El grupo Malón decía en una vieja canción de música heavy metal: “Cuidate si andás por la calle, la yuta te puede cazar”. Parece anacrónico cantarla 25 años después, una canción supuestamente escrita para otros tiempos. También parece anacrónico que una nueva generación tenga que aceptar la posibilidad de morir por una bala policial en medio de la noche, sin provocación, sin haber disparado primero, recibirla simplemente por estar ahí, por ser.
El 6 de agosto de 2020 por la noche, Blas Correas se convirtió en el mártir de su lugar y tiempo y de su generación, como lo fueron Miguel Bru, Javier “El Colo” Rojas o Walter Bulacio, como los chicos de la masacre de San Miguel de Monte, cuando un grupo de policías lo mató de un tiro por la espalda al abrir fuego contra el Fiat Argo con el que viajaba con un grupo de amigos en la ciudad de Córdoba. La policía disparó al menos cuatro veces: la bala que le quitó la vida ingresó por la luneta, para impactar en el asiento trasero. Tenía apenas 17 años.
La excusa oficial era que Blas y sus amigos habían supuesto evadido un control, que esos disparos eran un mero exceso. Un arma apareció en el lugar del hecho, una prueba supuestamente incriminatoria. Cuatro meses después, Wanda Esquivel, una de las treces policías imputadas por el hecho en la investigación del fiscal José Mana se quebró y lo dijo: esa arma, según su relato ante la Justicia, fue plantada por orden del cabo Javier Alarcón, el principal imputado del caso junto con el cabo Lucas Gómez, acusado de ser el tirador. La defensa de Alarcón disputó la versión, aseguró que ofrecería pruebas para refutarla.
Hoy, la causa está elevada a juicio, con un comienzo de proceso aún sin fecha. No solo trece policías enfrentan su parte en el homicidio agravado. Tres profesionales de la salud de la clínica Aconcagua acusados de negarles atención a Blas y a sus amigos fueron imputados por abandono de persona. Y en el medio, está la madre de Blas, atravesada, en pie. Estaba embarazada cuando la policía cordobesa asesinó a su hijo. Fue madre el siguiente abril. Su hija se llama Martina, un nombre que Blas había elegido originalmente para una de sus hermanas.
Así, Soledad encabezó la pelea y la protesta. Muchos en Córdoba capital y en las redes sociales fueron a las calles. La remera con su cara y el hashtag para pedir justicia por el crimen perduraron: las marchas en 2020 fueron masivas. El crimen de Blas había tocado un nervio. La pelea sigue hasta hoy: este viernes a las 18, la familia de Blas cita a otra marcha de silencio en Colón y General Paz, bajo la consigna de tomar distancia y usar barbijo.
En un hotel porteño, semanas antes, Soledad recibe a Infobae.
¿Cómo te sentís?
Triste, pero con mucha fuerza. La verdad, la tristeza es cada día peor. Uno se cree que a medida que pasa el tiempo eso disminuye, pero en realidad uno intenta aprender a vivir sin Blas. Es lo único que queda, con ayuda de mi psicóloga, la familia, mis hijos me dan fuerza, mi marido. Como se puede, pero convencida de que no me puedo callar y seguir luchando.
El fiscal José Mana pidió la elevación a juicio de los 16 imputados. Puede ser un camino largo hasta el juicio comience.
Me reuní una sola vez con Mana. Le pedí que fuera hasta el final. Esa es la expectativa que tengo. Me sorprendió la elevación juicio tan rápida. Esta rapidez me hace pensar que, a lo mejor, no quisieron ir llegar más arriba. Tengo el resto que me quede de vida para encontrar al último responsable.
¿Creés que hay una responsabilidad política por el asesinato de tu hijo?
Estoy convencida, desde el primer día. Vos lo dijiste. Con la cantidad de imputados que hay, por acción o por omisión, el Gobierno es responsable. Son los principales responsables.
¿Creés que hubo una cultura en la Policía de la provincia que permitió cometer un crimen tan alevoso?
No la hubo: la hay. Los policías que están en la calle en Córdoba son criados por este gobierno. Uno sale a la calle y los ve empoderados, gente que tiene un arma y no está preparada. No hablo de todos. Si no, no estaría sentada acá en la lucha. Existen buenos. Pero a los buenos, si denuncian, los corren. Está esta cultura de manejarse con impunidad.
Recuerdo las marchas que ganaron la calle, lo que se gritaba en redes sociales. ¿Qué crees que movilizó en la sociedad cordobesa el asesinato de tu hijo?
Sentir que le puede pasar a cualquiera. Creo que hasta ese momento, lamentablemente, y hago ese mea culpa, veía este tipo de casos alejados, a lo lejos. Blas mostró que le puede pasar a cualquiera. Muchos se sintieron identificados. Muchas mamás dijeron: “Podría haber sido mi hijo”. Muchos chicos dijeron: “Podría haber sido yo”. Por eso tanta gente acompaña, porque puede ser cualquiera. Quedó más que demostrado que no se distingue nada, raza, color, nivel social. Nosotros de clase media trabajadora. Un día le di un beso a mi hijo y al otro me lo devolvieron en un cajón. No estaba en ninguno de mis planes que la Policía me mate a mi hijo. Yo luchaba contra la inseguridad. Y resulta que los que tenían que cuidarme de la inseguridad me lo mataron.
Hay videos en que se ve el momento del hecho.
Nunca quise ver el expediente. Me invitaron, pero no estaba preparada. Sentía que no podía. Mi hijo mayor fue. Si quedaba una duda dentro de su corazón de lo que había sucedido, no le quedó más. Las cámaras muestran que hay dos móviles que esperan a los autos, los policías con las armas en la mano.
¿Con qué te encontraste cuando comenzó tu reclamo? ¿Cómo te recibió el poder político?
Con silencio. El asesinato de Blas fue a las 12 y pico de la noche. Nadie me avisó. Me avisa una hija de mi hijo mayor que había sucedido algo. Pensé que era un robo. Había muchísimas cámaras por todos lados, pero nadie me dio una explicación desde la Policía. Me hicieron ir y venir. Me enteré a las 4 de la mañana por uno de los papás de los chicos que a Blas lo había matado la Policía. Del Gobierno hubo un silencio total. Pedí públicamente hablar con el gobernador. No me contestó. El ministro de Seguridad a los once días me mandó un mensaje de texto dándole las condolencias. De la sociedad, en cambio, no puedo estar más que agradecida, de conocidos y desconocidos, pidiéndome que no baje los brazos. Lo llevo en el hombro, pero lo llevo con orgullo.
¿Se acercaron a vos otras madres y padres con hijos que murieron a causa de la violencia policial?
Sí, hay muchos. Formamos una comisión contra la violencia institucional con padres de Córdoba que están como yo, casos de los que se conoce poco y nada. La lucha tiene que ser en conjunto para demostrar que esta es una manera corporativa de operar, que no son diez locos con un arma. Ahora, para la marcha, los invité a marchar conmigo. Se cumple un año del crimen de mi hijo, pero siempre va a ser el aniversario del crimen de un pibe más.
video: Alejandro Beltrame
agradecemos al hotel Amerian por su colaboración en la realización de esta nota
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