Qinai Chen había adoptado una costumbre muy común de los ciudadanos chinos en Argentina: usar un nombre en español. “Marcos”, era el suyo. Con 35 años de edad y un domicilio en Bernal, se había dedicado al negocio de los supermercados en Avellaneda, con varios fondos de comercio dese 2014. Ayer por la tarde, “Marcos” fue encontrado muerto, no muy lejos de su supermercado en la calle Boedo al 900, en la esquina de Liniers y Levalle, despedazado por partes: su cabeza y sus piernas estaban dentro de una conservadora de telgopor.
A pocos metros, frente a una fábrica estaban sus zapatos, vacíos.
Una cuadra más lejos se halló el resto del cuerpo, desde la cadera hasta las rodillas, ocultos en una bolsa.
Unos metros más adelante, en Liniers y Comodoro Rivadavia, el torso. Luego, sobre la calle Origone, más fragmentos.
Así, con Qinai convertido en un mapa de sus propios restos sobre Bernal, tomó intervención la UFI N°2 de Quilmes con Ximena Santoro y la DDI de la jurisdicción, con uno de los homicidios más brutales de los últimos tiempos en sus manos. Para empezar, tenían un sospechoso.
“Marcos” tenía un vínculo comercial con un compatriota, Fenrong Ma, apodado “Mario”, 41 años, otro supermercadista con un comercio en la zona de la Plaza Echeverría, calle Congreso. Cerca de “Marcos” aseguraron a la Policía que Fenrong tenía una venta pendiente con la víctima, una transacción de un fondo de comercio.
Alguien en el comercio declaró también algo inusual: Fenrong, que solía frecuentar el lugar, fue visto limpiando un pasillo del supermercado de la calle Boedo el lunes, luego de que “Marcos” desapareciera. Había un cierto desorden en el depósito del fondo, manchas de sangre, pequeñas gotas. Se fue sin saludar.
Las cámaras de seguridad le sellaron la suerte: una filmación lo muestra arrojando las partes del cadáver de “Marcos”.
Así, “Mario” fue arrestado en su depósito de Alejandro Korn por la DDI de Quilmes. En otro procedimiento encontraron a un supuesto cómplice que cayó con una pistola con pedido de secuestro por hurto. Tenían celulares y 6.350 dólares.
Si pertenecen a una mafia, a las triadas que extorsionan a supermercadistas y comerciantes por miles de dólares al mes y que emplean a barrabravas como mano de obra pesada, se desconoce. Sin embargo, una venganza entre chinos de este nivel de violencia es ciertamente inusitado.
Hay casos curiosos: el 7 de enero pasado en una casa de la calle 11 de Septiembre al 3500 en el barrio porteño de Núñez, la división Investigación del Secuestro Extorsivo de la Policía Federal liberó a un ciudadano asiático que había sido capturado el 1° de enero por la madrugada en la zona de Balvanera, a metros de la esquina de Mitre y Azcuénaga.
Otros dos compatriotas de la víctima fueron detenidos. La víctima, por su parte, tenía una historia peculiar. Fuentes cercanas a la causa deslizaron que supuestamente operaba un garito de juego clandestino exclusivo para compatriotas, y que lo secuestraron, precisamente, por una deuda de juego. El rescate pretendido: 300 mil dólares, negociado a través de WeChat, la versión china de WhatsApp con su familia en la provincia de Fujian, que nunca fue pagado.
Podría creerse que los sospechosos de este caso, que terminaron procesados por el juez federal sebastián Casanello, son dos mafiosos de carrera, pero en realidad tienen otras ocupaciones: uno está registrado en los rubros de la AFIP dedicados a la venta en supermercados, un supermercadista; el otro, con domicilio en el Bajo Belgrano, es directamente un empresario, con deudas bancarias a su nombre y una participación en una SRL.
Todo, por otra parte, huele a venganza por plata.
Lo mismo en el caso de “Marcos”, o Qinai Chen de Bernal.
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