Quién es el temible capo criminal que se escapó en la fuga del penal de Piñero, en Santa Fe: recapturaron a tres fugitivos

En el ataque de ayer por la tarde se fugaron ocho reclusos con pesados antecedentes. Uno de ellos es Claudio “Morocho” Mansilla, líder de una banda de la zona oeste de Rosario que estaba en pleno juicio por un doble crimen y con un pedido de pena de 25 años

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Video: así fue la fuga, filmada por un preso desde una celda.

La fuga más audaz de la historia penitenciaria reciente fue un golpe comando. Al menos tres pistoleros usaron ametralladoras y un Peugeot 3008 negro con patente cambiada para ingresar ayer al mediodía al predio de la cárcel de Piñero en la provincia de Santa Fe. Fueron en apoyo de un grupo de presos que, con dos amoladoras, rompieron dos tejidos perimetrales. El grupo comando externo intercambió disparos con los agentes del Servicio Penitenciarios apostados en las garitas a la altura del pabellón 14 del módulo D: uno de los delincuentes murió.

Así, facilitaron la fuga de ocho reclusos. Dos de ellos fueron recapturados esta madrugada y un tercero durante la tarde. Aunque era prematuro, se mencionó con fuerza por parte de la Policía si el plan buscaba sacar puntualmente a uno: Claudio Javier “Morocho” Mansilla, líder de una banda poderosa de la zona oeste que estaba en pleno juicio por un doble crimen cometido en Rosario en 2016. A Mansilla le habían pedido 25 años de cárcel. Incluso, un fiscal trata de establecer la conexión entre este hecho y un intercambio de disparos que tuvo lugar horas antes, el sábado a la tarde, cerca de la unidad penitenciaria. Por otra parte, el miedo se mueve. Se diseñó un amplio operativo para prevenir venganzas o aprietes del “Morocho”.

Fuentes del caso luego lo confirmaron a Infobae: el intento de liberar a Mansilla se volvió la hipótesis principal de la fuga.

Claudio Javier Mansilla, "El Morocho",
Claudio Javier Mansilla, "El Morocho", figura central de la fuga.

Los tiros y la evasión de los internos quedaron filmados por otros presos de los pabellones. Minutos después se encontró un Peugeot 3008 negro con la patente cambiada abandonado a la altura del kilómetro 16 de la ruta provincial 14 con vainas servidas, una bolsa con “miguelitos” y prendas de vestir, según indicaron desde la policía provincial. Investigadores locales sospechan que allí los delincuentes se cambiaron de ropa y luego utilizaron otro vehículo para continuar la huida.

El gatillero muerto fue hallado junto con un cargador calibre 9 milímetros en la zona del cerco perimetral que fue dañado para la evasión. Hasta anoche no había sido identificado, según informaron desde Fiscalía. También allí fue secuestrada una de las amoladoras; la otra fue descartada en un camino rural.

El fiscal de Flagrancia Franco Carbone pidió medidas para tratar de averiguar si la fuga tiene algo que ver con un feroz tiroteo del sábado pasado, cuando salió un interno de Piñero con transitorias y fue perseguido en otro auto. No hubo heridos y los dos vehículos fueron encontrados, uno en la localidad vecina de Soldini y el otro en la zona oeste de Rosario.

Sergio Cañete y Joel Rojas,
Sergio Cañete y Joel Rojas, los dos prófugos recapturados.

¿Grupo comando por el “Morocho”?

Una hipótesis que circuló con fuerza dentro de la Policía fue que el grupo comando buscaba liberar puntualmente a Claudio Javier “Morocho” Mansilla, de 38 años, aunque para la Fiscalía era “prematuro” señalarlo, de acuerdo a fuentes del caso.

Mansilla es considerado por fiscales locales como el presunto líder de una banda del barrio Santa Lucía, del extremo oeste de Rosario, y con buena relación con la recientemente fallecida Ramona Ávalos, alias “La Gringa”, ladera de René Ungaro, preso por narcotráfico y por el crimen de Roberto “Pimpi” Caminos, jefe de la barra brava de Newell’s.

El 22 de junio empezó un juicio donde Mansilla se encuentra acusado como autor del doble crimen de Leonel Bubacar (18) y Kevin Neri (16) en Lima al 2100 el 23 de septiembre de 2018. De acuerdo a esa investigación, habría sido por el control del narcomenudeo de esa zona.

La fiscal Marisol Fabbro adelantó un pedido de 25 años de prisión para “Morocho” y el debate oral y público estaba estimado que finalizara el miércoles próximo.

Por la fuga de Mansilla, desde el Ministerio de Seguridad y la Unidad Regional II de Rosario dispusieron un operativo especial en Lima al 2100, donde viven testigos del doble crimen que brindan declaración en el juicio contra el “Morocho”, para prevenir ataques.

La amoladora empleada en la
La amoladora empleada en la fuga del penal de Piñero.

Mansilla también se encuentra mencionado en el crimen de Iván Leguizamón del 11 de septiembre de 2020 en Colombres y Calle 1709. Ese homicidio también fue noticia porque en el cortejo fúnebre realizado en el cementerio La Piedad pasaron a los tiros para amedrentar a los allegados del fallecido. Investigadores locales vinculaban ese asesinato con una posible disputa territorial entre bandas de barrio Santa Lucía –donde operaría Mansilla– con otra de barrio Godoy, de donde era el joven acribillado.

