Ayer por la tarde, en medio del día con mayor cantidad de contagios confirmados de coronavirus en el año de la pandemia, un grupo de vecinos del barrio Padre Mugica de Villa Lugano en la Capital Federal erigió una barricada.
“Seguridad para nuestros hijos”, decía la pancarta que la coronaba. Se habían hartado. Protestaban contra la violencia narco de la zona, porque ya no podían vivir entre bolsas y balas.
Había otras consignas en banderas desplegadas sobre las ventanas de las plateas, los edificios del complejo habitacional sobre la avenida Castañares al 6600. “Más seguridad, menos corruptos”, afirmaba una sábana con aerosol negro. La protesta se puso física: los hombres y mujeres del Mugica, poco más que adolescentes algunos, empujaron contra la fuerza pública, con un operativo de fuerzas de choque de la Policía de la Ciudad. Sostuvieron la línea de frente entre corridas y focos de fuego encendido y una olla popular, con remolinos de vecinos que gritaban para hacerse oír.
La jornada de ayer terminó con dos vecinas detenidos de acuerdo a fuentes oficiales, pero los reclamos eran justos. En la noche del lunes, un grupo de violentos se había trenzado a tiros sobre Castañares, los vecinos filmaban desde los edificios con sus teléfonos gritando sobre “los transas”, que descargaban pistolas al aire o contra sus rivales. No hubo heridos de bala, al menos, no hubo heridos humanos. Una mujer denunció cómo habían baleado el frente de una barbería en Castañares. Un perro salió a ladrarle a los delincuentes: a su perro lo balearon también.
Por ese perro, sostienen fuentes judiciales, los vecinos cortaron la colectora de la General Paz y se enfrentaron a piedrazos con efectivos de Policía de la Ciudad: Prefectura Naval, apostada en el barrio INTA, a pocas cuadras, tuvo que intervenir. El corte volvió a la mañana siguiente y a la tarde, con focos de fuego. Todos preguntaban, básicamente, qué iban a hacer las autoridades con los narcos.
Los tiros de pistola volvieron a oírse pasadas las 21. La Policía ingresó al barrio en busca de sospechosos, bajo las ordenes de la fiscal Celsa Ramírez, una barrida de la división Sumarios y Prevención de la Comuna 8 terminó con tres arrestados que corrieron al ver los uniformes: Joel Goñez Sánchez, peruano, de 28 años, que declaró un domicilio en el Barrio INTA, tenía una Bersa 9 milímetros y un handy, herramientas típicas de soldado transa, según los investigadores. Joel no tendría antecedentes. Sus compañeros eran dos argentinos que dijeron vivir en la zona cercana del Pasillo Bermejo, una lonja de ranchos cercana en Scapino y Piedrabuena. Tenían cuatro teléfonos encima, las pericias a los aparatos podrán determinar si tienen algún rol en la violencia armada y en el negocio de las drogas.
Lo cierto es que Ramírez investiga hace cuatro años el negocio de la cocaína y la pasta base en la zona. Llegó a sus oídos que un grupo de pesados de la Villa 1-11-14, un supuesto desprendimiento de la vieja banda de “Marcos” Estrada González.
Ramírez también está detrás del rastro de un pesado mayor, otro hombre de nacionalidad peruana con mayor poder que el resto. “Dumbo”, lo llaman, Raúl Martín Maylli Rivera su verdadero nombre: sigue prófugo hasta hoy, buscado por la fiscal Álvarez y la Policía de la Ciudad, el virtual nuevo hombre fuerte del Mugica. Luis Exequiel Álvarez, su lugarteniente, fue arrestado en octubre del año pasado con un stock de bolsas y un pequeño arsenal.
“‘Dumbo’ maneja a los vendedores, a los satélites y es el líder, claramente. también hay menores de edad como campanas”, dice un investigador clave en la Justicia.
Es recordado por figurar en una de las causas originales que investigaron a “Marcos” en la Justicia federal, hay funcionarios que lo evocan como “un sicario”. Luego, regresó a Perú. En 2006, pidió ser trasladado a una cárcel de Lima, un pedido avalado por el Estado. “Cumple condena en Argentina por los delitos de homicidio, privación ilegítima de la libertad agravada y amenazas”, asegura un documento de su país.
La violencia tiene una explicación. Según testigos, hablan de un enfrentamiento constante entre traficantes de las plateas 10 y 11. La platea 11 es, precisamente, el fuerte de “Dumbo”. También, de una migración de pesados de la villa 21-24, que se enfrentan con los jugadores de la 1-11-14.
