Matías Iván González, alias “Culapio”, creció oculto tras las ruinas de su propia vida: se convirtió en adulto como un prófugo ante la ley. Hace cuatro años que lo buscaban por sus andanzas adolescentes, cuando era un jugador clave en la vieja banda del Monoblock 17 de la villa Carlos Gardel, uno de los nombres más famosos del terror delictivo en el año 2016. Se había marcado una muerte brutal, la de la docente Miriam Coppolillo, baleada en octubre de ese año mientras salía a comer con su marido para festejar su cumpleaños.
Hubo secuestros extorsivos. Roberto Silvio A., un comerciante de 62 años, salía de una parrilla a bordo de su Audi Q5 cuando fue interceptado en la intersección de Campo de Mayo y Lagorio en Villa Bosch. Varios sujetos bajaron armados de un Peugeot 208 para secuestrarlo; Achilli recuperó la libertad en Caseros luego de que su hijo, un concejal, pagara 70 mil pesos, considerablemente menos que los 200 mil que pretendía la banda. Lo liberaron en Caseros tras cobrar el rescate, relativamente ileso.
Hoy jueves a la mañana, “Culapio” fue finalmente arrestado, el último en su banda en caer, seguido hace más de dos años por la división Búsqueda de Prófugos y Personas Desaparecidas de la Policía Federal, bajo las ordenes del fiscal Paul Starc. Lo encontraron en la villa Carlos Gardel, de la que nunca se fue, según confirman fuentes de la investigación a Infobae.
“Culapio” intentó fugarse por los techos cuando vio a la brigada irrumpir. Ya se había fugado en más de una forma: los allanamientos para encontrarlo habían comenzado desde 2018, lograba evadirlos gracias a la red en la propia villa que lo apoyaba, que le daba dónde dormir. La directiva del Ministerio de Seguridad era llevárselo sin disparar una sola bala. Así lo hicieron.
Por lo pronto, no se encuentra confirmada su participación en el crimen de la docente: Starc lo busca por el secuestro en Villa Bosch. Su nombre también aparece vinculado, según documentos judiciales, al feroz robo de un Peugeot 308 en Tres de Febrero que incluyó armas y golpizas.
Así, en el invierno de 2016, la banda del Monoblock 17 escribió su leyenda con cadáveres en el pavimiento y con color del hampa. Su presunto líder era el más colorido de todos.
“G.”, con 17 años, se mostraba como una suerte de atrevido para sus más de 3.500 amigos online. “En la cama con tu guacha” e “inspector de billeteras” eran las ocupaciones descriptas en su biografía. Entre docenas de selfies, el joven oriundo de la villa Carlos Gardel posaba con plegarias a Dios y al Gauchito Gil con cogollos de marihuana, y mostraba también una pieza inquietante: una pistola Bersa con una docena de balas.
Confinado a una silla de ruedas, supuestamente por recibir un tiro, “G.” se había hecho algo famoso en los últimos días: la Justicia y la Policía Bonaerense lo señalaban como el presunto líder de la “banda del “monoblock 17”, acusada de violentas entraderas y secuestros, de robar autos para reducir las cubiertas y los estéreos. Leandro Chazarreta, alias “El Pony”, jugador de la sexta división del club Almagro e íntimo amigo de “G.”, cayó detenido, imputado por matar a Coppolillo, algo que llevó a una multitudinaria marcha en las calles de El Palomar.
Otros cinco presuntos miembros de la banda del monoblock 17 ya habían sido capturados, la mayoría menores de edad: solo faltaba “Culapio” y el niño jefe mismo.
“G.” tampoco cayó solo, había adultos involucrados en el juego asesino: una serie de escuchas permitieron identificar a Carlos Norberto Conde, de 42 años, acusado de ser el reducidor de lo robado por la banda y de aportar logística. Fue detenido también en la Carlos Gardel; le encontraron 66 mil pesos en efectivo.
Mientras tanto, los reclamos y pedidos de beneficios en las cámaras de casación de los miembros de la banda continúan hasta hoy.
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