Esta semana, las pericias histológicas y toxicológicas a la sangre, la orina y las muestras de órganos tomados del cuerpo de Diego Armando Maradona arrojaron resultados desoladores para la causa que investigan el equipo de cuatro fiscales de San Isidro: Policía Científica encontró un hígado marcado por la cirrosis, un corazón visiblemente deteriorado con múltiples patologías y una batería de psicofármacos en la sangre, antidepresivos, anticonvulsivos, medicación para tratar su adicción al alcohol, pero ningún medicamento de indicación cardíaca apareció en su sistema. Las sucesivas inspecciones a la casa donde murió en el country San Andrés de Tigre tampoco encontraron equipamiento médico: no había un monitor para su corazón, un desfibrilador, un tanque de oxígeno, un llamador junto a su cama para alertar de cualquier situación, ni siquiera suero, nada.
Luego están sus médicos. Diego tenía un neurocirujano, Leopoldo Luque y una psiquiatra, Agustina Cosachov. Sin embargo, no se encontró un médico clínico o un cardiólogo, un especialista que tratara su hígado dañado. Tenía enfermeros, en un servicio prepago, en turnos rotativos. El rol de la enfermera Dahiana Gisela Madrid fue sumamente llamativo. La enfermera, según su versión, lo escuchó orinar cerca de las 7:30 AM en el día de su muerte, el último signo de vida. No hubo una confirmación visual, apenas lo escuchó. Pero el documento que llegó al WhatsApp de la fiscal Capra decía otra cosa. Había una entrada a las 9:30 AM, en donde la enfermera supuestamente intentó controlar los signos vitales de Diego.
El ex campeón del mundo, de acuerdo al documento, se negó a dejarse chequear. Madrid aseguró que uno de sus superiores en la empresa para la que trabajaba le pidió que mintiera.
La fiscal Capra junto a sus colegas Patricio Ferrari y Cosme Iribarren, coordinados por el fiscal general John Broyad, también cuentan con documentos: el allanamiento a la casa de Adrogué del médico Luque, en una serie de redadas que incluyó sus oficinas en Belgrano, encontró lo que parece ser la historia clínica de Diego, una foja de hojas sueltas y castigadas de cerca de cien carillas.
Por lo pronto, los fiscales consideran que Maradona efectivamente estaba bajo una internación domiciliaria. Deficiente, sin elementos, pero estaba. Un mail interno de las autoridades del country que está en poder de los investigadores aseguraba a los vecinos del San Andrés que no se alarmaran por la ambulancia que verían durante las 24 horas del día cerca de la casa del ídolo. La ambulancia nunca apareció.
Entonces, ¿qué hace falta para determinar un homicidio culposo por negligencia o impericia médica y así finalmente imputar y citar a declaración indagatoria a los médicos Luque y Cosachov?
Simple: que otros médicos lo digan.
Tras una nueva pericia complementaria de la que estará a cargo un cuerpo de especialistas de Nación y que analizará en profundidad otros órganos de Maradona tras su muerte, los fiscales podrán comenzar el camino para convocar a la junta médica del caso, que según investigadores estará integrada por médicos de la Asesoría Pericial de la Procuración, junto a especialistas que podrán proponer las parte del expediente como el abogado Mario Baudry, particular damnificado en representación de Diego Fernando, último hijo del ídolo, para determinar la idoneidad del tratamiento y la existencia de negligencia.
Así, se podrá avanzar o no con la imputación, sujeto a lo que dictamine la junta, que deberá analizar pericias y papeles incautados, en un proceso todavía sin fecha.
Hay otros indicios. La venlafaxina, un antidepresivo hallado en la orina de Maradona, según afirmaciones que llegaron a la fiscalía, se encuentra contraindicada para patologías cardíacas que Maradona sufría desde hace 20 años tras su histórica crisis en Punta del Este.
Por otro lado, el análisis al corazón de Diego, que pesaba 503 gramos, un peso superior al de un órgano normal, revelaba varias cicatrices producto de varios microinfartos. Algunas de estas lesiones eran de larga data. Otras, en cambio, eran mucho más recientes. “De los últimos días, o las últimas horas previas al fallecimiento”, asegura una fuente clave. Los fiscales también creen que los estudios, al menos los que encontraron, son insuficientes dado el estado de salud general y las cardiopatías de Diego.
Determinar quién controlaba ese tratamiento, quién era la cabeza pensante en términos médicos, es otro desafío.
La Justicia entiende que casi la totalidad del entorno final, quienes rodeaban a Diego respondían a Matías Morla, último abogado de Diego, titular de las marcas de la imagen del mejor jugador de todos los tiempos, hoy enfrentado en una pelea judicial con Dalma. Un jugador en particular despertó sospechas: el supuesto chofer Maximiliano Trimarchi fue allanado por omitir mencionar que había estado en la casa del country al momento de la muerte.
Maximiliano, registrado en los rubros propios de un empresario de la AFIP, oficiaba como chofer: llevaba, según fuentes judiciales, a la psiquiatra Agustina Cosachov.
“Era el chofer que se encargaba de la logística. Llevó a la psiquiatra ese día”, afirman desde el entorno de Morla: “Estaba ahí, seguramente ni entró, no entraba a la casa. No hacía falta allanarlo”.
Sin embargo, una fuente del expediente desmiente esto: existe un testimonio en la causa que lo indica a Trimarchi dentro de la casa.
Para los fiscales, Maximiliano Trimarchi se convierte en un testigo clave de los momentos finales de Maradona. El registro del country San Andrés lo muestra ingresando a las 11:44, quince minutos antes de la presunta data de muerte, en un auto a nombre de Morla que estaba autorizado para conducir, algo que fue cotejado con cámaras de seguridad y con el Registro de la Propiedad Automotor. Por lo pronto, no consta en el expediente que haya llevado a la psiquiatra Cosachov: la planilla de ingreso del San Andrés no la menciona.
Fue allanado, precisamente, porque jamás se presentó y porque ningún otro testigo lo mencionó directamente, según confirmaron fuentes del caso a Infobae.
Así, su teléfono, incautado en el allanamiento a su casa de Colegiales, se vuelve de máximo interés para los investigadores.
El trato de Morla con Luque, por ejemplo, era mucho más fluido que con Cosachov. Pero, hasta ahora, no hay pruebas de que el abogado digitara el tratamiento, que dijera qué pasaba y qué no. Si las tuviera, la responsabilidad objetiva final es de los especialistas médicos. “Que instigues a un médico a atender mal a un paciente, probar una instigación a un hecho culposo, es casi imposible de probar”, afirma un investigador. Probar un dolo eventual también puede volverse sumamente difícil.
Mientras tanto, Morla aguarda la firma del juez Orlando Díaz para convertirse en particular damnificado por las hermanas de Diego. La fiscalía podría oponerse, aunque fuentes en los tribunales sanisidrenses creen que es altamente improbable que suceda.
Mientras tanto, Luque y Cosachov están en la frontera de la muerte del jugador de fútbol más grande de todos los tiempos, a la espera.
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