su joya privada.
La pena de Suárez se considerará cumplida en septiembre de 2033, al filo de sus 85 años de edad.
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