Diego Nahuel Quintanilla cayó el 15 de junio pasado tras semanas de moverse y huir. Desgastado por la presión, luego de que Infobae publicara su imagen, escapó de su barrio en Moreno y se refugió en la Villa 31, donde la división Delitos Tecnológicos de la Policía Federal le seguía el rastro. Poco antes de las 18, Quintanilla, según fuentes del caso, se presentó en la ex Comisaría N° 45 cercana al asentamiento de Retiro para ser esposado. Temía ser linchado por la gente del barrio y finalmente se rindió.
La historia que la Justicia le cuelga en su espalda es aberrante.
El 9 de abril pasado, según la acusación en su contra a cargo de la fiscal Mónica Cuñarro, Quintanilla ingresó al departamento en la calle Austria de una mujer de 36 años con un retraso madurativo leve, luego de semanas de chatear con ella tras conocerla en la red social Badoo. Le había mentido. Quintanilla dijo llamarse “Matías”, le aseguró que hasta habían sido compañeros en la misma escuela especial porteña. Hizo berrinches, le reprochó a la mujer que “no lo amaba”, que “no lo quería ver”. Así, logró convencerla. Acordaron verse para un almuerzo en el departamento de Recoleta, bajo la supervisión de la madre de la mujer. Para la visita, pidió como condición que “Matías” sea acompañado por su propia madre.
Prepararon la mesa. Hasta compraron helado para el postre. “Matías” llegó con otro hombre y una mujer de 41 años, que dijo ser efectivamente su mamá: en verdad, eran su hermano menor Lorenzo y su cuñada, Cinthia Cabral. Tras el helado, la mujer en la cocina fue reducida por la madre del invitado y el otro hombre, atada a una silla y humillada con violencia. En la otra habitación, el hombre de Moreno se abalanzaba sobre J. para violarla y golpearla. La ató del cuello con una sábana, que luego amarró a los barrotes de la cama. La madre logró arrastrarse hasta la cama de su hija luego de que los delincuentes se fueron.
Así, los tres huyeron con un bolso tras robar varias pertenencias, entre ellas el celular Samsung de J. y las zapatillas de la madre. Los vecinos de J. acudieron al oír los gritos desde el departamento. La denuncia fue realizada a la Policía de la Ciudad poco después, con la doctora Mónica Cuñarro, que subroga la Fiscalía N° 7, a cargo de llevar adelante el expediente. La víctima fue analizada en el Hospital Fernández: las médicas del lugar encontraron más de una decena de lesiones en diferentes partes de su cuerpo.
Su hermano Lorenzo y su cuñada Cinthia fueron los primeros en caer, arrestados por la PFA en Moreno días antes de la caída de Diego, que obtuvo sus imágenes tras un meticuloso análisis de cámaras de seguridad que los siguió desde la calle Austria hasta la estación Palermo del tren San Martín. Quintanilla, por su parte, había cometido un error grosero: usó el teléfono que le robó a su víctima, línea y todo, los contactos de la mujer violada tuvieron que ver en sus cuentas de WhatsApp la cara del prófugo, una forma insólita de delatarse. Sin embargo, rastrearlo era difícil. Quintanilla solo encendía el aparato en puntos de wi-fi, sin activarlo con una línea. Al final, el desgaste pudo más.
Este último lunes, el juez Edmundo Rabbione, titular del Juzgado N°30, procesó con prisión preventiva a los hermanos Quintanilla y a Cabral por los delitos de robo doblemente agravado, en banda y con uso de arma, en concurso ideal con violación agravada, con embargos de 500 mil pesos cada uno. La Defensoría Pública de Menores e Incapaces que tutela a la víctima también fue notificada.
El procesamiento del caso, al que Infobae accedió en forma completa, relata la brutalidad del hecho con particular detalle. Quintanilla, de acuerdo a la imputación, no solo la golpeó cinco veces en la cara: supuestamente también abusó de ella mientras la amenazaba con un cuchillo. No solo le robaron su teléfono, sino también su credencial que la certifica como discapacitada y las zapatillas de su madre. El engaño se vuelve más pérfido aún: la fiscal pudo constatar que la madre de la víctima también vive con un retraso mental.
