“Me llevaba a lugares oscuros, me sacaba la ropa, me acariciaba el pecho y me besaba la boca. Me pasaba la parte íntima de él por el cuerpo”. La frase corresponde a una declaración en cámara Gesell de un menor, hoy de 15 años, vecino de la Villa 31, en el marco de una causa investigada por la Justicia. El victimario tiene un nombre: es Nelson Darío Medina, de 50 años, su entrenador de fútbol en una cancha del asentamiento de Retiro.
La investigación comenzó en abril de 2018: según la imputación en su contra llevada adelante por el fiscal Jorge Fernández, Medina violó sistemáticamente a tres de sus alumnos que en ese entonces tenían entre 8 y 11 años, manipulando sus mentes con engaños burdos, comprando su silencio con regalos que iban desde dinero hasta teléfonos celulares y hasta “premiando” con la capitanía del equipo a las víctimas.
Así, Medina enfrentó su juicio oral y público. En la tarde del lunes, recibió su condena, impuesta por el Tribunal Oral Criminal N° 29: 24 años y 6 meses de prisión, por delitos como el abuso con acceso carnal agravado por ser encargado de la educación de los chicos y corrupción de menores.
Sus propias víctimas lo denunciaron. La investigación comandada por el fiscal Fernández se inició cuando uno de los menores llegó a su casa del asentamiento asustado, temblando y transpirado. Minutos antes su profesor de fútbol, le había supuestamente bajado el pantalón con la intención de abusarlo pero el chico pudo huir. En el camino se cruzó con dos asistentes sociales a los que les explicó la situación como pudo. También les relató que a otros de sus compañeritos directamente los había violado. La denuncia se hizo de inmediato y comenzaron una serie de medidas de prueba que confirmaron más víctimas.
“Cuando llegó la denuncia se inició una investigación que terminó por comprobar que violaba constantemente a algunos de sus alumnos de futbol. Los llevaba a lugares recónditos dentro del barrio 31 y los abusaba. Después les prometía regalos para comprar su silencio”, explica a Infobae uno de los investigadores del caso.
Ayudados por asistentes sociales y personas del barrio, los investigadores detectaron varios menores que habían presuntamente sido violados años atrás y que nunca habían llegado a contarlo por miedo. Incluso una de las víctimas, ahora de 18 años, relató que fue abusado desde los 9 hasta los 12 por el mismo hombre.
El modus operandi detectado por la fiscalía en todos los casos era prácticamente el mismo. Luego de los entrenamientos llevaba a las víctimas a su propia casa ubicada en el barrio YPF de la 31, a un contenedor en los límites de la villa o a un sector público conocido como “el correo”, en una parte trasera del asentamiento.
“Nelson Medina acosaba a los niños que elegía como favoritos hasta lograr su propósito. Los amenazaba diciéndoles que podía mover las cosas de su casa, leer sus mentes o invocar al diablo a través del 666 que tenía escrito en su brazo. Los asustaba diciéndoles que podía pasarles algo malo si ellos no hacían lo que él quería”, explica Florencia Linares, abogada de las víctimas.
Las cámaras Gesell que se practicaron un mes después de iniciada la investigación fueron contundentes. A pesar del temor, las víctimas relataron los abusos, los lugares y dieron detalles de cómo fueron cooptados por el acusado.
Quizás uno de los engaños más viles que Medina le dijo a los chicos para convencerlo tuvo que ver con una supuesta enfermedad: “Tengo un coagulo en la cabeza pero si tiene sexo conmigo se cura”, era la frase que usaba. Durante la instrucción se comprobó que ni siquiera padecía de esa enfermedad.
Así, las especialistas del Cuerpo Médico Forense concluyeron que sus relatos eran verosímiles y que mostraban evidencias de abuso, lo que llevó al pedido de detención de Medina en junio de 2018. Luego, el acusado fue enviado al pabellón de ofensores sexuales de la cárcel de Marcos Paz. Cuando tuvo la oportunidad de defenderse, se negó a declarar.
Sin embargo, sus defensores oficiales intentaron introducir en el expediente a modo de defensa que Medina sufría de una impotencia sexual por lo que los abusos no podían ser verdad. “Se trata de una estrategia usada y remanida en este tipo de casos que por lo general termina fallando, como sucedió acá porque se le hicieron todos los exámenes hormonales y de todo tipo y todo dio normal”, explica la letrada Linares.
Así, el profesor fue finalmente condenado.
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