Lin Lifeng posó con cierta paz para el fotógrafo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria que le hizo sostener el cartel de rigor con su nombre y el número de la nueva causa en su contra. Quizás era la costumbre: era la tercera vez que lo arrestaban este año.
Supermercadista en los papeles, Lifeng en realidad se dedica a otra cosa, si las acusaciones en su contra son ciertas. Es, para ciertos sectores de la comunidad china, un hombre del entretenimiento. Solía regentear un karaoke que realizó fiestas clandestinas durante la pandemia en la calle Olazábal al 1600, territorio del Barrio Chino, donde chicos y chicas asiáticos se reunían a bailar sin barbijo entre pequeñas bolsas de ketamina o pipas de metanfetamina cristal en los bolsillos, clausurado dos veces este año por la Policía de la Ciudad.
Lin salía de la celda y regresaba para hacer todo otra vez. Solía regentear otro karaoke en la calle Lavalle, que la Federal allanó años atrás para encontrar otra fiesta de asiáticos con pipas químicas, cocaína y prostitutas de varias nacionalidades. Lo vincularon también a otro punto caliente de la zona, una cueva en la calle Julián Álvarez donde funcionó un casino clandestino de mesas de poker y mahjong detrás de una puerta roja, un negocio de alta recaudación.
Esta vez, Lifeng fue detenido en un pequeño apart hotel de la calle Moreno con 97 pastillas de éxtasis, tres pipas de vidrio, una balanza, una espátula. El casino fue allanado por la PSA: encontraron 232 mil dólares y más de dos millones de pesos, más una máquina de contar plata. El local de Lavalle también, con algunas bolsas de cocaína. Otros dos hombres de su comunidad fueron arrestados en el marco de la causa, también se les incautaron autos de alta gama, metanfetamina cristal y efectivo. Pero también cayó un hombre de nacionalidad argentina, encontrado en un supermercado chino de la calle Corrientes. Hubo 16 allanamientos: se encontraron más de 23 millones de pesos.
Pero la jugada que llevó al nuevo arresto no era la noche clandestina, sino algo más oscuro: contrabando internacional de droga, 1162 gramos de cocaína enviados a Australia que según investigadores podían llegar a convertirse en 250 mil dólares en Oceanía, más de 46 millones de pesos.
El hampa de la comunidad china suele recibir droga más que enviarla. Su ruta de contrabando de correo privado sirve para alimentar su uso de metanfetamina cristal, la única boca de expendio conocida de una de las drogas más consumidas del planeta en el Cono Sur. Enviar cocaína disimulada por correo supo ser un negocio de miembros de la comunidad nigeriana, con polvo de más de 85 por ciento de pureza enviado desde puntos como Avellaneda o San Telmo hasta Tailandia o China misma. Esta vez, con una causa a cargo del juez Pablo Yadarola, en donde participó la PROCUNAR, el llamado rey chino de la noche -según la acusación en su contra- hizo su jugada de máximo lucro. Pero hubo un error en el camino. Algo ocurrió.
La investigación comenzó el 19 de julio en la terminal de cargas de Ezeiza, una bomba sumergible con droga. Esa fue la primera alerta que llevó a los sospechosos. Luego, hubo dos intentos de envíos más, que fueron controlados por la Justicia. Primero, un radiador despachado a un hombre chino en la ciudad de Reservoir dentro de una caja de whisky mediante correo privado. El remitente era una persona real, un argentino de 28 años, dedicado en los papeles al negocio de las financieras, ex empleado de un estacionamiento. Otro envío fue interceptado, polvo enviado a Melbourne, mismo remitente.
Así, se realizó una entrega controlada, lo que llevó al arresto de los imputados. José Glinsky, director nacional de la PSA, explica: “El valor del kilo de esta sustancia en la Argentina promedia los 7.000 dólares, en España ronda los 40.000 y en Australia puede ascender hasta los 250.000 dólares, es decir que puede cuatriplicar y hasta sextuplicar ese monto”.
Para la Justicia y para la PSA, Lifeng habría sido el encargado de entregarle las cajas al encargado de enviarlas a Australia: fue visto por las autoridades en el seguimiento encubierto al correo privado.
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