Cada vez que sonaba el timbre para el recreo en la Escuela N°37 de Isidro Casanova, Emilce Ayala salía al patio con preocupación. Era 2019 y ella cursaba cuarto año: tenía apenas 15 años. No podía escapar del hostigamiento y del control obsesivo de su novio, Luis Tobías Zuchelli, alumno de sexto.
El joven que en ese entonces tenía 19 años quería controlar cada movimiento de su pareja, dentro y fuera de la escuela. Vigilaba con quién charlaba en los recreos, con quién llegaba al colegio, quiénes eran sus nuevos amigos, las fiestas con compañeras a las que concurría y, si lo consideraba necesario, hasta hackeaba las claves de los perfiles de las redes sociales.
Lo que parecía una relación de abuso entre dos adolescentes se terminó de convertir el 29 de agosto de ese año en un femicidio particularmente bestial: Tobías estranguló y mató a golpes con un palo a Emilce en una habitación de la casa que compartía con sus abuelos. A los pocos minutos, fue hasta el dormitorio de su abuela y le confesó el crimen.
Este último lunes, casi dos años después, comenzó en el Tribunal Nº 1 de San Justo el juicio contra el femicida que hoy tiene 21 años y se encuentra detenido en la prisión de Melchor Romero, con una acusación llevada adelante por la fiscal Celia Cejas. La familia de Emilce busca que sea condenado a prisión perpetua por el delito de homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y femicidio.
Los padres de Emilce, Soledad Morel y Sergio Ayala, buscan así poder cerrar un círculo de un año y medio en el que sólo encontraron las fuerzas para seguir adelante en sus dos hijos menores y en la esperanza de ver condenado al asesino de su hija mayor.
“Eran dos adolescentes. Eran dos chicos. Hacían cosas de niños, se peleaban por cosas de niños. Incluso, mi hija hablaba más de lo que la molestaba este chico con sus amigas que con nosotras. Nunca pensamos que podía llegar a pasarle algo así”, le afirmó Soledad Morel, la madre de Emilce, a Infobae en una entrevista telefónica.
Soledad fue testigo en la primera audiencia del proceso: declaró ante los jueces Andrea Giselle Schiebeler, Alfredo Pedro Drocchi y Matías Jorge Rouco. Fue un proceso rápido. Más tarde, durante los alegatos, la fiscal Cejas solicitó la pena de prisión perpetua para el acusado, que se negó a declarar. El próximo viernes a las 14 los jueces dictarán la sentencia sobre el caso.
Durante su testimonio, la madre brindó detalles sobre lo que fue el poco más de un año de noviazgo de su hija con el femicida y los días antes del asesinato, cuando la relación ya había terminado.
“Nos decía que la estaba controlando todo el tiempo y que se le metía en las redes sociales. Las dos veces que él vino a casa, parecía un chico tímido, callado, sencillo. No lo vimos como un chico agresivo. Es más, vino varias veces llorando a casa diciendo que la amaba y que quería estar con ella”, relató Soledad.
“Una vez vino para la celebración de una comunión. Él quería que Emilce estuviera alejada con él todo el tiempo y yo le pedía a mi hija que viniera con el resto. Cuando mi hija vino, él desapareció de golpe”, completó.
En su relato ante los jueces, la madre describió los abusos y hostigamiento por parte de Zuchelli a raíz de conversaciones que tuvo con las amigas de su hija días después del crimen.
“Ellas me dijeron que en el colegio era insoportable. Iban a la Escuela Nº 37, de Isidro Casanova. Me decían que la estaba controlando todo el tiempo. Que cuando estaban en clase, el chico se asomaba por la ventana del aula para ver con quién se sentaba o con quién hablaba. Y lo mismo en el recreo, casi que no le dejaba estar con otros. También me dijeron que hubo veces que la zamarreó del brazo y que los amigos del curso de ella se llegaron a pelear con él por estas agresiones”, afirmó.
Las compañeras mismas incluso expusieron el tema. Nadie las oyó: “Lo que más me indignó es que las compañeras denunciaron ante la preceptora y la preceptora les dijo que eran problemas de pareja y que se tenían que arreglar entre ellos”, siguió Soledad.
Otro antecedente violento que se narró en la primera jornada del juicio ocurrió unos meses antes del asesinato de la menor, cuando Emilce fue a la casa de una amiga para un pijama party.
“Esa noche, me llamó la mamá de la amiga de Emilce diciéndome que había aparecido este chico y que les decía que, en mi nombre, se tenía que llevar a Emilce de la casa. Yo hablé con Emilce y le dije a la madre que ella se quería quedar. Al otro día, mi marido fue a buscarla y el chico este todavía estaba sentado en la vereda de enfrente. No sé si estuvo ahí toda la noche”, aseguró Soledad.
A mediados de 2019, Emilce se hartó de los constantes hostigamientos de su pareja. El acoso incluía también que el joven se metiera en los perfiles de la adolescente de 15 años y hasta intercambiara charlas con otros como si fuera ella. Así, después de charlarlo con sus padres, la joven le comunicó a Zuchelli que la relación estaba terminada.
Pero el femicida no detuvo su acoso y la situación empezó a tornarse más violenta.
“El día anterior al asesinato, el chico vino a mi casa. Estaban mis hijos solos. Eran las tres de la tarde, él conocía los movimientos míos y de mi marido. Sabía que a esa hora estábamos los dos trabajando. Y yo estoy convencida de que ya ese día estaba decidido a matarla. Ese día no ocurrió porque Emilce nunca salió de la casa y el chico no le pudo hacer nada”.
Al día siguiente, el 29 de agosto por la mañana, Emilce le comunicó a su madre que a las 16.30 tenía clase de Educación Física, después volvía a bañarse a su casa y luego se iría a una cita con otro chico.
“A eso de las 17, mi hija menor, Estefanía, que tenía 14 años, me dijo ‘Qué raro que no volvió Emi de gimnasia’. Yo le respondí que seguramente había salido con el chico directamente después de la clase y que regresaría más tarde. Estuve tranquila hasta las ocho y media, que fue cuando me llamó la abuela del chico y pasó todo lo que pasó”, describió Soledad.
Aún se desconoce cómo fue el encuentro entre Emilce y Tobías. Lo que sí se supo es que cerca de las 19, el chico llevó a la joven de 15 años a una habitación en el fondo de su casa. La estranguló y luego, ya con Emilce sin vida, la golpeó varias veces en el rostro con un palo.
Después, Zuchelli fue hasta la habitación de su abuela, que dormía la siesta, y le dijo “Me mandé una macana con Emilce”.
La abuela constató el crimen y, estupefacta, llamó de inmediato a los padres de Emilce para pedirles que fueran con urgencia a su casa. Unas diez cuadras separaban ambos domicilios en el barrio San Carlos, de Casanova.
Después de hablar con su abuela, Zuchelli escapó. Fue encontrado a la 1:30 de la mañana en estado de shock en el cruce de la Ruta 3 y la calle Roma. Horas después confesó el crimen ante el fiscal Claudio Fornaro.
En tanto, la abuela declaró en su momento ante la fiscalía pero no será una testigo en el juicio. Desde ese mismo día del crimen, nadie de la familia Zuchelli se puso en contacto con la familia Ayala.
Meses después, Soledad Morel llamó al colegio para ver si su hija había acudido ese jueves 29 de agosto a la clase de educación física. Fue anotada como ausente.
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