Hubo una línea final para quizás salvar al jugador más grande de todos los tiempos, una alerta, la última línea de defensa que falló. La Justicia lo sabe.
En los últimos días, los fiscales de San Isidro que investigan el homicidio culposo por negligencia u omisión de Diego Armando Maradona pudieron constatar que Maradona vio a un médico clínico, parte de un servicio de salud privado. Fue a mediados de noviembre, un mes antes de su muerte. Ese médico le ordenó realizar una batería de estudios el día 12 de ese mes. El 16 de noviembre, cuatro días después, estiman investigadores, el ídolo comenzó a mostrar síntomas evidentes: ronquidos, fatiga, un cambio en la voz. Se lo veía hinchado, más que de costumbre.
Dos días después, el 18 de noviembre, con esos síntomas en proceso, el neurocirujano Leopoldo Luque despachó al médico clínico con la excusa clásica para exiliar a cualquier del planeta Maradona: “Diego no quiere verte más”.
Cosme Iribarren, Patricio Ferrari y Laura Capra, los fiscales a cargo del expediente dirigido por el fiscal general John Broyad se sorprendieron un poco más ante el hallazgo. Hay otro hecho que revelaron las comunicaciones, no solo las de Luque sino también las de Agustina Cosachov, cuyos teléfonos fueron abiertos y analizados junto con los propios iPhone de Maradona, con desgrabaciones que en toda la causa superan las 400 fojas: se había decidido una internación domiciliaria a fines de octubre, un mes antes de que Diego pierda la vida, con equipos y especialistas stand-by, no en Tigre, donde finalmente murió, sino en la casa del country de Brandsen.
Esa internación domiciliaria finalmente no ocurrió. Al final, Maradona murió sin siquiera un llamador de cama para alertar su agonía o un simple aparato para que le tomen la presión. Tiempo antes hasta le habían retirado hasta a sus dos acompañantes terapéuticos, Alejandro Daniel Cottaro y Carlos Bacchini, que declararon como testigos semanas atrás y aseguraban que el entorno que controlaba estrictamente sus teléfonos y sus movimientos le daba de comer sándwiches de miga y osobuco con grasa.
Todo esto abona una nueva línea trágica de pensamiento en el expediente que espera ser analizado por la junta médica este 8 de marzo en la Superintendencia de Policía de la Plata. La ecuación para los fiscales es esta: cuanto peor Diego se ponía, menos lo cuidadan.
En paralelo, Dalma Maradona reclamó en Twitter el arresto de los imputados. Reclamó también por la acusación contra Matías Morla, aunque no se encuentra por ahora figura jurídica alguna para imputarlo. Una causa por homicidio por mala praxis ciertamente tiene un nivel de complejidad. Y tras 17 cuerpos de expediente, 3400 fojas, los fiscales esperan la prueba definitiva que definirá esos arrestos: la definición de la junta médica.
Hoy, por otra parte, se conocen los 23 puntos de pericia que los fiscales encargaron a los expertos que analizarán los 17 cuerpos de expediente, en donde los chats y conversaciones que reveló Infobae en su documental sobre la muerte del ídolo estrenado este sábado son una parte integral que completa el cuadro de una hipótesis de severa desidia y control. Lo que preguntan los investigadores a especialistas como el toxicólogo Carlos Damín puede traer respuestas sumamente comprometedoras. El punto 9, por ejemplo, “si el paciente se encontraba en condiciones de autovalidez y de ejercer el principio de autonomía al momento de disponerse su internación domiciliaria”. Es decir, si Maradona podía efectivamente decidir por sí mismo. Si se establece que no, cualquier decisión comercial tomada en ese entonces.
El médico clínico visitado el 12 de noviembre también es parte de las preguntas. Los fiscales, en el punto 14, buscan saber si esos controles se efectivizaron.
El punto 23 es un enigma. “Si en base a las respuestas esgrimidas, las conductas de acción u omisión del equipo de salud a cargo aumentaron el riesgo permitido para la salud de Diego Armando Maradona”, dice el documento al que accedió Infobae. Es decir, los fiscales buscan saber hasta dónde jugaron los médicos de Diego con su vida, consciente u inconscientemente, qué limites estaban testeando, su real consciencia de la situación.
Hay, por otra parte, más pruebas que los complican: lo que dice el teléfono de Cosachov, mucho más locuaz que Luque, es llamativo.
Ayer por la tarde, las defensa de Nancy Forlini y Agustina Cosachov con el abogado Vadim Mischanchuk presentó un perito para que sea parte de la junta y defienda sus intereses. Aníbal Areco, de acuerdo a fuentes del caso, reconocido especialista en salud mental, fue designado por la psiquiatra imputada.
Dalma y Gianinna también presentaron su perito. Según fuentes judiciales, es el cardiólogo Sergio Víctor Perrone, reconocido en su área y de extenso currículum.
Perrone había visto a Maradona años atrás como médico, en consultas solicitadas por colegas que lo asistían: su carrera incluye membresías pasadas en la New York Academy of Sciences, la Heart Failure Association of America y la Federación Argentina de Cardiología. Participó de los directorios educacionales de laboratorios como Pfizer y Novo Nordisk y fue el organizador y posteriormente director clínico del programa de trasplante cardiaco de la Fundación Favaloro durante 20 años. También fue parte del Sanatorio de la Trinidad, el FLENI y el IADT. Hoy se desempeña en el sanatorio El Cruce en Florencio Varela.
Los investigadores también definieron el lapso temporal de su caso: octubre y noviembre, entre Brandsen y Tigre. El consumo de marihuana, ausente en la toxicología final de Diego, no aparece entre las preguntas, pero sí el alcohol, presente en las narrativas del entorno.
También se pidió información al expediente que tramita la sucesión de Diego sobre esos meses. Según trascendidos, solo en octubre se movieron trece millones de pesos.
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