El lunes 17 de este mes, una menor de 16 años que vive en un asentamiento porteño entró a un local de ropa en el shopping Distrito Arcos en Palermo, en Juan B. Justo y Santa Fe. Intentó salir por la puerta, pero personal de seguridad privada la frenó y la enviaron a una casilla dentro del shopping para que le revisaran las pertenencias. La acusaban de robar dentro del local. Así fue: escondía tres pantalones entre sus pertenencias.
En la casilla, donde también funciona una enfermería, la esperaba M.G., de 40 años, oficial primero de la Policía de la Ciudad, vestido de uniforme, con su pistola reglamentaria en su cintura.
“Vas a ir presa dos meses”, le dijo, para intimidarla. A solas, le pidió dinero. La menor le dijo que no tenía. Le pidió penetrarla, tener sexo allí mismo. La menor le dijo que era virgen. Entonces, el policía le pidió sexo oral. La menor le aseguró que eso la repugnaba. Finalmente, el policía la forzó sobre la camilla y la violó, de acuerdo al relato posterior de la víctima, para luego dejarla ir.
Entonces, la menor corrió a denunciarlo. Llegó hasta la Comisaría 14A ubicada en la calle Julián Álvarez al 2300. Allí, vio al policía que, según ella, la había violado menos de una hora antes: lo señaló con el dedo, inequívocamente.
Ese policía, de manera inmediata, fue puesto a disponibilidad por el Ministerio de Seguridad, retirado de su puesto. Luego fue apartado de la fuerza. También fue detenido.
Hoy por la mañana, el Juzgado N° 17 a cargo del doctor Gustavo Pierretti le dictó la prisión preventiva tras una investigación del secretario Martín Madariaga y la fiscal Silvana Russi por el delito de abuso sexual con acceso carnal a una menor agravado por su condición de efectivo de seguridad. Además, lo embargó por un millón y medio de pesos. El policía declaró en su indagatoria: según fuentes de la causa, aseguró que, insólitamente, su víctima se le abalanzó para provocarlo y tocarle su miembro, que intentó seducirlo y que hasta le dijo que era “un lindo policía”. Afirmó, incluso, que tuvieron sexo de manera veloz, y que tras concluir la menor se fue, dándole las gracias.
Las pruebas, según el fallo firmado por Pierretti, parecen decir lo contrario. La menor relató lo que sufrió en el juzgado, también a la brigada de atención a víctimas de violencia sexual y familiar del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, enfrentó hisopados extensos en su cuerpo. Aseguró en su declaración en cámara Gesell en el Cuerpo Médico Forense que el policía le dijo que no ganaría nada al dejarla libre, que no se defendió por miedo: temía que la dejara encerrada, o que la llevara a otro lugar en plena noche.
Representantes del comercio robado declararon que no iban a realizar denuncia alguna tras el robo, que no existía justificación para que la menor estuviera dentro de la casilla con el policía. El oficial primero afirmó en su indagatoria que no había visto el documento de la menor, pero una cámara de seguridad lo contradice en este punto.
Para la Justicia, el policía sabía la edad de su víctima desde el comienzo, una víctima a la que sometió con su uniforme puesto y su arma reglamentaria a mano. La joven no podría haber consentido una relación sexual de ninguna forma. La vulnerabilidad de la víctima, sin sus padres, que atravesó la muerte de una hermana e internaciones psiquiátricas por consumo de cocaína y paco, que vivió en un hogar de menores y luego huyó, también es evidente.
El daño en su mente también fue reseñado por una psiquiatra del Cuerpo Médico Forense: ansiedad persecutoria, dificultades para dormir, miedo a represalias de su victimario.
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