Karaoke, ketamina y clausura: la nueva caída de Lifeng, el rey de las fiestas clandestinas del Barrio Chino

Supermercadista en los papeles, su historia criminal lo revela como un empresario de la noche para la comunidad asiática en encuentros privados marcados por drogas sintéticas y prostitución. Lo habían allanado en abril pasado por violar las restricciones de la pandemia, uno de varios operativos en su contra

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Al suelo: Lin Lifeng, acusado de regentear el karaoke, en medio de allanamiento.

El fin de semana pasado, la Policía de la Ciudad y el Cuerpo de Investigaciones Judiciales regresaron al local de la calle Olazábal al 1600, pleno Barrio Chino de Belgrano, una suerte de club privado, un karaoke. Allí, 26 jóvenes de la comunidad asiática bailaban tras una escalera y una puerta de acero, con una barra surtida con alcohol importado y fideos instantáneos por si tenían hambre. Una cámara de seguridad vigilaba con un monitor en el mostrador lo que ocurría en la vereda. No tenía mucho sentido una alerta, ya que no tenían a dónde ir.

Así, les registraron los bolsillos para encontrarles efectivo y algunas bolsas de ketamina. Un hombre salió de entre los bailarines, 40 años, con extensos tatuajes en el brazo izquierdo. Fue identificado como el responsable del lugar. Dio su nombre: Lin Lifeng. Pero, pero para la Policía y la Justicia, el nombre de Lifeng no era nada nuevo. Su historia es típica de un hombre insistente del submundo. A veces, solo se trata de cortar la faja y encender la luz.

Esta vez, lo detuvieron por violar la clausura del karaoke: las mismas fuerzas lo habían allanado y cerrado en abril de este año, en una redada a horas de que el presidente Alberto Fernández anunciara el decreto con el cierre total de actividades. Lo acusaron de hacer una fiesta igual. Más de 20 personas bailaban en el karaoke de Olazábal esa vez, también algunas drogas. La Agencia Gubernamental de Control ya había clausurado el lugar en octubre de 2020 y en febrero pasado por montar fiestas clandestinas. Las fajas arrancadas todavía seguían allí.

Lin Lifeng, en los papeles de la AFIP, es un hombre dedicado al negocio de lo supermercados: su domicilio fijo es un comercio sobre la calle Corrientes en el Abasto. Pero en realidad, Lifeng se dedica a otra cosa. Siempre fue un hombre del entretenimiento, por llamarlo de alguna forma.

Julio 2020: el karaoke es allanado otra vez.

El 23 de marzo de 2019, Lifeng fue encontrado también por la Policía de la Ciudad mientras rompía la faja de clausura de otro boliche de la comunidad en la calle Lavalle al 2000. Lo palparon y encontraron casi 25 mil pesos en el bolsillo. En el local, otros seis chinos esperaban; se habían escondido detrás del tanque de agua tras escuchar a los efectivos gritar. También había cinco mujeres, algunas argentinas, otras brasileñas, de 22 a 31 años de edad; todas ellas supuestamente ejercían la prostitución en el lugar. La noche terminaba con una alerta a un juzgado federal en turno para que inicie una causa por trata de personas.

El local, como el de la calle Olazábal, era otro karaoke. En los karaokes, ciudadanos de origen chino, vinculados a las diversas mafias de la comunidad o no, se reúnen para cantar con mesas con drogas como metanfetamina cristal contrabandeada por correo desde Asia o Europa, para fumar en pipas de vidrio, con mujeres pagadas por la jornada o un fin de semana. El karaoke de Lavalle al 2000, completo con pista de baile, barra, dos baños y una habitación con cama, es un ejemplo clásico.

En noviembre de 2019, ocho meses después, la división Trata de Personas de la PFA volvió a allanar el lugar. La luz negra de la sala principal seguía encendida cuando entraron. Lógicamente, la luz cumplía su función, resaltaba cualquier cosa blanca que tocara. Había una mesa en la sala principal con botellas de agua mineral y preservativos, botellas de espumante, algunas pastillas. Había, también, cuatro platos en la mesa. La cocaína en los platos, bajo la luz negra, con pequeñas líneas armadas con tarjetas de chips de teléfono, se veía de una manera muy particular.

Había varias pipas de vidrio con boquillas de plástico, típicas para fumar metanfetamina. Incautaron una Taurus 9 milímetros con varias balas, un frasco de ketamina, dos bolsas de nylon con garras de pollo frescas: 17 hombres terminaron detenidos, tres mujeres fueron identificadas. También se sospechaba que estaban ahí para prostituirse. Los hombres decían que la fiesta era “un cumpleaños”.

2019: las pipas en el
2019: las pipas en el local de Lavalle.

La división Antifraudes de la Policía Federal, la mayor experta del país en investigar la mafia china, la fuerza criminal de mayor poder y expansión en los últimos años en la Argentina, arrestó también a Lifeng a comienzos de año cerca del local de Olazábal por andar con drogas sintéticas en el bolsillo. No tardó mucho en salir. También tiene otros registros complicados: de acuerdo a datos del GCBA llegó a acumular más de 50 mil pesos a su nombre en multas sanitarias adeudadas.

En 2019, Antifraudes de PFA también entró por la fuerza en Olazábal. No iban a cerrar ninguna fiesta, sino a allanar a un sector de Pi Xiu, tal vez la mafia china más poderosa y agresiva del país. Lifeng, según detectives que lo conocen históricamente, no es un hombre de la mafia, no lo parece. Sin embargo, otro supermercadista vinculado a él tiene lazos aparentes con Pi Xiu, hoy desgastada tras años de allanamientos, desmembrada o reconvertida, pero que todavía retiene un núcleo duro de su poder histórico.

En todo caso, el karaoke de Olazábal es la parte colorida de un fenómeno un poco más sinuoso: el lado clandestino de la diversión para la comunidad asiática en Belgrano, un mundo de placeres privados y consumos sumamente específicos que vive y se mueve bajo estricta reserva.

Abril: el casino de la
Abril: el casino de la calle Sucre, también allanado.

En abril de este año, poco antes de que cerraran con faja el local de Lifeng, la Policía de la Ciudad ingresó por la fuerza a una casa en la calle Sucre para desarticular un casino clandestino. Era una banca caliente: encontraron cuatro máquinas de contar dinero y cinco millones de pesos en el lugar. cuatro mesas electrónicas de mahjong, el clásico juego de fichas chino, una mesa octogonal de poker. También, siete bolsas de cocaína, una pistola calibre .380 con 13 balas en su cargador y 23 personas presentes, incluído Wang H., su regente, en una clara violación a las restricciones impuestas por el decreto presidencial para controlar el contagio del coronavirus. Todos ellos terminaron detenidos.

El local de la calle Sucre no fue el único en su especie. El mes pasado, cuatro delincuentes de San Martín se hicieron pasar por agentes de la AFI para intentar desvalijar otro garito asiático en La Plata. El golpe fue tan insólito como osado: redujeron y maniataron a 25 personas. En el lugar, ubicado sobre un restaurant, había más de 6 millones de pesos.

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