Por otra parte, el fiscal Gastón Ávila, que investiga el homicidio de Mauricio Gómez (21) del 26 de abril pasado en Fisherton Industrial, imputó el pasado mes a Claudio Mansilla por haber supuestamente encargado el asesinato desde la cárcel por una “tarifa” de 100 mil pesos. Si bien se trata de determinar si fue por droga, no hay una línea investigativa que pueda aún explicar el móvil del crimen.

Actualmente, Mansilla es pareja de Jésica “Fea” González, una mujer asentada en Capitán Bermúdez donde cumple arresto domiciliario por dos causas: una federal por venta de droga y una provincial por asociación ilícita. Su casa del cordón industrial fue atacada de 40 tiros el 30 de enero pasado.

Jésica “Fea” González es según investigadores judiciales media hermana de la actual novia de Alejandro Isaías Núñez, alias “Chuky Monedita, un joven jefe narco de barrio Tablada, de la zona sur de Rosario, investigado por balaceras, crímenes por encargo y narcotráfico, condenado y preso también en el penal de Piñero.

Otros cuatro fugitivos y tres recapturados

Alejandro Andrés Candia, de 35 años, forma parte del grupo los ocho evadidos de ayer a la tarde de Piñero. Pero no es la primera vez que la Policía intentará recapturarlo. En mayo de 2019 formó parte del grupo de reclusos que atacó a agentes del Servicio Penitenciario y se fugó de un convoy de esa fuerza de seguridad.

Candia tiene reiterados ingresos en la cárcel desde 2006. Cuenta con una condena de 10 años y 4 meses de prisión por robo calificado y por otra fuga, pero de 2017, de la unidad penitenciaria situada en el límite entre Rosario y la ciudad de Pérez.

Ezequiel Rodolfo Romero es otro de los buscados. A sus cortos 20 años acumula una causa provincial por homicidio y lesiones por la que entró a Piñero el 14 de mayo del año pasado.

Otro de los fugitivos es Martín Alejandro Cartelli, quien figura también con otro nombre en la ficha que tienen desde Asuntos Penitenciarios: Mateo Acevedo Flores. Es de San Nicolás, tiene 48 años, dos condenas a 8 años y 9 meses; la segunda, a 4 años y 6 meses. También en sus antecedentes figuran delitos como robo calificado con arma de fuego; portación ilegítima de arma de fuego; robo poblado y en banda; secuestro coactivo; y lesiones.

El Honda Civic donde viajaban
El Honda Civic donde viajaban los prófugos.

Los tres presos que fueron recapturados son Joel Isaías Rojas, de 25 años, Sergio Martín Cañete, de 35, y Alejandro Antonio Schmittlein, de 40 años. Los dos primeros fueron encontrados en el baúl de un Honda Civic que fue perseguido y alcanzado en jurisdicción de la localidad de Soldini. En ese operativo fueron aprehendidos un hombre y una mujer dentro del auto con tres armas de fuego.

Joel Isaías Rojas estaba preso desde el 30 de diciembre de 2019 por un robo calificado. Pero no fue la primera vez que entró en la cárcel, ya que la primera vez fue el 28 de julio de 2016 y recibió libertad condicional en septiembre de 2018, antes de ser arrestado nuevamente.

Sergio Martín Cañete cumplía una pena de 19 años que se le dictó el 22 de septiembre de 2014 por múltiples robo calificados y robos poblados y en banda. Estaba en fase 2 “intramuros de tratamiento y promoción para la reinserción social”.

En tanto, Alejandro Antonio Schmittlein, oriundo de la localidad de Casilda, fue detenido nuevamente esta tarde cuando viajaba en una camioneta Volskwagen Amarok por un camino rural, entre los pueblos santafesinos de Cármen y Murphy. Está condenado a 13 años de prisión, es considerado reincidente y con delitos de todo tipo: homicidio doblemente calificado criminis causa perpetrado contra un miembro de las fuerzas de seguridad; robo calificado por uso de arma de fuego; y por portación ilegal de arma de fuego. Su primera entrada en prisión fue el 13 de enero de 2006 y actualmente estaba en “tratamiento y promoción para la reinserción social”.

Por otra parte, la de ayer es la segunda evasión cinematográfica que se da en la misma unidad penitenciaria en el último mes. El lunes 17 de mayo pasado, dos internos escaparon después del horario de la visita al ser sacados en carritos. Trece personas fueron imputadas por ese hecho, entre ellas, nueve agentes del Servicio Penitenciario y el director de la cárcel.

Las “fugas del sistema” penitenciario fueron advertidas por varios fiscales provinciales y federales en los últimos años en Rosario. El último en hacerlo públicamente fue Pablo Socca, del Ministerio Público de la Acusación, el pasado 15 de junio, cuando aseveró: “Siento un poco de decepción porque los jefes de las bandas cuando van a la cárcel adquieren más importancia que antes y delinquen más que antes”.

Lo que Socca sugirió es lo que se desprende de varias causas penales que trascendieron en los últimos años: desde la cárcel se digitan delitos que se cometen afuera.

En el fuero provincial, intervenciones telefónicas en investigaciones sobre balaceras, homicidios y usurpaciones exponen que son reclusos los que administran mano de obra para el crimen organizado y la economía de esas bandas. En el fuero federal ocurre lo mismo: causas sobre narcotráfico contra Los Monos, Los Funes, Los Caminos, Los Ungaro, entre otras estructuras delictivas, evidencian órdenes sobre compraventa de cargamentos de cocaína y marihuana, precios al público de la droga, lugares para instalar búnkeres y crímenes en disputa por el territorio.

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