El 24 de marzo por la tarde, Zaira Yanet Osuna caminó bajo el sol junto a su padre Ramón por una estación de servicio YPF cercana a la ciudad de Garuhapé, provincia de Misiones, un municipio de poco más de 8 mil personas sobre la frontera de Paraguay. Cargaban bolsos. Pero un micro no los había dejado allí. Habían comisionado un remise clandestino para partir desde Capital Federal, en un viaje relámpago de 14 horas. Había cambios. Zaira no tenía su pelo del tono rubio característico que llevaba hace años. Se lo había teñido de oscuro. Poco después, padre e hija se separaron.
Zaira, de 19 años, creen detectives de la división Investigación de Homicidios de la Policía Federal que le siguen el rastro para arrestarla, cruzó ilegalmente a Paraguay. Todo era una fuga. Su padre, también nacido en Misiones, al parecer, la ayudaba. La joven oriunda de la Villa 21-24 estaba acusada de ser una cómplice en el asalto que le costó la vida a Alfredo Poggetti, el ex policía de la PFA que murió en una entradera. Otros tres jóvenes de la villa de Barracas estaban junto a ella, según la acusación del juez Luis Schelgel.
Hoy, Osuna Villalva es la última prófuga buscada por el crimen del integrante de la PFA. Sus tres supuestos compañeros, Leandro Berón de Astrada, Luis Estigarribia, Kevin Limenza, ya fueron arrestados.
El sitio de Interpol muestra la circular roja con su imagen. La Policía paraguaya ya tiene la información. Los detectives de la división Homicidios lograron obtener el video que ilustra esta nota y que es parte de su investigación. Sus compañeros se entregaron en la sede de la división Homicidios de la PFA o cayeron en operativos: la misma semana que Zaira llegaba a Garuhapé, la PFA allanaba Dock Sud para encontrar a Berón de Astrada, a quien le faltaba una falange, se sospecha, por un disparo del arma de Poggetti.
Berón de Astrada, según fuentes del caso, es el padre del hijo de Zaira, nacido en 2018. Ambos son pareja, o lo fueron hasta el crimen del ex policía.
Y luego está el padre.
Llamar a Ramón Osuna un puntero es subestimarlo. Apodado “El Rulo”, durante años se construyó a sí mismo como un hombre fuerte y referente de la Villa 21-24, con contactos políticos fluidos, parte de su junta vecinal, a la que no pertenece, al menos orgánicamente, hace varios años.
Hoy, sus viejos conocidos en Barracas hablan en susurros de “el quilombo con su hija” y aseguran que “se las tomó, se borró”. Su histórico número de teléfono se convirtió en un abonado fuera de servicio.
Estigarribia, de 19 años, nacido en Paraguay, se presentó en la sede de la División Investigación de Homicidios de la Policía Federal Argentina (PFA), en la calle Chacabuco 465 del barrio porteño de Monserrat. Según contaron fuentes del caso, fue acompañado por su abogado. Se cree que se había fugado a su país natal, con una circular roja de Interpol sobre su cabeza y que se le acabó la plata, o la protección. Tuvo que volver.
Al revisar su cuerpo en el chequeo de rigor, los efectivos federales se sorprendieron al encontrar gran cantidad de cicatrices de heridas de arma blanca, incluso impactos de bala.
El 5 de abril último, Kevin Limenza, el segundo detenido del caso, se entregó de la misma forma, presentándose con su defensor y su tía en la sede de Homicidios.
Los detectives de Investigación de Homicidios de la PFA allanaron también Garuhapé. Nadie delató a los Ozuna. Pero las cámaras de la estación de servicio no mentían.
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