Intense Live intentó escribir su nombre con letras de oro. Era una idea, más que una empresa: no existe una razón social registrada con ese nombre en toda la Argentina. Ofrecía un negocio sumamente interesante para el pequeño ahorrista: ser parte de una nueva aplicación de viajes en automóviles, una “inversión colaborativa” con un “contrato certificado” según su sitio web para “financiamiento colectivo en transporte privado”. “Intense Live compra vehículos”, dice un panfleto, que luego son equipados con GPS y cámaras de seguridad. Es decir, ni siquiera contrata a los choferes ya con autos, el sueño de la flota propia.
Sonaba genial: cualquiera con un poco para invertir se convertía en parte de un negocio sumamente lucrativo. “El camino al éxito empieza por dar el primer paso. ¡Arriesgate a emprender!”, decía otro vendedor del sistema, con una frase un poco boba del capitalismo de la voluntad, que invitaba a ser un “empresario digital”.
Las promesas de retorno eran colosales, insólitas: más del 20 por ciento mensual mínimo.
Sus oficinas, según su web, estaban esparcidas en Estados Unidos, Brasil, Colombia, Bolivia y Argentina, donde se diseminó a través de la provincia de Buenos Aires, de puntos como Catamarca y Tucumán. Según testimonios, el aporte para entrar era en criptomonedas, 300 dólares en bitcoins. Sus operadores se volcaban a Instagram para anunciar su éxito, como si fuesen vendedores de cosméticos puerta a puerta, disfrazados de traders de criptomonedas, poniendo cara de éxito en su foto de perfil. “Invertís una vez y cobrás 12″, decía uno de ellos desde Ramallo. El pago de las ganancias, mejor todavía, podía hacerse en bitcoins.
No solo se trataba de Instagram: los grupos de Telegram de la marca también funcionaban como un nodo de reclutamiento.
Muchos vendedores hasta habían impreso folletería, barbijos con números de teléfono. Al final, para la Justicia, sería todo un engaño, un esquema Ponzi construido sobre la ruina de posibles víctimas. Esta semana, una rama argentina de Intense Live cayó en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, tras una denuncia que puso en marcha un expediente federal que recién comienza.
Esta semana, la División Investigación Antifraude de la Policía Federal allanó una serie de departamentos y oficinas vinculados a ocho hombres de San Nicolás luego de una denuncia recibida por la PROCELAC, el ala de la Procuración que investiga delitos financieros, que detallaba que la modalidad ya comenzaba sus primeros estragos en Catamarca y, precisamente, en San Nicolás.
Allí, el fiscal federal Matías Di Lello inició un expediente por el artículo 310 del Código Penal, captación ilegal de ahorros. Ocho hombres de entre 45 y 35 años, alguno de ellos vinculados al mercado de seguros, fueron allanados por PFA, luego de realizar tareas de inteligencia, con un expediente que incluyó escuchas telefónicas. Se secuestraron dólares y folletería en las oficinas de San Nicolás, además de celulares y computadoras.
“Es una movida internacional, diseñada desde afuera. La causa recién comienza”, asegura una voz clave en el expediente.
Las similitudes con el caso Hope Funds, hoy llevado a juicio oral, señalado como la mayor estafa de la historia argentina, son obvias: el contagio y la captación ocurren de persona a persona, de familia y amigos.
Sin embargo, existe una diferencia clave. Hope Funds murió llevándose el dinero de sus víctimas, dejando un notable cadáver contable de empresas registradas y documentos a nivel nacional, con empresas offshore incluidas. Había una figura que unía todo, su presidente, Enrique Blaksley, que daba la cara por el emprendimiento y terminó como el principal imputado en una caso por lavado y estafa cuyo daño ocasionado se estima en más de 1500 millones de pesos a valor de 2017.
A nivel local, Intense Live parece más escurridizo. La marca “Intense Live” no aparece entre los registros del Instituto Nacional de Propiedad Intelectual. Una app con ese nombre ni siquiera figura en el Play Store de Google. Su web central ofrece domicilios en toda Latinoamérica, pero no en Argentina.
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