Victoria Carrión no recuerda cuándo fue la primera vez que estuvo en el río o que empezó a practicar canotaje. “Me crié en el agua”, dice a Infobae desde su casa en la ciudad de Viedma, provincia de Río Negro. Su madre, la palista Ana Navarro, remaba con ella en la panza.
Ahora, a sus 20 -y apenas un año después de la denuncia por abuso sexual que presentó contra el padre de un reconocido remero de la ciudad bonaerense de Carmen de Patagones, donde nació y vivió toda su vida- el agua y la canoa siguen presentes: “Trato de pasar el día a día porque siento que me ahogo”, explica. “Pero acá estoy, remándola”.
En julio pasado, Victoria se presentó en la UFI N°14 de Bahía Blanca especializada en delitos sexuales a denunciar que ella y otras alumnas de la Escuela Municipal de Canotaje de Carmen de Patagones habían sido abusadas por Aldo Pinta, padre del reconocido palista Néstor “El Piri” Pinta, que fue su entrenador entre 2015 y 2016, a sus 14 y 15 años de edad.
Sin embargo, días antes de que se presentara formalmente la denuncia, Aldo Pinta fue encontrado muerto en su casa con un disparo, presuntamente autoinfligido, en el pecho y, ante su fallecimiento, la acción penal que se le endilgaba quedó extinta.
Pero la investigación se enfocó en su hijo, “El Piri” Pinta, campeón mundial de canotaje, que para entonces se desempeñaba como director municipal de Deportes, bajo el gobierno del intendente José Luis Zara, y renunció al puesto cuando se presentó la denuncia.
“El Piri era mi ídolo”, explica en diálogo con Infobae Victoria, que como hija de palista y apasionada por la disciplina se relacionó toda su vida con la familia Pinta: “Néstor estuvo en mi primer añito, en mi fiesta de 15, en los cumpleaños de mi madre y de mi padre. Imaginate que cuando bailé el vals, después de mi padre, mi hermano y mi abuelo, pasó él”.
En 2015, Néstor le propuso a los padres de Victoria que la joven, en ese entonces de 14 años, fuera a entrenar a la escuela municipal de Carmen de Patagones, que hoy todavía lleva su nombre.
“Yo lo tomaba como un padre. Mis padres accedieron por la historia de amistad con la familia y por su historia deportiva”, recuerda Victoria. “Arranqué a entrenar ahí en noviembre del 2015. Yo salía del colegio, almorzaba y a las dos de la tarde me iba a remar. Después Néstor nos llevaba en su Jeep a merendar y entrenar en la casa de sus padres, donde también vivía él y estaba su gimnasio. El primer día que llegué me llamó la atención ver salir a una de mis compañeras de la habitación de los padres de Néstor. Pero al otro día, la que pasó a la habitación fui yo. Desde ese día y durante un año y medio fui abusada por el padre de Néstor”.
Victoria habla de una especie de “ritual”. Las alumnas llegaban a la casa de Néstor, tomaban mate con facturas y entrenaban en el gimnasio. En ese momento, de acuerdo al relato de la víctima, Aldo las hacía pasar a la habitación para “sacarles las tensiones”. Lo que hacía, sin embargo, siempre según la denuncia de la víctima, era pasarles una botella por el cuerpo y realizar tocamientos en sus genitales.
“Era cotidiano, era algo de todos los días. Literalmente un desfile de niñas entrando a una habitación con una persona que cerraba la puerta y estaba 10 minutos tocándote y eructando”, cuenta Victoria. “Era salir de la habitación completamente perturbada, sintiéndome sucia, con la cabeza gacha”.
Su peor recuerdo son los días de invierno o de lluvia, cuando Néstor compraba facturas “carasucia” (o tortitas negras) para tomar el mate y el padre aprovechaba para hacer pasar una a una a todas las alumnas. Victoria las asocia con ese recuerdo que todavía está trabajando para poder eliminar: “Es el día de hoy que no puedo ni olerlas”.
La fiscal Marina Lara aún no le imputó ningún delito a Néstor Pinta, pero el atleta aún continúa siendo investigado en el marco de la causa, en la que ya declararon otras ex alumnas que avalaron lo relatado por Victoria, según indicó a este medio una fuente cercana al expediente.
“Yo no tengo dudas. No hay forma de que el padre de Néstor hubiese abusado sin el respaldo y el encubrimiento de Néstor”, dice la joven. “Por ahí estábamos en el gimnasio, te daban ganas de ir al baño y en el camino te interceptaba el padre para meterte en la habitación ¿Néstor no se preguntaba dónde estábamos o por qué tardábamos tanto?”.
“Creo que hay diferentes puntos a tener en cuenta desde lo simbólico”, señala en ese sentido la abogada María Fernanda Petersen, que representa a Victoria. “La confianza que Pinta tenía como referente deportivo no solo para con las alumnas sino en la población en general y, por otro lado, como responsable de esa escuela de canotaje. Estaba presente en el lugar y en los momentos que se cometía los abusos, por eso creo hay elementos para avanzar en la imputación”.
A un año de su denuncia, mientras la investigación continúa, Victoria recibe asistencia psicológica, sigue entrenando al otro lado del río, en Viedma, y se graduó como técnica universitaria en Deportes en la Universidad de Río Negro.
“A nivel personal sigo remándola, sobreviviendo como mujer, que es lo que se me hace más difícil en un pueblo tan chico”, dice. “Te catalogan como víctima y ya no podés salir. En eso sigo mucho a Thelma Fardin y la tomo como una referente: te piden que seas la víctima perfecta, que no puedas salir a tomar algo, sonreir en una foto, porque mostrás que ‘estás bien’. Hay muchas cosas de atrás de una persona que sufre un abuso que son tristísimas. Aunque una trata de pasar el día a día, todavía siento que me ahogo”.
“Lo que más quiero es que no vuelva a ocurrir”, concluye Victoria. Esto pasa en muchos lugares. El deporte tiene que ser sano, no que vayas con la intención de disfrutar y se vuelva un infierno”.
Fotos: Pablo Leguizamón
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