La Argentina todavía se droga como en el siglo XX solo porque puede. El negocio del narcotráfico en el país crece y se sostiene a contramano de la historia y del resto del planeta Tierra, gracias a estar del otro lado de la frontera del kilo de cocaína más barato del mundo. Capos violentos como el hoy prófugo “Dumbo” Maylli Rivera se encendieron y se apagaron en barriadas desde el Bajo Flores hasta Villa Lugano y el conurbano bonaerense gracias a un producto que comprado al por mayor no suele costar más de dos mil dólares en un estado de pureza aceptable: señores como Erwin Loza, jefe del clan que lleva su apellido, fueron acusados de exportarla en masa a España.
Mientras tanto, el mundo se droga con otras cosas.
La Argentina vive en una suerte de estado beatífico con respecto a epidemias globales como la crisis del fentanilo, que en nuestro país es un consumo altamente peligroso pero mínimo como droga recreativa, casi gourmet, alimentado por el robo hormiga en hospitales, o la crisis de los opioides, con pequeños grupos de adictos que encontraron sus comienzos en los jarabes de tos con codeína.
La metanfetamina cristal para fumar o inyectarse en solución, la de Breaking Bad, la de la serie, producida con la efedrina que marcó al Triple Crimen de 2008, para el resto del planeta, es una realidad aceptada. Los dealers porteños no la ofrecen porque no la tienen, porque no llega, porque no hay una cultura de consumo que la pida.
Su menú se sofisticó con productos de laboratorio que se volvieron standard en la última década, a tono con la era sintética. El cristal de MDMA, el principio puro del éxtasis, se consigue con facilidad y a precios medios. La llamada cocaína rosa, el euforizante 2CB, más caro que su contraparte blanca, comienza a popularizarse en base a nuevas cocinas porteñas que garantizan mayor oferta ante un público consumidor que lo pide. Pero la metanfetamina cristal en pipa sigue siendo un misterio. Sin embargo, existe en Argentina: la pueden encontrar en las herméticas fiestas privadas tras puertas de metal de ciertos sectores de la comunidad china.
Tres de esas pipas fueron encontradas este último fin de semana, en un lugar con una historia y un jugador particular.
Lin Lifeng, supermercadista en los papeles, hombre de la noche para un selecto grupo en la práctica, ya había sido arrestado tres veces este año, acusado de regentear el karaoke de la calle Olazábal al 1600, con dos violaciones de clausura y operativos a cargo de la Policía de la Ciudad y el Cuerpo de Investigaciones Judiciales. Su último arresto fue la semana pasada. Allí, en Olazábal, se dedicaba, según la acusación en su contra, a montar fiestas privadas violando las restricciones de la pandemia, simplemente rompía la faja y volvía a encender la luz para que 20 personas o más bailaran y cantaran sin barbijo, con drogas en sus bolsillos, usualmente ketamina.
Este fin de semana, Lifeng fue detenido otra vez en otra de sus viejas cuevas, ubicada en Lavalle al 2000, en un operativo donde participaron la AGC y Migraciones. Hubo otros tres detenidos, una mujer argentina y dos chinos en situación migratoria irregular: el lugar no tenía ningún trámite de habilitación como boliche nocturno.
Encontraron, entre otras cosas, varias bolsas de ketamina, pastillas de éxtasis de alto poder con la cara de Donald Trump como diseño, un curioso torno de mano y tres pipas de agua de fabricación casera.
El mecanismo era curioso: una botella de plástico, una pipa con cinta y un sorbete. Pero las pipas mismas para quemar el producto, hechas de vidrio, no parecían tener las quemaduras propias de una de marihuana. Ya se habían encontrado pipas similares en otros procedimientos a fiestas de chinos. “Son de metanfetamina”, señala un investigador experto: “Cristal. Lo fuman allá en Asia, y se lo fuman acá también”.
Por otra parte, no era la primera vez que se incautaban pipas de este tipo en una fiesta de Lifeng en la calle Lavalle.
En noviembre de 2019, ocho meses después, la división Trata de Personas de la PFA allanó el lugar. La luz negra de la sala principal seguía encendida cuando entraron. Lógicamente, la luz cumplía su función, resaltaba cualquier cosa blanca que tocara. Había una mesa en la sala principal con botellas de agua mineral y preservativos, botellas de espumante, algunas pastillas. Había, también, cuatro platos en la mesa. La cocaína en los platos, bajo la luz negra, con pequeñas líneas armadas con tarjetas de chips de teléfono, se veía de una manera muy particular.
