Tras su detención a principios de diciembre pasado, Enzo Matías Pereyra fue acusado por la fiscal Marcela Juan, titular de la UFI N°16 de Lomas de Zamora, por abuso sexual agravado, lesiones graves agravadas, tentativa de homicidio y reducción a servidumbre. Sus víctimas fueron cuatro mujeres, tres de ellas menores de edad, que el hombre presuntamente mantuvo encerradas en una casa en Llavallol desde el inicio de la cuarentena obligatoria hasta octubre pasado en condiciones aberrantes.
Después de su arresto, las mujeres fueron llevadas a un lugar seguro y la fiscal Juan avanzó con los peritajes de rutina sobre las víctimas para determinar las atrocidades que Pereyra supuestamente les había provocado. Allí, según aseguraron fuentes del caso a Infobae, quedó expuesto todo lo que Micaela- un nombre de fantasía empleado en esta nota para preservar su identidad-, la víctima que escapó y denunció el horror, había dicho.
Pero en los últimos días se le agregó una nueva acusación inquietante. Una de sus víctimas, también menor de edad, en cámara Gesell, un peritaje clave en los casos de abuso sexual de menores, relató como Pereyra en una de esas noches de encierro y abusos tomó el cable de una plancha y la ahorcó mientras la insultaba y le decía que la iba a asesinar.
Así, Pereyra fue imputado por tentativa de homicidio.
Continúa encerrado en un calabozo, luego de su detención en la Plaza San José en Flores, en medio de un operativo en conjunto de la policía porteña y la DDI de Lomas de Zamora, gracias a que sus tatuajes lo delataran: irónicamente, llevaba dos lágrimas de tinta en su cara. Desde ese día, el hombre está a la espera de que su causa se eleve a juicio. En el expediente, donde quedaron documentadas todas las presuntas atrocidades que cometió, existe una página entera dedicada a la calificación de la causa por los delitos que se le acusan. Ahora se sumó este último: intentar matar a una nena.
Según confiaron fuentes judiciales a Infobae, la trama de horror comenzó dos años atrás cuando Pereyra conoció a Micaela en la plaza central de Lomas de Zamora. Ambos se encontraban en situación de calle: Micaela tenía 13 en ese momento y Pereyra 25. Pasó el tiempo y en ese lapso, Micaela fue abusada por otro hombre y quedó embarazada.
Tras la violación, la chica tuvo al bebé y volvió a la calle. Allí se reencontró con Pereyra y comenzaron una especie de relación en el marco de una situación de abuso, ya que ella era menor de edad. Una vez que el coronavirus se convirtió en una realidad y el Gobierno decretó la cuarentena obligatoria, decidieron mudarse a la casa de la madre de la joven, Sandra, en la calle Doyenard, a media cuadra de una comisaría.
Allí además de Sandra vivían dos hermanas de Micaela, de 12 y 13 años. Pereyra fue recibido y en poco tiempo comenzó la brutalidad. En un principio, Pereyra no mostraba gestos de violencia, pero mientras los días transcurrieron, el hombre comenzó a cambiar. Primero, insultos y malas formas de responder, luego largas golpizas con elementos contundentes y por último, el horror.
El hombre, durante los meses que vivió en la casa, según quedó acreditado en la causa, encerraba a las mujeres dentro del domicilio impidiéndoles salir. Cerraba las puertas con candados, les ataba los pies y las obligaba a quedarse paradas durante horas para luego golpearlas. Cuando caía el sol, en medio del invierno, les exigía salir al patio desnudas y las amenazaba, según sus relatos, las torturaba por placer. En medio de esas atrocidades, las forzaba a bañarse de noche con agua fría mientras las observaba.
Incluso, Pereyra no les permitía comer salvo que él lo quisiera. Y para evitar que se escaparan controlaba el dinero de la casa.
En una de esas noches, Pereyra amenazó a una de las niñas de 12: “Te voy a matar”, dijo.
Tomó un hierro con forma de cruz y la golpeó sin cesar mientras le gritaban que se detenga, que la iba a asesinar. Según quedó demostrado en la causa, la chica fue herida con un tajo en la parte superior de la cabeza.
Tras las violentas golpizas, Pereyra comenzó a abusar sexualmente de las mujeres en forma regular. Hasta que una noche Micaela le dijo que tenía que parar, que se tenía que ir y lo intentó echar de la casa. “Cerrá el orto y callate. No me hagas poner nervioso. Sos muy bonita para terminar como tu mamá y tus hermanas. Y te aseguro que no querés terminar como ellas”, le respondió.
Micaela logró escapar de la casa y se dirigió a realizar la denuncia que recayó en la fiscalía a cargo de Juan. La fiscal inmediatamente ordenó un allanamiento en la casa, pero Pereyra se había fugado. Los policías que ingresaron al domicilio, según las fuentes con acceso a la causa, rescataron a las dos niñas y a Sandra que se encontraban encerradas en una habitación y las llevaron a un lugar seguro. Luego, a los pocos días, llegó la detención de Pereyra para ponerle fin a uno de las mayores casos de brutalidad sistemática contra mujeres de los últimos años, en medio de un contexto de vulnerabilidad y pobreza extrema.
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