No había nada fuera de lo común con respecto al cadáver ensangrentado que la división Homicidios de la Policía de la Ciudad encontró en la cocina del restaurant Aroma China en la calle Paraguay al 2700 en la madrugada del 30 de agosto de 2020. En el restaurant funcionaba algo relativamente común para ciertos lugares del circuito de la comunidad asiática en Buenos Aires: un garito de poker. Tres hombres, también chinos que vivían en el restaurant fueron detenidos; se encontró una pistola Ruby calibre 9 milímetros entre la basura con varias balas.
La narrativa del hecho parecía simple, un juego de cartas clandestino que se acaloró hasta la muerte, y no mucho más. Un testigo incluso había declarado que vio a salir a dos sospechosos con rasgos orientales tras el estruendo de disparos. Todo tenía sentido.
Luego, la historia comenzó a cambiar. A veces, en el hampa, los muertos no se llaman por su nombre.
En un primer momento, trascendió que el hombre en la cocina tenía tres balas. Luego, trascendió que tenía más: el reporte policial final marcó 15 tiros entre la cabeza y el torso y 23 mil pesos en un bolsillo. Se supo lo que parecía ser la identidad de la víctima a través de un DNI nacional que le encontraron, correspondía a un hombre de 34 años también chino, con domicilio en un depósito en Villa Ortúzar, ex empleado de un acaudalado comerciante de la comunidad. El Juzgado N°47 de Mónica Berdión de Crudo se encaminó a cerrar el expediente, pero la saña con el que el hombre de la cocina fue asesinado era evidente. Las mafias chinas en la Argentina hablan poco y disparan lo justo. 15 tiros era demasiado.
Tiempo después, alguien se presentó en la Morgue Judicial para retirar el cuerpo. Llevó un pasaporte que pertenecía al hombre muerto, pero ese pasaporte no le pertenecía al hombre de Villa Ortúzar, sino a alguien mucho más importante: el cuerpo correspondía a Yang Ye Hui, nacido el 6 de diciembre de 1986 en Fujian, comerciante según su actividad declarada a la Justicia, con domicilio en la calle Directorio Mataderos. Sin embargo, era mucho más famoso por su alias en el mundo criminal: Ai Ru, lo llamaban.
Y Ai Ru fue mucho más que un simple pesado: fue de los más pesados, un mafioso extorsionador y traficante de mujeres, el segundo al mando de Pi Xiu, la mafia china más poderosa de la Argentina.
Tiempo después, se confirmó de manera certera: el muerto en el piso de la cocina, efectivamente, era Ai Ru.
El rumor sobre la identidad del muerto comenzó en ciertos sectores de la comunidad china. Después, fuentes policiales a las que accedió Infobae lo confirmaron a través de sus investigaciones. Hay versiones inquietantes alrededor del crimen del garito-restaurant. La peor de todas indica que un comando sicario de elite irrumpió en el garito para amenazar a todos los presentes con matarlos si hablaban. El ex capo mafioso fue ejecutado, supuestamente, tras una transmisión por videollamada de la previa del asesinato.
Para entender la brutalidad del hecho, primero hay que entender quién fue Ai Ru mismo, y qué es Pi Xiu.
La mafia, llamada así por un mítico animal con cuerpo de perro y cabeza de dragón, fue allanada por primera vez en junio de 2011, acusada de manejar un meganegocio de extorsiones armadas para exprimir a supermercadistas con cuotas de ingreso a la mafia de 30 mil dólares o más: podía recaudar, supuestamente, un millón de dólares y medio por mes, con 300 comercios amenazados y un staff de sicarios a disposición. La jueza María Gabriela Lanz ordenó 22 procedimientos luego de una larga y meticulosa investigación de la ex división Defraudaciones y Estafas de la PFA, hoy división Antifraudes, la mayor experta en mafia china del país.
