Los nidos de avispas también tienen ese clima. Ayer por la mañana, una brigada especial de la Policía Federal descendió a un área de 15 celdas individuales en el penal de Ezeiza. Vieron caras familiares para quienes conocen a lo peor del crimen organizado argentino: un famoso jefe de la mafia china, de una de las facciones más ambiciosas y acaudaladas, algunos señores del crimen rosarino que habían sido trasladados de urgencia desde el penal de Piñero luego de que un grupo de hombres con ametralladoras rompieran los cercos con una amoladora para liberar a ocho detenidos, con un tiroteo con guardias en el medio. Así, escoltados por un grupo del Servicio Penitenciario Federal, los policías fueron a allanar y revolver. Los capos miraban desde sus celdas, fastidiados. Pero sabían que no venían por ellos.
Los policías tenían la orden de registrar la celda de un preso célebre: Mario Roberto Segovia, conocido como el “rey de la efedrina”, está condenado a 16 años de prisión por la acumulación de diversas penas por sus movimientos en el negocio de las drogas, principalmente el contrabando de 294 kilos de esa sustancia, la base para fabricar metanfetamina, enviados a México en 2007, con cómplices como el mexicano Juan Jesús Martínez Espinoza. Allanaron sus casas en Santa Fe, con una vida de lujo, le encontraron hasta un Rolls Royce. En paralelo, se hablaba de movimientos mucho mayores, hasta 8 toneladas en total. Su hermano Hernán había sido detenido años antes.
En 2020, se reveló que el juez federal Federico Villena había requerido intervenciones y espionaje directo a Segovia en la cárcel, en medio del escándalo por la supuesta vigilancia a presos vinculados al gobierno de Cristina Kirchner. Se sospechaba en ese entonces de la posible fabricación de cartas bomba, se ordenó monitorear encomiendas.
Precisamente, fue por eso que lo lo allanaron a Segovia esta vez.
Hoy, el capo fue acusado junto a seis miembros de de haber montado durante años un esquema de compra de explosivos al exterior como cartas y libros bomba, así como partes de fusiles y silenciadores disimulados desde China y Arabia Saudita en encomiendas.
Una encomienda con explosivos fue la primera alerta, capturada por la Aduana en un paso por el aeropuerto Ministro Pistarini, finalmente destinada a Paraguay. Llegó desde Canadá en 2016, para ser reenviada a un cómplice en Paraguay: contenía tres bombas separadas. Fue comprada a una curiosa firma canadiense con un sitio web que ofrece “productos inertes” para explosivos tras extensas negociaciones por mail, con una casilla usurpada a un funcionario público formoseño, luego continuado en una casilla de Hotmail.
El contacto en Canadá fue identificado. Hubo pagos para la encomienda, hechas por un hombre en Sinaloa, luego al receptor de la encomienda en Paraguay. El autor de esos pagos, pudo saber la Justicia, sería el cuñado de Mario Segovia en Santa Fe. El sitio parece irreal: operado desde una casilla de correo en Toronto, sigue online hasta hoy, ofrece artículos policiales y militares, manuales de “contraterrorismo”, entrenamiento en explosivos. Todavía ofrece catálogos a pedido, con una red de representantes de venta en cuatro continentes. Su web tiene un link muerto, con un título estremecedor: “Appliance Concealed IEDs”. La sigla significa “improvised explosive device”, un aparato explosivo improvisado. También ofrecen bloques de TNT, con precio a pedido.
Para qué querían Segovia y su banda estas bombas, no se sabe. Pero lo que sí cree la PROCUNAR y el fiscal Mola, algo explicitado en documentos judiciales, es que Segovia deseaba recibir ese paquete de explosivos en el penal de Ezeiza con una azafata de micro paraguaya como mula. Esa casilla de Hotmail, descubrió la investigación, fue operada también desde una tablet vinculada a Segovia, encontrada en una requisa en junio de 2017: el correo fue, sostienen en la causa, usado personalmente por el capo para negociar con el representante canadiense. La tablet, por otra parte, tenía las claves de acceso a otra cuenta de mail oficial formoseña implicada en la trama.
Hay más. En noviembre de 2017, asegura un documento oficial, le encontraron a Segovia “un celular que le habría dado un penitenciario por $30.000, avisándole a otro interno que llamara a su esposa y le avisara que estaba sancionado y le dijera específicamente que “arregle el techo de casa”, entendiéndose que se trataba de una frase en código”.
En 2019, un hijo de Mario accedió a esas casillas de Gobierno desde un cyber en una estación de servicio en las afueras de Rosario. Hubo dos transferencias detectadas por más de 6 mil dólares.
Al llamado “rey de la efedrina” no le encontraron “nada importante” en su celda en el allanamiento del lunes, confirman fuentes del caso. Se pidieron otros 15 allanamientos junto al del penal de Ezeiza, así como varias detenciones, entre ella la de Segovia mismo, su hermano y otros cuatro miembros de su clan.
Se encontró una ametralladora, municiones de alto calibre, manuales para operar fusiles automáticos, un oscuro clásico literario de culto, “How To Kill”, con instrucciones para el sicariato, un viejo libro del underground conspiranoico estadounidense, los literales planos para una bomba, computadoras, más municiones.
La encomienda de las bombas no fue la única: el 23 de junio de este año se detectó otra desde el exterior, enviada desde la subprefectura de Yiwu en China, con destino a Rosario. Contenía varias partes de una ametralladora AR15. Gonzalo Ortega, cuñado de Segovia, fue fotografiado por la PFA mientras la retiraba.
Se sospecha que empleaban un código para mencionar las ametralladoras, “escobas”, las llamaban. Hay una conversación intervenida entre Segovia y su hijo donde se menciona la compra de una camioneta financiada con “una escoba”. Por otra parte, un envío captado este 8 de julio pasado dirigido a un miembro de la banda proveniente de Arabia Saudita, con una supuesta empresa china como remitente, tenía su carga declarada como “repuestos de máquinas”: tenía tres silenciadores compatibles con un AR15.
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