“El gordo se va a cagar muriendo”, le dijo el neurocirujano Leopoldo Luque a un confidente mediante un mensaje de voz de WhatsApp el 25 de noviembre 2020 por la tarde. Del otro lado de la línea, a la espera de su llegada, estaba la psiquiatra Agustina Cosachov y un equipo de ambulancia de la empresa Más Vida que intentaba reanimar al mayor ídolo de la historia argentina, el ídolo a su cargo, al que se había operado del cerebro tiempo antes, con una enfermera que reconoció haber mentido en el acta posterior, con una internación domiciliaria sin un desfibrilador en la habitación o siquiera un tanque de oxígeno.
La autopsia practicada esa misma noche en la morgue de San Fernando diría que Diego Armando Maradona murió, principalmente, por una insuficiencia cardíaca, pero Maradona no tenía un cardiólogo. La autopsia también indicó que Diego tenía cirrosis, pero todo indica que no tenía un especialista que controlara su hígado.
Tampoco tenía un médico de cabecera.
Ese médico de cabecera, para la Justicia, sería Luque. El neurocirujano se hizo cargo de ese rol clave en una carta enviada a mediados de 2020 a la Justicia de Miami en el marco de una demanda de Diego contra Claudia Villafañe por varios departamentos en la ciudad del estado de Florida. “Soy el encargado de la salud física y mental de Diego Maradona”, afirmó.
Hoy, los fiscales Laura Capra, Patricio Ferrari y Cosme Iribarren, bajo la coordinación del fiscal general John Broyad, avanzan en su investigación bajo una posible imputación gravísima: homicidio culposo por omisión o negligencia, un mal tratamiento médico que llevó a la muerte del mejor jugador de todos los tiempos. Tras reunir una gran cantidad de pruebas médicas, pericias toxicológicas y anatomopatológicas, los chats y conversaciones a teléfonos incautados en allanamientos se convierten en una nueva zona cero para determinar responsabilidades.
Todo esto será evaluado por los investigadores, pero para la Justicia hay una palabra final: la de la junta médica del caso, todavía sin una fecha definida, un cuerpo de médicos de la Asesoría Provincial de la Procuración que analizará junto a posibles peritos propuestos por los particulares damnificados todo el material disponible en el expediente y dirá si Diego, efectivamente, fue víctima de sus propios médicos o no.
Luque, hasta ahora, se lleva la peor parte. Cosachov también está en la lista.
En medio de la feria judicial, tanto los investigadores que trabajan en la sede de la Fiscalía General de San Isidro como los abogados de las partes se mueven sigilosamente mientras avanza la investigación. A semanas de que se hayan abiertos los teléfonos de los principales sospechosos y a dos meses de la muerte, los empleados de la fiscalía trabajan 14 horas por día analizando mensajes, audios y fotografías. En pocos días se conocerá la nómina de médicos de distintas especialidades que integrarán la junta médica que determinará las responsabilidades. Por otra parte, no se descartan nuevos sospechosos, que serían parte del entorno de Maradona mismo, su último entorno que lo rodeaba en el country San Andrés.
“Si bien hay mucho material probatorio lo encontrado en los teléfonos se convirtió en una prueba sustancial porque devela los momentos previos y posteriores a la muerte de Maradona y son una radiografía de cómo se manejaban los médicos que tenían que cuidar a Diego y el entorno”, explica el abogado de una de las partes.
El jueves por la tarde, llegaron a los tribunales Mario Baudry, abogado y pareja de Verónica Ojeda, y Federico Guntín que representa a Dalma y Gianinna: presentaron escritos en el que solicitaron nuevas medidas de prueba y que se cite a más personas del entorno de Diego para declaren testimonialmente.
Por lo pronto, las conversaciones relevadas evidencian una preponderancia de Luque en la toma de decisiones que excedería el rol de simple neurocirujano, principal argumento de su defensa mediática y judicial.
En otras conversaciones, se haría mención a los problemas cardiacos de Maradona y su relación con los medicamentos psiquiátricos recetados por Cosachov lo que da la pauta que ese punto no era algo desconocido por los profesionales previo a la muerte. La venlafaxina, un antidepresivo hallado en la orina de Maradona, según afirmaciones que llegaron a la fiscalía, se encuentra contraindicada para patologías cardíacas que Maradona sufría desde hace 20 años tras su histórica crisis en Punta del Este.
Los fiscales consideran que Diego efectivamente estaba bajo una internación domiciliaria. Deficiente, sin elementos, pero estaba. Un mail interno de las autoridades del country que está en poder de los investigadores aseguraba a los vecinos del San Andrés que no se alarmaran por la ambulancia que verían durante las 24 horas del día cerca de la casa del ídolo. La ambulancia nunca apareció.
El análisis al corazón de Diego -que pesaba 503 gramos, un peso superior al de un órgano normal-, revelaba varias cicatrices producto de varios microinfartos. Algunas de estas lesiones eran de larga data. Otras, en cambio, eran mucho más recientes. “De los últimos días, o las últimas horas previas al fallecimiento”, asegura una fuente clave. Los fiscales también creen que los estudios, al menos los que encontraron, son insuficientes dado el estado de salud general y las cardiopatías de Diego.
Otro dato llamó la atención en la fiscalía: tanto Dalma como Gianinna declararon en esta causa que veían a su padre hinchado horas antes de su muerte. ¿Fueron las únicas en darse cuenta de eso? Las conversaciones permitirían inferir que no. ¿A qué se debía esa hinchazón? ¿Qué se hizo ante esa situación?
Por lo pronto, los próximas días serán cruciales en la causa para determinar si existe alguna nueva imputación a más integrantes del equipo médico o, inclusive, a personas del entorno de Diego con los que compartió sus últimos momentos de vida.
La Justicia entiende que casi la totalidad del entorno final, quienes rodeaban a Diego respondían a Matías Morla, último abogado de Diego, titular de las marcas de la imagen del mejor jugador de todos los tiempos, hoy enfrentado en una pelea judicial con Dalma. Un jugador en particular despertó sospechas semanas atrás: el supuesto chofer Maximiliano Trimarchi fue allanado por omitir mencionar que había estado en la casa del country al momento de la muerte.
Maximiliano, registrado en los rubros propios de un empresario de la AFIP, oficiaba como chofer: llevaba, según fuentes judiciales, a la psiquiatra Agustina Cosachov. Por lo pronto, varias pruebas indican que Luque y Cosachov tenían particular preocupación por lo que opinara o dijera Morla, sin embargo, para los fiscales, la línea final es obvia: el responsable de su paciente es siempre el médico.
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