Pero también es cierto que el Mugica, más allá de “Dumbo”, no hay un capo total, no hay un señor de señores como lo fue Estrada González, hoy preso, condenado a 24 años de cárcel luego de casi dos décadas de negocio narco ininterrumpido.
El barrio de Villa Lugano tiene otra lógica. Los capos peruanos que manejaron el negocio de la cocaína y la pasta base en las villas porteñas o del conurbano -”Ruti” Mariños y César Morán de la Cruz, “El Mocosón” Castillo en Las Achiras, “El Bolongo” Lener Jara en Villa Fiorito- tuvieron una lógica de colonos: vieron el terreno virgen y se impusieron con oferta de polvo, soldados y homicidios, con un control que duró aún desde la cárcel. Sin embargo, en el Mugica, separado a 7 kilómetros de la 1-11-14, siempre se trató de pequeños “cowboys”, sueltos en la nueva frontera.
Jhimmy Junior Rodríguez Alegre, un hombre de nacionalidad peruana, con domicilio en la manzana 105 del barrio, fue condenado en marzo de este año a cuatro años de prisión en el TOF N°7 por regentear en 2018 un negocio de venta de cocaína desde el penal de Devoto donde estaba preso. Sus cómplices eran tres mujeres de su misma nacionalidad y manzana, además de un argentino en Ramos Mejía. A una de las mujeres le encontraron dos kilos y dos revólveres calibre 22.
El 11 de septiembre de 2020, alrededor de las 00:50 horas, Javier José Chacón Rivera y Jherson Ediño Poma Gamarra, los dos peruanos, cayeron con 800 bolsitas dentro de una mochila que sumaron un total de 2,8 kilos de cocaína, a pocos metros de un restaurant de la comunidad en el Mugica. Ambos tenían domicilios en la Villa 1-11-14. Pactaron cuatro años de cárcel en un juicio abreviado en el Tribunal Oral Federal N°4 en marzo de este año.
En 2018, una pequeña organización de peruanos y paraguayos liderada por el limeno Martín Reyes Huapaya cayó con una serie de redadas a sus aguantaderos en las platea 4 y 5: les encontraron sus bolsas y una pistola Glock calibre 40. Reyes Huapaya fue a juicio con una decena de sus cómplices en el TOF N°3, al capo le dieron 9 años por acumulación con otra condena previa.
También, hubo una banda más grande, investigada por la fiscal Ramírez, con un apellido inquietante en la mezcla.
En octubre de 2018, Ramírez inició una causa para investigar una organización de transas que operaba entre las manzanas 11 y 25 de la 1-11-14 para llegar hasta Castañares, con operaciones que continuaron hasta 2020. Sus dealers se especializaban en vender una sola sustancia, base, marihuana o polvo, sus lugares de acopio rotaban con el tiempo y sus dealers giraban de acuerdo a sus turnos de venta.
Tenían un sistema reglamentado, muy similar al de “Marcos” Estrada: se reunían un jueves por mes en uno de los monoblocks del barrio Mugica para cambiar la mercadería y resolver los pagos. También, aprovechaban para menudear o para retirar el stock del día anterior, según fuentes de la causa investigada por el Cuerpo de Investigaciones Judiciales y la División Operaciones Metropolitanas de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal.
Los allanaron. 20 objetivos fueron golpeados con 2300 paquetes de marihuana, 445 de cocaína y un ladrillo de un kilo además de pasta base, máquinas de contar billetes, 120 mil pesos en efectivos, 15 balanzas, cuatro handies y seis pistolas.
Juan Carlos Grados Romo fue detenido, le dieron 8 años de cárcel. Curiosamente, estaba registrado en los servicios de “seguridad e investigación” de la AFIP. Freddy López Velázco, quién tenía otras dos causas en trámite por los mismos delitos de tenencia de estupefacientes, fue condenado a la pena de cinco años de prisión de efectivo cumplimiento
Fernando Michael Rodríguez Zubieta, otro de los detenidos, fue condenado a seis años de prisión de cumplimiento efectivo. De 41 años, tiene su domicilio registrado en la manzana 22 de la 1-11-14, recibió seis años. Su apellido materno, Zubieta, es histórico en el Bajo Flores: es el del clan de subalternos de “Marcos” Estrada, su guardia de hierro.
Por lo pronto, la Justicia no sabe quiénes fueron los que se enfrentaron a tiros el lunes por la noche, o por qué. “Marcos” Estrada, creen en la Justicia federal, no tendría una injerencia en el conflicto: sus viejas segundas líneas habrían cobrado vida propia.
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