La nueva generación de criminales que no deja de delinquir aún tras las rejas comienza a lanzarse, de a poco, hacia una nueva moda: las estafas y cuentos del tío que incluyen pornoextorsiones y engaños con perfiles falsos que incluyen varios relatos para captar efectivo en la calle o vaciar cuentas corrientes de home banking y redirigir el dinero. Los que cometen estas estafas son presos jóvenes, muchos ni siquiera con su primera condena, todavía a la espera de un juicio oral o un veredicto, sin una historia de raza en el hampa. Hay algunos asesinos, ladrones de poca monta, reconvertidos en cuenteros en sus pabellones. Siempre tienen una red de apoyo: familiares, amigos y cómplices participan en la jugada desde el exterior.
Es ciertamente una moda, dentro de un contexto general. Las estafas en general son el delito que más creció en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, con un aumento del 17% en las estadísticas del primer año de pandemia, según la Procuración provincial. Ya habían aumentado 50% en el período anterior, según la misma fuente.
Según datos de la Asociación Argentina de Lucha Contra el Cibercrimen (AALCC), los delitos de sextorsión vienen en constante aumento desde hace cinco años. En 2016 se registraron 49 hechos. En cambio, el año pasado hubo 151 denuncias en todo el país, lo que significa un incremento del 208% Que los presos delincan con celulares no es nuevo. Los secuestros y engaños virtuales a jubilados para robarles los dólares bajo el colchón, tampoco: se agudizaron en la pandemia, protagonizados con particular violencia por bandas de personas que pertenecen a la comunidad gitana.
Las nuevas historias son variadas. Pueden, por ejemplo, enviar una mujer para chatear con un anzuelo sexual para luego asegurar que esa mujer es una menor, y que la víctima, a menos que pague, tendrá una causa en su contra.
Así le ocurrió, por ejemplo, a la víctima emblema de la nueva modalidad, el folklorista Peteco Carabajal.
A mediados de julio, el músico santiagueño denunció en la Justicia de Moreno fue contactado a través de Facebook por una joven supuestamente llamada Carolina Gómez y en apariencia mayor de edad, según su foto de perfil. Carabajal comenzó a intercambiar mensajes de texto con la mujer y entró en confianza hasta que en un momento de la charla ella le envió fotos íntimas.
Al día siguiente, el cantante recibió una llamada en su teléfono. Era un hombre que se identificó como Ricardo Gutiérrez y que decía pertenecer a la brigada de ciberdelitos de la Policía Bonaerense. Esta persona le manifestó a Carabajal que habían detectado actividad inusual en su red social y que “estaba siendo investigado por corrupción de menores”, informaron fuentes policiales, dando a entender que la joven con quien había intercambiado mensajes era menor de edad.
En la comunicación, el presunto policía le hizo una propuesta a la víctima. “Le pidió que le deposite por una suma total de $100.000 pesos a una cuenta bancaria a nombre de una mujer, Malena Soledad Bustamante”, aseguraron fuentes del caos.
Así, comenzó una investigación a cargo de la fiscal Luisa Pontecorvo, que llegó hasta la Unidad N°39 del Servicio Penitenciario Bonaerense en Ituzaingó. Allí notificaron a Pedro Alejandro Godoy Fuentes, ciudadano chileno de 27 años, que ya estaba detenido en el marco de una causa que lleva adelante el Tribunal Oral Criminal Nº 5 de Morón por portación ilegal de arma de fuego de uso civil, violación de domicilio y encubrimiento simple. Otro cómplice fue arrestado en la zona.
El caso de Carabajal es muy similar al protagonizado en Chubut por Elba González, alias “La Pochola”, pareja de un detenido acusado de homicidio, que fue detenida a comienzos de julio en Puerto Madryn, acusada de haber extorsionado telefónicamente a un hombre con la intención de que le pagara 100 mil pesos a cambio de no publicar las fotos íntimas que presuntamente este le había enviado.
Un empresario de la zona recibió un llamado anónimo de un hombre que lo acusó de haberle enviado fotos íntimas a su supuesta hija. “Le mandaste fotos porno a mi hija, soy el padre. Te va a llamar mi abogado para arreglar”, le dijo el extorsionador a la víctima en esa comunicación. La víctima luego recibió el llamado del presunto abogado, que utilizaba como foto de perfil la foto de un ex juez. El falso letrado le exigió los 100 mil pesos y lo amenazó diciéndole que si no entregaba el dinero lo iban a detener.
Así, la víctima hizo la denuncia y la Policía de Chubut realizó una entregada controlada con un caso a cargo del fiscal Juan de la Vega. “La Pochola” apareció en la esquina designada para recolectar el botín y fue arrestada. Se desconocía al momento del arresto si era, efectivamente, la mujer de las fotos del engaño.
Puntualmente en Chubut, el año pasado se descubrió uno de los casos más llamativos. Presos del Instituto Penitenciario Provincial, que se encuentra ubicado a la vera de la Ruta Nacional Nº 3, entre las ciudades de Trelew y Puerto Madryn, utilizaban los nombres de conocidos abogados penalistas, jueces y fiscales generales de la provincia, para concretar los engaños y chantajes en los que cayeron varias víctimas.
En este caso, los internos usaban el método ya clásico: a través de perfiles falsos de Facebook se hacían pasar por mujeres jóvenes, a veces adolescentes, y se contactaban con sus víctimas, en general hombres mayores.
Esta semana, la Policía de Chubut y el fiscal de Puerto Madryn Daniel Báez fueron por otra banda que atacaba a chubutenses desde los penales de Bouwer y Cruz del Eje en Córdoba, liderada supuestamente por Mario Carpio, un hombre de 31 años, ex empleado municipal, preso por un homicidio según confirmaron fuentes del caso. Hubo 25 allanamientos en territorio cordobés. Se cree que la banda, según las denuncias recibidas, atacó a al menos 8 víctimas para recaudar cinco millones de pesos.
La víctima que dio origen al caso cayó con una curiosa nueva variante del truco. Usaban un señuelo: una falsa página de la empresa Andreani en Facebook. El hombre de Puerto Madryn compró un celular que debía llegar a la ciudad por medio de un envío de la empresa de correo. El teléfono no llegaba, así que el ciudadano afectado hizo un reclamo en lo que creía era la página oficial de Andreani. Allí encontró un número de contacto. Un tal “Leonardo Martínez”, con una línea registrada en la ciudad de Buenos Aires, le tomó el reclamo. Le pidió su DNI, el número de guía del seguimiento de envío. También, le pidió su usuario de Home Banking y su clave Token.
El hombre cayó en la trampa: le bloquearon su cuenta bancaria. Desesperado, fue al cajero a generar una clave de acceso. Al entrar, descubrió que los estafadores gestionaron un crédito con su banco por más de 1,1 millones de pesos y que redireccionaron el dinero a billeteras virtuales.
Tras la denuncia inicial, se ordenaron escuchas telefónicas y se registraron 23 conversaciones en las que los sospechosos detallan extracciones de dinero para adquirir teléfonos celulares y “ponerse a laburar” desde el pabellón.
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