La gélida mañana de la cuadra de Castelli entre Juan Domingo Perón y Bartolomé Mitre se inició con un silencio poco habitual. El bullicio de los manteros, los comerciantes de la zona, los porteros de los edificios y los vecinos se reemplazó por charlas en tono bajo, susurros e indignación.
El tema de las conversaciones fue único: se preguntaban cómo pudo ser que Huilu Ye, una vecina de origen chino de 32 años del edificio ubicado en Castelli al 195, haya decidido el domingo tomar en sus brazos a sus dos hijos, O. M. C., una pequeña de 4 años, y J. C., un niño de apenas 1 año y medio, y lanzarse al vacío desde la terraza del inmueble para morir los tres en el acto.
Son las 10:45 de la mañana del lunes. Mientras Ricardo despliega como cada día su manta con juguetes de peluche y ropas para adulto en la puerta de ese edificio, una mujer con rasgos orientales se acerca a la entrada, deja dos ramos de flores en la vereda y se marcha, sin hablar con nadie, como si tratara de pasar desapercibida, a paso rápido.
“Era una mujer que casi no salía de la casa, pero cuando la veías, estaba todo el tiempo con los chicos. Iba a todos lados con ellos. Es más, desde la terraza de nuestro edificio se la veía hacer gimnasia en su balcón casi todas las mañanas. Y sus hijos la acompañaban. A los tres se los veía siempre bien”, afirmó un vecino del edificio. “Siempre que salían, yo los saludaba y me quedaba hablando un poco con la nena. Era una chica muy simpática. Ella no trabajaba. El que trabajaba era el padre de la familia, que venía por todos los locales a vendernos bolsitas de plástico, las bolsitas de plástico para que vendamos nuestra mercadería”, aseguró Graciela, la dueña de un bazar lindero al edificio de la familia.
El viudo de Ye y padre de los dos menores de edad es Wenchang Peng, de 39 años, quien desde la conformación de la familia, oriunda de la provincia de Guangdong -también conocida como Cantón- era la única fuente de ingresos económicos, tras años de trabajar para diversos comerciantes. Cheng no se encontraba en el departamento al momento de la tragedia. Desde hace varios días está internado en terapia intensiva del Hospital Álvarez, después de haberse contagiado de COVID-19.
Según fuentes oficiales, el estado de salud del hombre es delicado. Está consciente y sin la necesidad de asistencia de un respirador. Los partes de su salud son recibidos de manera telefónica por un hijo adolescente del hombre, que no se sabe si es de un matrimonio anterior o si también es hijo de Ye.
Asimismo, todavía se desconoce si el hombre fue informado de lo ocurrido con su esposa y sus hijos.
A lo largo de los últimos meses, tras perder su último trabajo, Cheng se dedicó a la venta de las bolsas de despacho en comercios de Once y Balvanera. De acuerdo a los propios trabajadores de esos locales, la capacidad de sumar un ingreso económico suficiente como para sustentar a una familia de cuatro personas sólo con esa actividad es ínfima.
Cheng había trabajado durante dos años y hasta febrero de 2021 en una distribuidora de papel, cartón y materiales de embalaje. Un ex compañero que prefirió mantener el anonimato se vio shockeado por la noticia. Aseguró que el ciudadano chino era cercano a él, un hombre divertido, y que el vínculo con su familia era muy fuerte. Era habitual que Cheng recibiera las visitas de su esposa y su hija mayor en el local.
Cheng lleva al menos una década en la Argentina. “Nosotros nos conocíamos de vista, pero mucho no hablábamos. Él es de la ciudad de Guangdong y yo soy de Fujian. Entonces, sólo le compraba algunas bolsitas de plástico, no mucho más”, afirmó Nanping, el dueño de un local de venta de textiles, ubicado apenas a 10 metros del edificio de la familia Cheng.
La escena de la tragedia del domingo por la tarde causó estupor entre todos aquellos que intervinieron. Eran cerca de las 17:30 y la calle Castelli estaba desierta. Al cierre de todos los negocios se le sumaban las temperaturas por debajo de los 10 grados. Nadie quería salir de su domicilio.
Una vecina de uno de los pisos más altos de un edificio de enfrente al departamento de los Cheng fue hasta el momento la única testigo ocular del suicidio de la madre y el asesinato de sus dos hijos. Esa mujer fue quien llamó al 911 y quien brindó uno de los testimonios de mayor trascendencia a los investigadores del caso. En la mañana de hoy, lunes, la mujer continuaba con asistencia psicológica para poder sobrellevar lo que vio.
La escena fue tan cruda y dolorosa que la primera médica que arribó al lugar a bordo de una ambulancia del SAME sufrió una descompensación al toparse con el hecho y debió ser atendida en una nueva ambulancia que llegó al cruce de Castelli y Perón.
La investigación quedó en manos del Dr. Carlos Vasser, titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Nº 4. Hasta el momento se manejan al menos dos hipótesis sobre lo sucedido y, al tratarse de un hecho terrible con dos menores de edad involucrados, el hermetismo sobre la causa es absoluto.
Se espera que en los próximos días los investigadores puedan entrevistar a algunos familiares y conocidos del matrimonio para poder indagar en los motivos de semejante decisión, una que asombra y desconcierta a miembros de fuerzas policiales acostumbrados a investigar delitos cometidos dentro de la comunidad china. Uno de ellos, con años de experiencia, relata que los prestamistas y usureros con tasas extorsivas son un fenómeno común dentro de la comunidad: ¿acaso Peng y su familia habían entrado en una deuda marcada por la violencia? Por lo pronto, sus perfiles comerciales no revelan deudas devenidas de cheques, tarjetas de crédito o créditos bancarios.
Mientras tanto, se espera minuto a minuto la evolución de la lucha contra el coronavirus del hombre que perdió a su esposa y a sus dos hijos.
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