La madre se convirtió en una testigo clave del expediente: “Terminamos de comer y Matías con mi hija se levantaron para sacar los platos de la mesa y se fueron a la cocina, mientras yo me quedé con la mamá de Matías y el hermano. Pasó el tiempo, no sé cuánto, y me di cuenta que no volvían. Me levanté para ver que hacían y me fui a la cocina, pero no los encontré”, afirmó.
“Entonces me fui al dormitorio y cuando abrí la puerta encontré a Matías parado con los pantalones y el calzoncillo bajo, a la altura de las rodillas y mi hija estaba sentada en la cama, vestida normal, en frente de él con una actitud nerviosa, como incomoda”, siguió la madre. Quintanilla tenía los pantalones bajos. Luego, “me ataron de las manos y los pies con las sabanas de mi cama que rompieron y me amordazaron poniéndome un trapo en la boca. Me dejaron ahí sola acostada en el piso y la madre con el hermano de Matías comenzaron a recorrer la casa buscando cosas para robar”.
Su hija también declaró y relató haber sido violada. “Le dije ‘yo no quiero’. Tenía un cuchillo en la mano. Después afanó todo”, aseguró.
Los chats en Badoo también fueron abiertos. Habían comenzado una semana antes del ataque: las fotos del usuario de perfil coincidían con la cara de Quintanilla, que escribía desde Florencio Varela.
Luego, la comunicación se trasladó a WhatsApp, en formato audio. “Nada acá, aburrido con ganas de estar con vos un rato y haciéndote el amor, queriendo agarrar y hacerte el amor, tan rico mi amor, unas ganas de hacértelo”, le dijo. Un minuto más tarde, ante la falta de respuesta, comenzó a agredirla y presionarla. “¿Qué pasa que estás enojada que no me pasás cabida, que me ignoras, no sé qué te anda pasando, ¿que ya se te fue el amor por mí?”, siguió supuestamente el sospechoso.
Luego, continuó con el berrinche. Logró quebrar a su víctima: “Solo estoy con vos, mi amor”, le dijo la mujer. Al día siguiente, acordó la cita: “Te boy a hacer el amor (sic). Prepará algo de comer y de tomar”.
Diego Quintanilla dejó marcas por doquier: la madre de la víctima lo reconoció en sus fotos de perfil y en varios cotejos. Se negó a responder preguntas en su indagatoria. “Lo único que quiero declarar es que nunca abusé de esta chica, nunca jamás, no soy ningún violín. Nada más. Quiero aclarar que al momento del allanamiento estaba viviendo circunstancialmente en lo de una amiga, pero que de recuperar mi libertad lo voy a hacer en el domicilió que aporté”, aseveró.
La expresión de deseo de recuperar su libertad era un tanto ridícula. Quintanilla tiene tres condenas en su prontuario: la violencia contra las mujeres parece ser su marca.
El 24 de noviembre de 2016, Quintanilla, oriundo del barrio Mitre de San Miguel, comenzó a discutir con su pareja mientras caminaban por Costanera Sur, sobre la avenida España. Frente a un policía, Quintanilla la abofeteó y luego comenzó a golpearla a patadas en la pierna izquierda. El policía presente allí lo arrestó de inmediato. Ya reducido, el hoy acusado de violación le gritó: “Mirá lo que me hiciste. Cuando salga te voy a matar”.
El caso luego fue elevado a juicio en 2017, con Quintanilla representado por un defensor público ante el tribunal integrado por la jueza Patricia Cusmanich. El acusado aceptó su culpa, con una firma de un juicio abreviado para una pena de nueve meses de cárcel en suspenso. Sin embargo, el prontuario le jugó en contra. La condena firmada 23 de agosto de 2017 revela un cómputo total: recibió dos años y cinco meses de cumplimiento efectivo tras acumular dos penas previas por robo.
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