El robo en la Argentina es salvaje, pero no idiota. Cada hecho obedece a un mercado, casi ninguna bala se dispara sin una lógica de negocios detrás. Si algo se roba básicamente es porque se vende. Y para un auto robado hay varios destinos. Puede venderse en el mercado negro con sus numeraciones internas alteradas, puede robarse su patente para una duplicación, un auto mellizo, puede usarse como vehículo de fuga en otro delito para luego ser descartado.
Alan Bravo, baleado dos veces en el pecho frente al auto de sus sueños, quizás murió para el desarmadero.
Alan fue atacado por dos desconocidos el sábado pasado a las 23 horas frente a la casa de su madre en la calle Pedro Goyena en el límite entre La Tablada y Lomas del Mirador mientras intentaban llevarse su nuevo auto comprado días atrás, un Peugeot RCZ modelo 2012 valuado en poco más de 20 mil dólares. La lógica misma del auto, vistoso, demasiado llamativo para una fuga, más caro que la media de los vehículos, indica solo un destino posible: el desguace para ser vendido, repuesto por repuesto, con sus números de serie limados o intactos. Hoy, ese negocio, de acuerdo a cifras oficiales, vive un auge histórico.
Solo en los primeros cinco meses de 2016 se habían incautado 85 mil repuestos a nivel nacional, entre locales legales, desarmaderos, galpones y talleres, con un catálogo desde carburadores y motores a espejos y volantes. Entre 2019 y 2020, solo en la ciudad de Buenos Aires se secuestraron 312.474 autopartes ilegales, un aumento de 64,4% con respecto a 2019, según confirmaron fuentes de la Policía de la Ciudad a Infobae. En el marco del Programa de Lucha Contra la Comercialización de Autopartes Ilegales dependiente de la Subsecretaria de Seguridad Ciudadana, se realizaron 94 inspecciones con la presencia de la AGC en las cuales se secuestraron piezas por un valor estimado de 3,5 millones de dólares. Hubo, en total, once detenidos en diversas causas judiciales.
En 2019, la Dirección Nacional de Registros Nacionales de la Propiedad Automotor y Créditos Prendarios (DNRPA) contó 36.833 robos y hurtos de vehículos, el número más alto en una década: más de 24 mil hechos ocurrieron en territorio bonaerense.
En 2020, curiosamente, los hurtos de vehículos en vía pública bajaron más de un 65%, de más de 8 mil a menos de 3 mil casos en la provincia de Buenos aires, según datos de la Procuración.
En el esquema conviven tanto autopartes robadas, identificables por sus números de serie cruzados con denuncias, directamente limados o adulterados, con los repuestos “reciclados” que carecen de la oblea del Registro Único de Desarmaderos de Automóviles y Actividades Conexas (RUDAC)
El negocio, tal como el mercado negro de los celulares, es mixto: se cruza lo legal con lo ilegal en el mismo mostrador, lo que antes era un circuito de galpones vetustos hoy se mezcla en locales legales en zonas a lo largo del territorio porteño.
La clásica zona de Warnes en Villa Crespo es un punto fijo en el circuito. Algunas cantidades incautadas son ridículas. En mayo de 2020, la Policía de la Ciudad, acostumbrada a estos procedimientos con la división Sustracción de Automotores por infracción a la Ley de Desarmaderos, necesitó nueve camiones para allanar un galpón de la calle Montenegro al 100 en una causa a cargo del fiscal contravencional Miguel Kessler: se incautaron 2.758 ópticas de automotores de alta gama; 30 frentes de parrilla; 590 espejos retrovisores laterales eléctricos; 124 módulos de computadora de automotor y tres llantas.
Ese mismo mes, en Dorrego al 300, en una causa bajo el mismo fiscal, un camión fue sorprendido descargando repuestos sin oblea, discos de embrague, sistemas de freno y amortiguadores: el local fue investigado durante tres meses. Luego, se descubrió, se encontraba vinculado a un desarmadero en la calle Fragata Sarmiento: era lo que parecía ser la cochera de un edificio. Allí, se detectaron 5700 piezas aproximadamente entre puertas, capot, tapa de baúl, volantes, tapas de cilindros, ópticas, espejos, faros, cigueñales. Un perito determinó que al menos 30 de esas piezas tenían pedido de secuestro activo.
Mientras tanto, el fiscal Gastón Duplaa investiga el asesinato de Alan. Tiene con qué empezar: cuenta más de 15 huellas digitales tomadas en el Peugeot por Policía Científica, casi una decena de hisopos con rastros de ADN y una filmación de cámara de seguridad de un vecino que muestra a un posible sospechoso, todavía sin nombre y apellido.
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