Hubo más de 20 detenidos ese día, entre ellos quien fue señalado como el mayor jefe de la tríada, Yong Ye, apodado “A Di”, “El grande”, o “El Grosso”, nacido en la provincia china de Fujián, con DNI argentino y una condena previa en Córdoba por lesiones graves. También hubo fuego en el operativo. El grupo GEOF ingresó a uno de los principales bastiones de Pi Xiu en la provincia de Buenos Aires, el supermercado “Mis Sueños” sobre la avenida Rivadavia en San Martín. Fueron recibidos con balas por miembros de la banda; un integrante del GEOF se llevó un tiro en el casco y otro en el brazo derecho. En esa jornada cayó también Ai Ru, capturado a bordo de su camioneta, cercado por los policías de Antifraudes.
Se allanaron también karaokes en el Bajo Flores con prostitutas y una camioneta cargada de rifles y pistolas, un restaurant chino junto al viejo cine Cosmos en la calle Corrientes donde definían sus jugadas en banquetes. Se encontraron anotaciones que sugerían movimientos de dinero hechos durante seis meses entre 2015 y 2016, giros a Oriente por siete millones de dólares y 14 millones de pesos. También se los juzgó por otros delitos.
La investigación de la jueza Lanz reveló escuchas que vincularon a Pi Xiu con el tráfico de mujeres, con cinco mujeres chinas encontradas en 2016 tras el vuelco de una Volkswagen Amarok en Campana. Habían venido al país desde Fujian para aterrizar en Bolivia o Ecuador, traficadas por tierra en camionetas, con noches en hoteles o casas.
Ai Ru, aparece largamente en las transcripciones. Hay varias charlas entre él y otro miembro de la banda referentes al “rescate” de las mujeres encontradas tras el vuelco de la Amarok.
Su interlocutor le dice a Ai Ru: “Bueno, llévate a las cinco ahora, voy a saber quiénes son las otras tres. Las voy a amenazar a ellas. No te preocupes. Sales de Gendarmería”. El mismo hombre le asegura luego a Ai Ru: “Voy a coordinar con Migraciones para que borren tus registros… Después de llegar a casa informame los nombres de las cinco”. Luego, ese mismo mafioso asegura que se comunicó con un alto directivo de Migraciones para hablar de “la plata para liberar a las ocho”. Por lo visto, de acuerdo a las escuchas, Ai Ru mismo se habría presentado para buscar a las mujeres en una dependencia de una fuerza de seguridad en Zárate.
Tras el análisis de las escuchas se sospecharon negocios turbios con Migraciones en este episodio para recuperar a las mujeres rescatadas, particularmente con Leonardo Javier Rende, parte del Departamento de Mesa de Entradas y Notificaciones a nivel nacional. La imputación en su contra habla de contactos fluidos con un mafioso con más de 20 llamados por celular y supuestos pagos de dinero.
El 24 de mayo de 2019, Ai Ru, Yong Ye y Leonardo Rende fueron condenados en primera instancia por el Tribunal Oral Federal N°4 de San Martin. El funcionario recibió tres años de prisión en suspenso. Los mafiosos chinos, tres años y medio de efectivo cumplimiento.
La estrella de Ai Ru se desgastó tras salir de la cárcel de Ezeiza. Quienes conocen el submundo apuntan que rompió con Pi Xiu y que habría intentado quedarse con la clientela de supermercados extorsionados que manejaba en sus días de alta mafia, que incluso trató de montar su propia organización sin demasiado éxito. Terminó como prestamista en el garito de la calle Paraguay, ofreciéndole plata a jugadores para cobrarles luego con una tasa de usurero.
Mientras tanto, el mundo de la mafia en donde Ai Ru había sido amo y señor cambiaba rápidamente. Pi Xiu retenía parte de su histórico poder, pero nuevas tríadas avanzaban en Capital Federal y el conurbano con barrabravas del Ascenso o de Primera como pistoleros de alquiler. El negocio del juego clandestino comenzaba a cobrar vuelo entre karaokes y pipas de metanfetamina cristal contrabandeada desde Europa por asiáticos. La geopolítica no era la misma que en 2016.
Ai Ru, mientras tanto, pasaba sus días en la calle Paraguay, donde era realmente fácil verlo, casi una reliquia desfasada en tiempos veloces. Entonces, ¿quién lo mató? Se sospecha que sus viejos compañeros y jefes de mafia no habrían sido quienes ordenaron su muerte. Tampoco lo acribillaron por un par de cartas marcadas. Fue, se cree, otra cosa.
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