Había varias pipas de vidrio con boquillas de plástico. Incautaron una Taurus 9 milímetros con varias balas, un frasco de ketamina, dos bolsas de nylon con garras de pollo frescas: 17 hombres terminaron detenidos, tres mujeres fueron identificadas. También se sospechaba que estaban ahí para prostituirse. Los hombres decían que la fiesta era “un cumpleaños”.
Lifeng estaba entre los presentes. Cumple una función en el hampa de la comunidad, dice un veterano detective: “Siempre hay quien le gusta mostrar el billete. El karaoke es el lugar. Alguien tiene que regentearlo”.
Es mucho más común encontrar las pipas en allanamientos que encontrar la droga misma. Los policías se chocan usualmente con la droga en causas por otros delitos. A lo largo de los últimos años, el Hospital Fernández recibió intoxicados por metanfetamina cristal con síntomas graves, según fuentes en organismos de salud: ninguno de ellos fue de nacionalidad china. Es decir, no terminan en hospitales, pero sí en la Justicia.
En julio de 2020, una contienda de competencia entre el Tribunal Federal N°3 y un juzgado contravencional porteño fue elevada a la Corte Suprema. El protagonista era W.W, un ciudadano chino con una vieja historia de extorsiones armadas. Esta vez, lo habían encontrado el 30 de enero de ese año por la noche en Pueyrredón y Corrientes, con una Bersa Thunder calibre 22 al cinto con la numeración limada y algunas balas sueltas. También le encontraron 7,58 gramos de metanfetamina. Otros dos asiáticos involucrados en la causa cayeron en Colegiales con otras drogas.
El hermetismo dealer es total: no hay siquiera escuchas telefónicas que revelen que un chino le venda metanfetamina a un argentino o a una persona de otra nacionalidad o comunidad. “La consiguen ellos, para ellos”, confirma una alta fuente policial: “Y es cara, muy cara”.
Una nueva droga implica una nueva ruta comercial de contrabando. No hay un consenso sobre cómo entra la metanfetamina. Algunos creen que viene por tierra en las frontera de países limítrofes, donde bandas asiáticas son capaces de contrabandear mercadería y seres humanos, sus víctimas de trata. Pero las pruebas indican que viene por avión. La historia de “My Pony”, un caballito mecedor de juguete investigado por la PROCUNAR, es un pequeño clásico del narcotráfico global en Argentina.
El caso data de junio de 2019. El pony de juguete había llegado al aeropuerto de Ezeiza desde Bélgica en un envío de la firma DHL, en una caja de cartón, dentro de un avión de Iberia que provenía desde Madrid. Su remitente era un hombre chino que declaraba un domicilio en la zona de Mechelen, en el distrito de Antwerp en Bélgica: la caja estaba dirigida a D., una mujer de nacionalidad boliviana de 30 años, el domicilio de entrega era un dúplex en la calle Gordillo en Liniers. Las indicaciones pegadas en la caja eran particularmente puntillosas, tenían hasta el número de CUIT de D., todos sus datos personales.
Autoridades de Interpol dieron aviso a la Argentina de que el caballo era un paquete para ser vigilado. Así, el sistema AIRCOP en el Aeropuerto, que depende de la Secretaría de Seguridad y vigila tanto envíos por encomienda como pasajeros sospechosos, encendió sus alarmas de inmediato. El caballo ni siquiera pasó del scanner de paquetes, que mostraba las vigas de metal en sus piernas, sus moldes de plástico interior. También, mostraba unas curiosas bolsas en su interior. Las autoridades abrieron al juguete: tenía 2260 gramos de metanfetamina cristal.
Un supermercadista asiático de 39 años fue imputado en el caso, investigado por la Justicia en lo penal económico con el juez Pablo Yadarola y disputas que llegaron hasta la Cámara del fuero, con un allanamiento a la casa en Gordillo en donde se encontró grana cantidad de ketamina, un Audi A5 y un Mercedes Benz: otras pistas lo ligan como antiguo proveedor de una pesada mafia de sicarios y extorsionadores.
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