La Justicia determinó a quién corresponde el cadáver calcinado encontrado en la ribera de Quilmes

En enero de este año, un grupo de bomberos llegó a la costa de la zona para apagar un incendio. Se encontraron con un esqueleto ennegrecido por las llamas. Siete meses después, la fiscal Karina Gallo recibió la pericia de ADN que confirma sus sospechas. El otro cuerpo que sigue sin ser hallado

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Imagen ilustrativa: la ribera de Quilmes, donde fue encontrado el cuerpo (FM Sur 88.9 162)
Imagen ilustrativa: la ribera de Quilmes, donde fue encontrado el cuerpo (FM Sur 88.9 162)

La historia es tan simple como horrenda:

El 7 de enero por la tarde, en el cruce de Yoldi y Echeverría en Quilmes, en una zona de pajonales en la ribera, los bomberos voluntarios locales fueron alertados de un incendio por radio.

Ingresaron al lugar y fueron por las llamas. En medio de su labor, uno de ellos sintió algo que le crujía bajo sus botas de goma. Así, llamaron a la Policía Bonaerense, con efectivos de la Comisaría 1° de la jurisdicción que llegaron al lugar: en medio de los pastos altos había un cadáver calcinado, un esqueleto ennegrecido. Las llamas llegaron directamente hasta los huesos, con unos fragmentos de ropa todavía a su alrededor.

La UFI N° 4 de la zona con la fiscal Karina Gallo encabezó la investigación del caso, calificada en un comienzo como como averiguación de causales de muerte. El cuerpo no fue identificado. Estaba completo, sin signos de mutilaciones previas, pero en un comienzo siquiera si se pudo establecer si era masculino o femenino, así como qué se empleó para producir el fuego, algo que hasta ahora también se desconoce. Gallo esperó los resultados de la autopsia al cuerpo con la idea de recuperar tejidos para un posible cotejo genético mientras cruzó búsquedas de paradero de los últimos meses.

De este modo llegó a un nombre: Ramón Vicente Galeano, alias “Oreja” o “Pachu”, 42 años, vecino de la zona, que había desaparecido poco antes de la Navidad pasada. Sus familiares y allegados reclamaron por su aparición ante los tribunales quilmeños. Según su propia familia, en un caso que también investiga la fiscal Gallo, tuvo una violenta pelea en un barrio cercano a la Ribera, donde solía pescar.

Hoy la causa cambia de calificación y se convierte en un homicidio. Gallo recibió este miércoles los resultados del estudio de ADN al cuerpo realizado por la Asesoría Pericial de la Procuración. El cadáver de la ribera le corresponde efectivamente a Galeano. Pero lo que la fiscal desconoce es por qué lo mataron, o cómo.

Ramón Galeano, el pescador asesinado.
Ramón Galeano, el pescador asesinado.

Por lo pronto, en el expediente no se encuentra acreditado el lugar del crimen, o siquiera el móvil. La versión de la pelea barrial es tan solo un rumor de tercera mano que le llegó a la familia del pescador. La historia completa, según fuentes del caso, indica que Galeano fue golpeado brutalmente en medio de una discusión, la cual no se sabe por qué se originó, y que fue llevado a la ribera.

Sus asesinos, se cree, ni siquiera lo daban por muerto; apenas lo abandonaron allí. Luego, días después, con el cuerpo ya descompuesto por el calor, lo rociaron con nafta y lo dejaron arder, lo que atrajo a los bomberos.

Hubo una sospecha obvia al comienzo, con un cuerpo que tampoco fue encontrado hasta hoy: el esqueleto correspondería al abogado y prestamista Salvador Altamura, desaparecido desde el 13 de julio. Rubén Darío Dening, su amigo, empresario, fue considerado el principal sospechoso: fue encontrado con dólares y más de 780 mil pesos ocultos entre sus piernas mientras intentaba ingresar a Entre Ríos en bicicleta, tras cruzar el puente de Zárate-Brazo Largo y llegar a la Isla de Ibicuy. Allí intentó coimear a los agentes para que lo dejaran seguir, pero lo arrestaron, imputado también por la coima.

Salvador Altamura.
Salvador Altamura.

Luego, hubo otro detenido en marzo de este año, con el esqueleto de la ribera ya bajo estudio.

Sin embargo, ningún testigo o imputado contó qué pasó con Altamura, ya considerado muerto por la Justicia.

Gallo tenía un candidato evidente al comienzo del caso. Sin embargo, el esqueleto no correspondía a Altamura, algo descartado desde el primer momento. Se dieron cuenta por un detalle básico: la estatura. Altamura, pudo constatar Gallo, era considerablemente más bajo que el cuerpo encontrado. El cadáver sigue sin aparecer hasta hoy. Los detenidos no dicen nada.

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