Ayer por la noche, en medio de las fuertes restricciones para ingresar al país por temor a la variante Delta del coronavirus, dos pasajeros llegaron a Ezeiza en vuelo express desde Colombia. Eran dos hermanos, Steven Andrés y Cristian David. Volaron, un poco incómodos, con sus manos atadas por esposas y policías de la división Interpol de la Policía Federal custodiándolos en el trayecto.
Al aterrizar, fueron entregados a la Policía de la Ciudad, que los llevó a una celda para responder por una vieja cuenta pendiente. En los últimos quince años, los ladrones de nacionalidad colombiana hicieron de Buenos Aires su patio de juegos, especialistas en escruches y robos en efracción, en entrar a casas en silencio, o en robar autos bloqueando las señales de alarma con particulares trucos como inhibidores electrónicos de señales de alarma. Eran maestros en el uso de sus herramientas, sopletes de calor, ganzúas, barretas. Pero los hermanos tenían algo especial.
Como ladrones de alto vuelo, Steven Andrés y Cristian David compartían un gusto por los botines caros. Golpeaban en Puerto Madero, también en Belgrano, atacaron al menos ocho veces entre 2018 y 2019.
También tenían una herramienta distinta a todos los demás: un perro blanco, un pequeño bulldog francés.
La “Banda de los Paseaperros”, se los llamó en el hampa.
La técnica era simple: se paseaba al perro para hacer inteligencia o para que el paseador hiciera de campana en medio del asalto. Steven -alias “Enrique Alexander”- era el que lo paseaba, según la acusación en su contra del Juzgado N°6 a cargo de Alejandra Provitola, que requirió su extradición y la de su hermano. Ambos cayeron en 2020, delatados por un rastro en redes sociales, con un seguimiento de direcciones IP. Todo el resto de su banda ya había sido allanada, detenida, juzgada y condenada en primera instancia.
El 14 de julio de 2020, el Tribunal N°22 dictó penas para cinco acusados, cuatro de ellos mujeres, de nacionalidades argentinas y paraguayas. Era una organización familiar. Omar Ariel Ramos, los hermanos Alejandra, Mirna y Martín Duarte, Lourdes Míguez y Graciela Olindo, domiciliada en la Villa 31, recibieron penas de tres años, en suspenso o de efectivo cumplimiento, por diversos roles en la banda, bajo la calificación de conformar una asociación ilícita en concurso real con robo agravado por haberse cometido mediante escalamiento.
Algunos de ellos cayeron de forma tonta. Robaban fino, pero revendían grueso. Martín Duarte, por ejemplo, posteó una cámara Nikon, similar a una de las tres cámaras de la misma marca que la banda robó.
Steven Andrés había sido escurridizo desde el comienzo. Se sospecha que entró y salió varias veces entre Uruguay y Brasil desde 2014 a 2017 con un pasaporte falso, con su alias de Enrique Alexander, para entrar a la Argentina en 2017 vía Buquebus. Aquí, curiosamente, logró un DNI con su propio nombre, número 62 millones.
La causa lo ubica en la calle y con el perro desde el primer hecho, ocurrido en la calle Thompson en Caballito en octubre de 2018. Steven fue con el perro, tocó el timbre y chequeó la ausencia de moradores. La víctima fue un agrimensor de 71 años, hijo de una familia patricia, dedicado a desarrollos inmobiliarios. Uno de los ladrones le entró por el balcón y lo saqueó con brillo. El botín fue de $30 mil pesos, una cadena de oro con bolitas de tres tipos de oro, oro blanco, oro rojo y oro amarillo, una traba de corbata, también de oro, con cadena de seguridad con las iniciales de la víctima y unos gemelos de oro blanco con un brillante de tamaño rectangular en el centro.
El golpe siguiente que se les atribuye ocurrió el 21 de diciembre de ese año, cuando desvalijaron a un empresario en la calle Olazábal. Cristian David hizo su debut aquí. Lo esperó a Steven en la entrada del edificio, que llegó con el perro y le entregó una mochila. Luego, un Citröen C4 los pasó a buscar. Se llevaron dólares, euros y pesos en efectivo. El golpe más ambicioso de todos llegó menos de dos semanas después, cuando asaltaron el complejo Bayres Madero en Puerto Madero, cuatro blancos en total.
Steven, otra vez, llevó al perro. Golpearon cuatro departamentos en una sola noche. Lo que se llevaron fue todo de marca.
Atacaron en el primer piso, donde rompieron un vidrio de una unidad para entrar y forzar una caja de seguridad, robando efectivo. Luego, subieron al segundo. Cortaron la malla de contención plástica en el balcón donde vivía una pareja. Se llevaron una Playstation 4, dos cámaras digitales marca Nikon, modelos D7500 y D7200, cinco lentes de cámaras, veinte perfumes de varias marcas, una valija, un reloj digital marca Samsung, una notebook marca Asus, un anteojo de sol marca Adidas y $120 mil pesos.
Así, feroces, fueron a la unidad de al lado, ocupada por un abogado, funcionario del Gobierno. Fue fácil esta vez: la puerta del balcón estaba sin traba. Allí, completaron el set. Se llevaron diez juegos de PS4, cuatro relojes Tommy, tres relojes Michael Kors, cuatro dijes y pulseras Tiffany y 150 mil pesos. Había más billetes en una caja de seguridad, que también forzaron. Llegaron a otro departamento en el cuarto piso, siempre en dirección vertical, había más plata allí.
Luego, huyeron. El Citröen C4 los esperaba, con el bulldog francés.
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