El lunes pasado, las nubes repentinas obligaron a muchos turistas en Cariló a cambiar sus planes de playa por un paseo por el centro comercial. Allí, la familia Aquiles decidió estacionar su camioneta Toyota SW4 para caminar un rato por la zona de bares y stands de marcas de autos. Al volver a su vehículo se dieron cuenta de que estaba abierto y les faltaban todas sus pertenencias, incluido dinero en efectivo. Nadie había forzado ninguna cerradura. Todo fue obra de una familia de delincuentes que acechaba distintos puntos de la costa atlántica, dedicada al robo con inhibidores de señal. Todo quedó registrado en cámaras de seguridad de la zona, a las que accedió Infobae.
Cuando las víctimas hicieron la denuncia policial y se inició la causa, que quedó en manos del fiscal Juan Pablo Calderón, la Secretaría de Seguridad de Pinamar comenzó un rápido barrido de las imágenes de los domos municipales para intentar entender la maniobra, hecha frente a testigos.
Toda la maniobra tiene su eje en los inhibidores de señal, pequeños aparatos de radiofrecuencia que tienen como objetivo interferir la señal de la alarma para que el auto quede abierto. Es decir, cuando la víctima se baja y pone la alarma, el artefacto la bloquea y el vehículo queda a merced de los ladrones; se trata de un dispositivo de venta libre en el pasado reciente, de fácil acceso, empleado años atrás por piratas del asfalto para robar camiones de gran porte. En los últimos años, comenzó a ser empleado en el robo hormiga de autos, mucho más cómodo que barretear un vehículo. En 2019, su venta libre fue prohibida.
En las imágenes de este robo en particular se observa una camioneta Amarok blanca que se camufla en el constante ir y venir de los vehículos. Adentro están los delincuentes pero nadie puede sospechar de ellos hasta ese momento. En el interior, un integrante de la banda tiene el inhibidor de señal encendido y lo apunta al objetivo marcado. El primer intento falla.
Cuando una pareja deja el auto estacionado, los ladrones esperan unos minutos y luego un joven de bermuda floreada, campera azul y gorra con la visera para atrás baja de la Amarok. No va directamente a abrir el auto. Primero merodea, se hace el distraído, va y viene, hasta que finalmente, cuando pasa por al lado del objetivo, toma la manija pero el auto está cerrado. No se pone nervioso ni se va del lugar. Fallar es parte de los gajes del oficio. Rápidamente se ponen a detectar una nueva presa.
La camioneta de los ladrones cambia de posición, se mueve apenas unos pocos metros hasta que identifica a los Aquiles, que están bajando sus cosas con sus dos hijos pequeños. Al irse a pasear creen que cerraron su Toyota SW4, pero no. Esta vez el inhibidor de frecuencia funcionó y el robo está a punto de concretarse. Todo quedará grabado por las cámaras municipales en primer plano.
Pasan apenas tres minutos cuando el mismo delincuente que antes falló va por su revancha. Esta vez, con menos disimulo va directo a la camioneta familiar y la abre como si fuera el dueño. Ingresa y se queda adentro unos cinco minutos, luego abre el baúl y finalmente se sube nuevamente a la Amarok para escapar del lugar. En total se llevaron $45 mil en efectivo, una campera marca BMW, celulares y cargadores y hasta el juego de mate que se ve en las imágenes.
“Los inhibidores de frecuencias son sistemas por lo general muy básicos y de bajo costo. Funcionan a escasos metros. La gente piensa que cerró su vehículo y los delincuentes lo impiden o en algunos casos vuelven a abrirlos, roban y los dejan cerrados nuevamente. Por eso el asombro que genera esta modalidad”, explica Juan Pablo Fioribello, abogado penalista y ex director del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.
Luego de la denuncia y el chequeo de las cámaras de seguridad, comenzó la búsqueda de la camioneta de los delincuentes. Ya con el número de la patente en poder de la Secretaría de Seguridad, sonó una alerta cuando el vehículo pasó por uno de los detectores de patentes el municipio de Pinamar y comenzó una persecución de la Policía Vial que finalizó en la Ruta 74 a la altura de General Madariaga. Cuando los efectivos empezaron a identificar a los delincuentes se llevaron una sorpresa: adentro había toda una familia. Mamá, papá y tres nenes acompañados de otra mujer.
Fabián César G. de 42 años, Micaela Belén P. de 26 y Priscila María L. de 23 quedaron aprehendidos acusados del robo que quedó registrado en las cámaras de seguridad y de otros delitos más. Todos ellos están domiciliados en La Matanza. Adentro de la Amarok encontraron efectivamente el juego de mate, el dinero y las pertenencias de los Aquiles junto a otros objetos de valor que se cree que eran el botín de otros asaltos similares: 8 celulares, una cámara de fotos profesional, una notebook marca Asus y varias valijas.
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