Uno va por la calle y se encuentra con gente. Esta semana, la Policía de la Ciudad encontró en actitud sospechosa a Roberto Maximiliano Valdez mientras caminaba por la esquina de Blanes y Martín Rodríguez en La Boca. Valdez, de 30 años, vecino del barrio, quedó detenido de inmediato por División Prevención del Delito, con una captura pedida por la UFI N°9 de La Matanza con la fiscal Andrea Palin: lo buscaban por un robo cometido a comienzos de noviembre pasado en un departamento de Villa Madero, a donde ingresó según la acusación en su contra con una tarjeta magnética. Fue acusado de llevarse 90 mil dólares y 60 cámaras Go Pro, con un valor de venta minorista de medio millón de pesos. Valdez, al parecer, se confió demasiado: un perito encontró sus huellas dactilares en la escena.
Así, fue identificado y se realizaron allanamientos para encontrarlo en territorio porteño, con resultados negativos. Al final, cayó por ir a dar una vuelta para comprar cigarrillos. El Juzgado de Garantías N°3 de La Matanza autorizó su traslado: la fiscal Palin espera indagarlo en las próximas horas. Los registros de Valdez revelaron, por otra parte, un detalle curioso. El acusado estaba bajo libertad condicional.
No sorprende. Su historia en los tribunales es larga y violenta, con un robo famoso en particular. Ocurrió en Villa Pueyrredón el 11 de marzo de 2014, apenas pasada la medianoche: la víctima fue Jonathan Fabbro, futbolista hoy condenado por abusar sexualmente de su propia ahijada, y varios miembros de su familia.
Esa noche, Fabbro festejaba el cumpleaños de su madre junto a sus hermanos y su novia, Larissa Riquelme, con una reunión en un departamento en un cuarto piso de la calle Cochrane. Cinco hombres marcaron al futbolista tras verlo en una estación de servicio cercana mientras iba a bordo de un Peugeot blanco, lo siguieron y lo encañonaron en la entrada del edificio. Fabbro intentó resistirse. “Vos sos jugador de fútbol, dame toda la plata, dale que te venimos siguiendo de la Esso”, le dijeron con un pedazo de acero en la sien.
Fabbro, finalmente, se rindió. Los ladrones subieron con él y amenazaron a la familia. Había varios chicos en el departamento. Entre ellos estaba la ahijada de Fabbro, la misma por la cual fue condenado a 14 años de prisión. La nena tenía 8 años en ese entonces: los abusos, según el cálculo de la Justicia, ya habían comenzado.
El futbolista se quedó descalzo ante una nueva amenaza; le robaron las zapatillas luego de que lo golpearan con un culatazo en la cabeza y lo maniataran. La situación se puso peor. Entre los chicos presentes había un menor con síndrome de Down: lo golpearon también, mientras exigían a gritos “la plata” o saber si el Peugeot de Fabbro tenía un rastreador satelital. Otro delincuente le dijo a Anabel Fabbro, hermana de Jonathan: “Nosotros no somos chorros, no somos asesinos, ni violines, somos torturadores”, mientras amenazaba con quemarle la cara con un encendedor.
Mientras tanto, Valdez apilaba las camperas Nike que eran propiedad del futbolista, a los gritos, profería insultos. Antes de irse, los cinco vaciaron la casa. Robaron ropa, perfumes, zapatillas, dos consolas Playstation, una joya Bulgari, un perfume Thierry Mugler, un iPod, algunos teléfonos. Unos de los autos de la fuga, según los fundamentos del fallo que condenó a la banda, era un Volkswagen Fox atribuido a “Maxi” Valdez.
Cayó dos semanas después junto a un cómplice, mientras iba en moto, una Honda negra. Fue una casualidad. Un hombre denunció que le habían robado la suya minutos antes a punta de pistola en la esquina de Sáenz Peña y Echagüe. La Federal lo encontró a Valdez y persiguió, le dispararon al carter del motor para frenarlo. Al final, la moto no era.
Luego, enfrentó una rueda de reconocimiento tras ser vinculado al robo a Fabbro. La madre y la hermana del futbolista lo señalaron. La causa habla de “confesión y arrepentimiento”, su abogada defensora afirmó que “su pupilo proviene de una buena familia, trabajadora, que antes del hecho sus padres se separaron y esto lo destruyó, que antes de ser detenido tenía dos trabajos”, que se casó tras el asalto y que tenía una hija que no veía hace dos años.
Después del robo, tuvo otro trabajo: cobró un sueldo del Servicio Penitenciario Federal por tareas menores, cuando terminó preso en el penal de Ezeiza.
El 29 de noviembre de 2016, el Tribunal Oral en lo Criminal N°13 lo condenó a seis años de prisión.
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