Poco antes de las 3 de la mañana de ayer, la Policía de Seguridad Aeroportuaria entró en el complejo Villa Los Remeros en Rincón de Milberg para llevarse a Adrián Gonzalo Baeta, teniente de la Policía Bonaerense, uno de los prófugos más significativos de los últimos tiempos. Baeta estaba marcado para caer desde julio del año pasado, con una orden del fiscal federal Fernando Domínguez bajo la firma la jueza Sandra Arroyo Salgado. Lo buscaban por un delito particularmente grave: hacer su parte para supuestamente fraguar un falso procedimiento narco, el fiasco del caso “Leones Blancos”, con un hallazgo en diciembre de 2013 de 500 kilos de cocaína interceptados cerca del shopping Soleil en dos camionetas que habían salido de una quinta en Quilmes.
Scapolán terminó imputado por ese operativo: nueve comisarios y oficiales de la Bonaerense y dos funcionarios judiciales de San Isidro fueron arrestados a mediados de 2020, entre ellos el comisario Juan José Magramer, jefe de Operaciones de Quilmes.
Magramer, que se comunicaba directamente con Scapolán, era el jefe de Baeta en 2013.
El teniente ciertamente peleó con su defensa para quedar libre. El 29 de diciembre pasado, poco más de una semana antes de su arresto, la Sala 4 de la Cámara Federal en Comodoro Py con los jueces Borinsky, Carbajo y Hornos decidió rechazar su pedido de exención de prisión luego de que la Cámara Federal de San Martín se lo negara a mediados de octubre, una decisión que ya había sido apelada en territorio bonaerense. “Concretos riesgos procesales comprobados en el caso”, aseguró el fallo de los jueces de Comodoro Py al que accedió Infobae. Tiempo antes, los jueces de San Martín también habían notado lo obvio para negarle la libertad: que además de todo lo que lo acusaban, Baeta era policía.
Fue la pista de un familiar directo lo que llevó hasta Baeta con visitas regulares al complejo, según adelantó La Nación. En todo caso, estar prófugo no implica vivir en la miseria. Los efectivos de la PSA tuvieron que atravesar una serie de amenities interesantes en Villa Los Remerosm donde un tres ambientes puede superar los 200 mil dólares, como una pileta central de gran tamaño rodeada de jóvenes palmeras y un solarium. Así, lo encontraron y lo esposaron. Vieron que Baeta tenía con qué divertirse al registrar el departamento. Además de cuatro teléfonos celulares sanos y tres rotos, el teniente tenía una moto, una camioneta Peugeot, una pistola Bersa calibre 380 y una Playstation 3.
Baeta podrá hablar o no en su indagatoria ante Domínguez, tal vez intentar negociar un trato, cambiar figuritas de su posible pila secreta, pero lo que hay detrás de él, si las acusaciones son ciertas, es la oscuridad misma del crimen organizado argentino, una encrucijada de símbolos terribles que nacen y mueren en él, trazados con coca y sangre y dinero clandestino. Baeta tenía un amigo o un asociado, como prefieran verlo, uno que se convirtió en célebre luego de que un sicario a bordo de una moto lo acribilló sobre el asfalto de Quilmes una madrugada de octubre de 2019 para luego huir.
“Yo solo toco plata”, le decía Diego Guastini a fiscales federales vestido con su campera Moncler de 50 mil pesos, con su corte de pelo perfectamente prolijo. El financista, cuevero y contador solía alardear en privado haber sido uno de los buchones detrás del cargamento de “Leones Blancos”. Guastini le llevaba el dinero a narcos de altísimo calibre. También era un informante de la Justicia que traicionaba a esos mismos traficantes: Guastini colaboró como arrepentido en al menos cinco causas contra pesos pesados como el clan Loza, que compró la Ferrari Spider que supo ser de Diego Armando Maradona tras ser condenado por elaborar un sistema global de couriers de dinero, jubilados y pastores evangélicos del conurbano que viajaban a Europa con plata de cocaína. Las balas atravesaron la puerta del BMW que Guastini conducía al morir: una Toyota Hilux le cortó el paso. Fue una obra de ingeniería.
A comienzos de 2020, meses antes de convertirse en prófugo, Baeta se sentó como testigo frente al fiscal Martín Conde en la UFI N°3 Quilmes para hablar de su amigo Guastini. Dijo que eran viejos íntimos, que se conocían de cuando eran chicos en la zona. El hombre de la Policía Bonaerense declaró en calidad de testigo, aunque su rol en la trama investigada por Conde, encargado de esclarecer el crimen de Guastini, era sumamente curioso.
Guastini tenía custodia, pero su custodia no estaba con él en ese momento. Tenía su Glock calibre 40 lista para disparar, pero nunca disparó. El teniente Baeta fue el primero en llegar al cuerpo, mientras sus colegas de la Bonaerense que intervenían en la escena apagaban el iPhone de Guastini, quizás por un error involuntario, lo que atrasaría meses la investigación gracias al sistema encriptado del aparato, con un software diseñado para destruir mensajes. De vuelta en el despacho del fiscal Conde, su amigo el teniente no dijo mucho, nada de valor que permitiera acercarse a una pista. Infobae fue el primer medio en contar su historia, sin revelar su identidad a pedido de la Justicia.
Las coincidencias no lo favorecen en el caso “Leones Blancos”. Subteniente en aquel entonces, fue el primero en llegar a la quinta de Quilmes donde la droga esperaba, fue quien comunicó la patente de la camioneta Mercedes Benz donde viajaría después el grueso del polvo, fue quien estuvo en las detenciones cerca del shopping Soleil, según documentos de la Justicia federal de San Martín que advirtió “falsedad” en su declaración en la causa. Los cruces de las comunicaciones lo desmintieron. Ese día, por otra parte, Baeta tenía que estar de franco.
“Fue clave en la parte operativa”, dijo meses atrás un investigador que lo perseguía. Su historia, sin embargo, va más atrás en el tiempo.
Un recorte del diario Clarín de 1997 lo menciona como detenido en Chile en un confuso episodio en un traslado de detenidos mientras era un agente, un disturbio entre policías en un bar. “Su última ficha es de 2018, por irregularidades en instrucción de causas y procedimientos. Estaba en Narcotráfico”, recordaba meses atrás un ex hombre fuerte de los organismos de seguridad provinciales con la ficha en la mano. Hubo reclamos para que entregue sus declaraciones juradas, sin embargo, “Baeta no estaba investigado patrimonialmente”.
En la causa “Leones Blancos”, el entonces subteniente aseguraba que tenía una segunda ocupación, comprar y vender autos usados. Hoy, Baeta, de 50 años, se encuentra registrado en los rubros de la AFIP propios de un empresario: de acuerdo al Boletín Oficial de la provincia integra dos SRL dedicadas al rubro de los autos con diferentes socios. Uno de esos socios tiene vínculos comerciales estrechos a través de otra SRL del rubro automotor con Francisco Portas Dalmau. El nombre llama la atención de inmediato: Dalmau está acusado de un esquema de narcotráfico en la zona de Olivos, el caso Narcogolf y fue condenado junto a Guastini en el caso de tráfico de dinero.
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