El último capo narco de la ciudad de Buenos Aires ya no tiene margen. Lo único que le queda es correr.
El miércoles 16 de este mes, una tropa de asalto de 500 policías de la Federal entraron por la fuerza en el Barrio Mugica de Villa Lugano para llevarse a varios de los hombres de Raúl Martín Maylli Rivera, alias “Dumbo”, nacido en Perú, el jefe de la cocaína y la pasta base de la zona, que había operado durante años en relativo silencio, buscado pero sin ser capturado, hasta que una sanguinaria balacera hizo que el barrio estallara en protestas y cortes de autopista.
Sus transas, soldados y satélites controlaban al menos uno de los monoblocks de la zona, la platea 11, así como parte del Pasillo Bermejo, una lonja de ranchos cercana, con ventas concretadas literalmente a la vista de chicos al borde de una canchita de cemento. El capo estaba prófugo, con sus hombres dispersados. Ya lo habían allanado en su quinta en La Reja, zona de Moreno, donde había montado un pequeño zoológico con un zorro gris, un faisán y un coatí junto a un prolijo gallinero, patos en un estanque y una vieja oveja que necesitaba que la esquilen. También lo habían seguido hasta una casa en Martínez, donde dejó detrás sus trajes y una pava tibia.
Sin embargo, “Dumbo” sigue suelto hasta hoy, con su pareja también buscada por la Justicia.
Así, la Federal ingresó con 17 ordenes de arresto requeridas por la fiscal Alejandra Mangano y la PROCUNAR, el ala de la Procuración dedicada a investigar delitos de narcotráfico encabezada por el fiscal Diego Iglesias, con la firma de Julián Ercolini. Ya habían arrestado en la Villa 1-11-14 a Arturo Andia Ormeño, su segundo al mando. Esta vez, buscaban a sus otros lugartenientes, personajes con alias coloridos como “El Rolinga”. Seis sospechosos terminaron encerrados, esposados por los efectivos de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la PFA, se incautaron armas y balas.
En paralelo, Maylli Rivera jugaba su suerte a través de sus abogados en los tribunales de Comodoro Py: pidió su eximición de prisión, que fue denegada en primera instancia, con una apelación ante la Cámara Federal.
Un día después de esos allanamientos, el capo perdió.
El jueves 17, los jueces Leopoldo Bruglia, Mariano Llorens y Pablo Bertuzzi, integrantes de la Sala I, denegaron la apelación bajo “ningún tipo de caución”, según el fallo al que accedió Infobae. Negaron el pedido en base a que todavía se esperan los resultados de medidas de inteligencia en curso, pericias de teléfonos y una alta pena en expectativa para el capo, entre 6 y 20 años de cárcel. “No existen en el expediente, ni fueron introducidas por la defensa, circunstancias excepcionales que me lleven a adoptar un temperamento diferente”, dijo el juez Llorens en su voto. “Dumbo” pidió seguir suelto y ya.
Por otra parte, su propia historia le juega en contra. El fallo rememoró su vieja historia penal, con una causa que data de 2001. “Surge del legajo que Maylli Rivera registra una condena a 22 años de prisión dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 14 el 18/7/2003 por resultar coautor de los delitos de homicidio, privación ilegítima de la libertad agravada, lesiones leves y amenazas agravadas por el empleo de armas, éste último en carácter de autor que concurren entre sí en forma real”, afirmaron los jueces, con una causa que ya fue certificada por los fiscales del caso.
Peor todavía: en octubre de 2005, dos años después de ser condenado registró otra causa por violación a la ley de drogas que terminó en una condena suave de tres meses a cargo del Tribunal Federal N°3 de San Martín.
Dos años después, Maylli Rivera, que nunca obtuvo un DNI argentino, fue expulsado del país bajo la ley de extrañamiento aunque no había cumplido siquiera la mitad de su condena. En 2006, pidió ser trasladado a una cárcel de Lima, un pedido avalado por el Estado. “Cumple condena en Argentina por los delitos de homicidio, privación ilegítima de la libertad agravada y amenazas”, asegura un documento de su país, que detalla cómo fue encerrado en una cárcel federal argentina. Sin embargo, la Justicia no sabe cómo entró de vuelta a la Argentina. Legalmente, nunca podría haber vuelto tras su expulsión.
La fiscal penal y contravencional Celsa Ramírez, por su parte, comenzó a investigarlo en 2019.
“Dumbo” salió de un mundo donde aprendió todo lo que necesitaba para ser jefe de transas: la banda de “Marcos” Estrada Gonzalez en el Bajo Flores, donde militó su padre, prontuariado casi 15 años atrás. Otras investigaciones judiciales revelan que empezó a cobrar más relevancia en la banda de “Marcos” cerca de 2017. Lo ubican cerca de Fernando, alias “Pity”, hermano de Estrada, que supuestamente heredó el control del negocio.
“Marcos”, hoy condenado a 24 años de cárcel, fue el capo máximo de su zona, el creador de un modelo que otros jefes peruanos replicaron en otros barrios pobres: llevar producto, llevar soldados y copar por la fuerza o la insistencia. Los adictos, en todo caso, vienen solos. La real riqueza no es la droga, las armas o el dinero, sino controlar el barrio mismo. Este modelo fue el martirio de la ciudad de Buenos Aires a fines de los 90s, comienzos de este siglo. Veinte años después, el modelo “Marcos” que “Dumbo” hoy replica parece un anacronismo. En términos del narcotráfico global o latinoamericano, el capo de Villa Lugano es un fósil viviente.
En otras partes del mundo, carteles enteros mueven fentanilo letal a través de fronteras, la cocaína se convierte en un artículo de lujo detrás de opioides en pastilla o inyectables. En Misiones, otros narcos brasileños se mueven hacia el norte para mover la “pedra”, una nueva basura fumable hecha de residuo de cocaína y otras sustancias que motiva crímenes a machetazos y una crisis de salud. En la Triple Frontera con Paraguay y Brasil, lobos temibles como el Primeiro Comando da Capital crecen hace años. Que vengan para devorar a alguien como “Dumbo”, quedarse con su negocio, es por lo menos esperable. Mientras tanto, el capo peruano sigue con su fuga, al margen de la historia del mundo, uno más en una larga y tediosa lista de delincuentes iguales a él.
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