El 13 de febrero pasado, Noelia Avalle, una reconocida influencer con más de 26 mil seguidores en Instagram, posteó una foto tierna e inocente, una imagen de su gatita de pelaje gris oscuro y ojos verdes penetrantes que mira a cámara entre medio de las ramas de un árbol. Mientras los comentarios afectuosos se acumulaban en la publicación, había alguien que había prestado atención a un detalle ínfimo pero que no dejaba de ser un descuido. Un hombre que luego sería identificado como Víctor F. por la Justicia descubrió que en la chapa del collar del animal estaba grabado un teléfono celular de contacto en caso de que se perdiera: era el número personal de Noelia.
De un segundo para el otro, el celular de Noelia, su herramienta de trabajo, casi que una extensión misma de su cuerpo dejó de pertenecerle. A cada hora aparecían en su pantalla una serie de fotos de la más incalificable obscenidad acompañadas de mensajes intimidantes y desagradables. El primer pensamiento en la mente de la víctima fue la de “un desubicado” como tantos otros pero poco a poco la situación fue tornándose en algo más peligroso hasta convertirse en una amenaza real y concreta que derivó en denuncias, restricciones perimetrales y botón antipánico.
“Hoy cuando salgas te voy a estar esperando y te voy a partir en 4 después de hacerte acabar una y otra vez. Te la voy a morder toda loquita linda y te voy a raptar. Soy tu seguidor, putita linda”, fue uno de los cientos de mensajes que comenzó a recibir acompañados de imágenes de un miembro erecto, así como de fotos de un hombre del que no está constatado si se trata de Víctor F. mismo.
Varios bloqueos no fueron suficientes: el cambio de celular del acosador era una constante. Lo mismo los mensajes en su cuenta de Instagram de distintos perfiles creados pura y exclusivamente para hostigarla. Existieron algunos mensajes que la perturbaron particularmente.
Una foto de una jeringa, un polvo blanco y unas pastillas acompañaban el siguiente texto: “Te prepare este coctel para vos”. “Yo sé dónde paras, tengo tu ubicación, todo tengo. No te mudes, no te vayas del país porque te voy a encontrar. Vos te vas a venir conmigo”, continuó. Estos últimos mensajes llegaron una madrugada, acompañado de decenas de llamados entre las 3 y las 6 AM.
El 14 de febrero, Noelia llegó a la Comisaría 3° de Quilmes para realizar la denuncia contra su acosador. En la seccional relató lo que sufría y mostró mensajes que recibía a su celular de distintos números y a sus redes sociales provenientes de distintas cuentas pero que siempre tenían a la misma persona del otro lado del teclado. El acoso permanente y sistemático paralizó su vida. “No paro de recibir mensajes y amenazas, vivo atormentada y desolada”, le dijo a los efectivos que le tomaron la denuncia.
Ya con un botón antipánico en su poder y luego de algunos días sin recibir mensajes pensó que todo había terminado. Se equivocaba. De un nuevo teléfono llegó un mensaje que la aterró. Dos palabras alcanzaron.
“Estoy afuera”, decía el texto.
Veinte minutos después de accionado el dispositivo para pedir auxilio llegaron dos patrulleros que revisaron la zona y no encontraron a nadie. A las pocas horas el acoso por distintos medios volvió.
Al ver la lentitud de la Justicia para conseguir los datos personales del acosador y accionar alguna otra medida además del botón antipánico, una lentitud que le costó la muerte a una víctima como Ursula Bahillo en Rojas, dos amigas de Noelia decidieron intervenir e iniciaron su propia investigación. Le escribieron al celular de Víctor F. para increparlo y rogarle que pare. Le explicaron que de a poco estaba erosionando la vida de su amiga. Sólo recibieron amenazas.
“Me encantó esa gatita (por Noelia). Ya sé dónde está. La tengo vigilada. Ahora me la voy a llevar lejos y nadie más la verá. Será mi esclava por unos meses y cuando la interrogue también voy a dar con vos. Las voy a partir al medio. Cuando la interrogue vos vas a aparecer flotando en el rio, te lo juro”, lanzó. El mensaje venía acompañado de una foto en la que se veía un arma reglamentaria con sus municiones y una especie de placa de policía aunque no se llega a determinar de qué fuerza es.
Una de las amigas de Noelia consiguió la dirección del hombre y fue a buscarlo para hablarle personalmente. Según el registro público al que pudo acceder, el acosador vivía en un PH en el partido de Villa Adelina, curiosamente frente a una comisaría.
La chica tocó el timbre pero nadie contestó a pesar de que había luces encendidas en el interior. Estuvo varios minutos en la puerta hasta que escuchó pasos, giro su cabeza y se encontró de frente con Víctor F. Ella se asustó pero el más aún, tanto que salió corriendo. El hombre se desesperó e intentó trepar a los muros de las casa vecinas hasta que finalmente logró escapar, a metros de una estación policial.
Cuando la mujer quiso dejar asentado en la comisaría de la zona lo que había sucedido se encontró con una respuesta difícil de absorber. “Un uniformado me atendió en la puerta, ni siquiera me dejó entrar a contarle lo que había pasado. Le explique y me dijo que ahí no podía hacer nada. Que no era la jurisdicción. Que me vaya a hacer la denuncia a Quilmes. Le pedí por favor pero me dijo que no molestara. Entonces de ahí la pase a buscar a mi amiga y nos fuimos a Quilmes a hacer la denuncia. Esperamos 5 horas para que nos atiendan”, afirmó.
Hoy, la fiscal Eugenia Aparicio investiga el caso, bajo una calificación de amenazas agravadas. Se le tomó declaración a Noelia y se realizaron dos allanamientos. Además se le dio una orden de restricción a la víctima.
Sin embargo, en los últimos días aparecieron nuevas amenazas e insultos, esta vez desde la cuenta de una mujer que se identificó como la hermana del acusado, molesta por los operativos de la policía en sus domicilios. Mediante mensajes directos de Instagram escribió: “Él no tiene armas ni cuchillos. ¿Alguna vez lo viste con algo de eso?. Tuviste relaciones con él y después te haces la víctima. Decí que tuviste sexo con él, no te hagas. Puta. Las vas a pagar. Chau”.
A casi un mes del primer mensaje Noelia vive angustiada, por momentos deprimida y con miedo de salir a la calle. Perdió su trabajo por estar ahogada casi todo el día en el sufrimiento que le provoca el acoso y por las largas esperas en las comisarías donde intentó dar aviso de su situación. Las denuncias se realizaron, los mensajes son reales y las amenazas concretas. La Justicia, por lo pronto, tiene todos los elementos para evitar que se deba escribir una nueva noticia sobre el caso.
Si sos víctima o conocés a alguien que sufra violencia de género podés llamar al 144 o comunicarte por WhatsApp al +5491127716463 las 24 horas.
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