Las ollas hervían en el departamento de la calle Tacuarí al 1500 cuando la división Operaciones Sur de la Policía de la Ciudad entró por la fuerza el domingo por la tarde, pero el agua ciertamente no hervía para hacer fideos. La fiscal Celsa Ramírez había ordenado allanar el domicilio en Constitución luego de varios meses de investigaciones a cargo de la Dirección de Lucha contra el Tráfico y Venta Ilegal de Drogas de la fuerza porteña. Allí, en la calle Tacuarí, encontraron 14 tubos de 2CB, o “tussi”, por su pronunciación en inglés, más conocida como la cocaína rosa, el poderoso euforizante usualmente producido o traficado por dealers colombianos en territorio porteño, más caro que la cocaína común, que puede cotizar en tarifarios transa hasta 8 mil pesos el gramo.
Había elementos de corte, una sartén y un colador. Dos hombres argentinos de 40 y 25 años terminaron sobre el piso con las manos precintadas, acusados de narcos. El mayor de ellos, Edgardo Paul Longo, tenía una vieja historia de violencia por la que fue condenado a dos años de cárcel en suspenso: diez años atrás había sido denunciado por hostigar y amenazar de muerte a su ex pareja y a su hijita.
El lugar era, a simple vista, una cocina de la sustancia, la segunda encontrada en la historia de la ciudad. Pero los dos transas en el piso no estaban solos. Otros cinco objetivos fueron allanados en la redada bajo las órdenes de Ramírez, que semanas atrás descubrió la pista inicial de “Dumbo” Maylli Rivera, capo narco de Villa Lugano, y pidió su captura.
Gracias a una persecución ocurrida meses atrás que terminó con un vendedor arrestado, combinado también con el dato de un informante, irrumpieron también en Recoleta, en otro departamento de la calle Agüero al 1650 donde encontraron una balanza, más cocaína rosa y tubos de colorantes. Luis Daniel Marín Marulanda, colombiano, de 28 años, fue detenido en el lugar, sospechado de ser el capo de la banda. En Maipú al 500 encontraron más material todavía, balanzas, morteros, tubos, todo lo necesario para el packaging.
En Esmeralda al 1000 encontraron a una mujer dominicana también con varios tubos de 2CB. La banda, al parecer, experimentaba con diversos colorantes, no solo rosa, sino también violeta y naranja. Le incautaron una piedra de cocaína, un cuaderno con anotaciones con pagos de Mercado Pago y algo más perturbador: una silla con ataduras de tela. Llegó a oídos de los investigadores que en esa casa existían denuncias de maltrato infantil. Esa silla, suponen, estaba destinada para reducir a chicos, que no fueron encontrados en el lugar.
Luego, se realizó el recuento final del operativo. Los policías encontraron una curiosidad, una pieza muy novedosa para el mercado narco argentino, con el videojuego más popular de la actualidad como marca.
Hoy, Fortnite deja de ser un videojuego online para convertirse en una suerte de país paralelo, con más de 6 millones de jugadores a nivel global. La marca es un éxito con chicos. En el allanamiento de Tacuarí, se probó que el narcotráfico emula a la vida, con una pequeña tanda de pastillas de éxtasis con el logo del juego. Las pastillas, producidas en el exterior, tienen una cierta noción perversa. Históricamente, los productores de comprimidos emplearon logos de marcas comerciales, automotrices, indumentaria de lujo, la cara de Donald Trump, pero muy rara vez un producto para chicos.
Conocedores del mercado narco local aseguran que las pastillas Fortnite, en color rojo, verde o lila, comenzaron a verse a comienzos de este año, lo que habla de una nueva ruta abierta en medio de la pandemia. Los dealers que las tuvieron en su poder las anunciaron como pastillas de alto poder, con un efecto de calidad elevada y una carga fuerte de MDMA, el principio activo del éxtasis. Sin embargo, sitios de testeo internacionales no la detallan.
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