“Quietos, esto es un asalto” fue, durante mucho tiempo, la expresión cliché de cualquier delincuente para paralizar a sus víctimas y anunciar un robo. Este miércoles por la tarde, sin embargo, 11 ladrones vestidos de policías sorprendieron a una mujer y a sus tres hijas cuando llegaban a su casa en el partido bonaerense de Moreno, al grito de: “Todos quietos, esto es un allanamiento”.
La secuencia, aunque insólita, no es novedosa. En los últimos meses, tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires y Rosario se repitieron los asaltos en manos de delincuentes disfrazados de efectivos policiales que simulan operativos, custodian casas e incluso presentan documentación falsa para ingresar a inmuebles marcados en busca de dinero y objetos de valor.
El viernes pasado, la Policía de la Ciudad detuvo a cuatro delincuentes que integraban una banda de “falsos policías” que, siempre con indumentaria de una fuerza de seguridad, cometía robos dentro de Capital Federal. La organización tenía además un quinto integrante que había sido detenido meses atrás en otra causa por robo y quedó involucrado en esta causa a través de imágenes de cámaras de seguridad.
La investigación comenzó en octubre pasado en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 12 y luego quedó en manos de la jueza María Alejandra Provítola, del Juzgado N° 6, que ordenó una serie de cinco allanamientos en Lanús, General Rodríguez, Sáenz Peña y la Ciudad de Buenos Aires.
En esos operativos, la Policía de la Ciudad con la División Robos y Hurtos logró detener a todos los integrantes de la banda e incautaron una serie de armas y herramientas que el grupo utilizaba para cometer los robos: una escopeta calibre 7.65, un rifle, un revólver calibre .22, tres pistolas, municiones, un inhibidor de señal, un handy, ocho teléfonos celulares, 39.900 pesos, cinco barretas, herramientas para cortar candados, una tonfa, esposas y su principal activo: camperas de policía y seguridad privada.
Una fuente ligada al operativo aseguró que se trataba de “una banda de cinco personas, que además de utilizar uniformes de la Policía, inventaba órdenes de allanamientos para entrar de forma fácil y sin violencia para cometer ilícitos”.
La fuente remarcó que las imágenes de las cámaras de seguridad y el Anillo Digital, que registraron todo el desplazamiento de los delincuentes, fueron la clave para capturarlos: allí se pudo ver cómo la banda circulaba en dos vehículos “mellizos”, un Volkswagen Fox y un Toyota Etios con patentes duplicadas, y un Chevrolet Classic con antecedentes de averiguación por robo, que utilizaban de apoyo en cada hecho.
Los cuatro detenidos, de 29, 35, 38 y 42 años, fueron trasladados a la Alcaidía 4 Bis de la Policía de la Ciudad, donde quedaron incomunicados y a disposición de la Justicia. En agosto uno de estos autos fue interceptado por la policía, que secuestró el vehículo y detuvo al conductor que fue imputado por la falsificación del documento y ahora fue detenido junto a los otros integrantes de la banda.
La modalidad también se extiende en el Conurbano. En septiembre pasado, la Policía Federal arrestó a siete integrantes de una banda liderada por una mujer y un hombre con un importante historial delictivo: Mariela Adriana Lucero, alias “La Gitana”, con antecedentes por robo agravado y encubrimiento, que era la mente maestra detrás de todos los atracos; e Isaías Cabrera Dos Rey, que también cargaba con una larga lista de antecedentes por robo y hasta una condena a 16 años de prisión, su número dos.
Los delincuentes que respondían a Lucero tenían una mecánica de robo aceitada. Entraban en domicilios previamente marcados, siempre disfrazados de agentes de la Policía Bonaerense, y al grito de: “¡Allanamiento, allanamiento!”.
“¿Allanamiento de qué?”, le preguntó Eduardo Soria, una de sus víctimas, cuando Lucero lo abordó un miércoles de julio a las 8 de la mañana mientras volvía a su casa de pasear a su perro. “De los muebles”, le dijo ella. Eduardo es, efectivamente, dueño de un microemprendimiento familiar donde fabrican sillas y hacen revestimientos. “Bueno, dame dos minutos que llamo a la comisaría y te abro”, le respondió confundido. Pero Lucero desenfundó un arma y se metió prepotente en la casa donde dormían su esposa y sus tres hijos, junto a otros cuatro hombres, que lo golpearon y le exigían que entregara su dinero. Se salvaron porque Eduardo activó una alarma vecinal y los delincuentes huyeron.
Los siete miembros de la banda, entre los que se sospechaba que había un ex efectivo de la Bonaerense, terminaron tras las rejas e imputados en un expediente a cargo del fiscal Leandro Ventricelli, de la UFI Nº 1 de Moreno. Lucero, de 49 años, fue la única que declaró y confesó su participación en los tres hechos que le adjudicaron y quedaron registrados por las cámaras de seguridad de los domicilios.
Sin embargo, los robos en manos de falsos policías en la zona Oeste no cesaron después de su detención. En noviembre, las víctimas de un nuevo asalto con esa misma modalidad fueron los padres de Gerardo Caivano, el panadero de Rafael Castillo que mató a un ladrón de 17 años cuando intentó robarle su camioneta el pasado 3 de octubre. Les desvalijaron la casa y el botín fue millonario: se llevaron tres armas de fuego, 50 mil dólares y 7 millones de pesos en efectivo, entre otros objetos de valor.
En esa oportunidad, los ladrones montaron una escena tranquila y convincente en torno a un falso operativo que relacionaron directamente con la causa de su hijo. Cinco delincuentes, todos vestidos como efectivos de DDI de La Matanza y de Merlo con chalecos antibalas y camperas policiales, descendieron de una Toyota Hilux, tocaron el timbre y, cuando el hombre salió a atenderlos, le dijeron que tenían orden de registrar la casa y presentaron para comprobarlo una documento falso con información precisa sobre el hecho y sellos que a simple vista parecían oficiales.
Una vez dentro de la casa, los delincuentes les dijeron que si tenían elementos valiosos lo mejor era sacarlos para que ellos pudieran trabajar más tranquilos. Caivano padre, entonces, les dijo que tenía una serie de armas: una pistola calibre 11.25 marca Ballester Molina, dos escopetas calibre .16 y una suma importante de dinero en efectivo. En ese momento, su mujer se dio cuenta de que todo era una farsa e insistió para que se retiraran. Pero ya era tarde: los delincuentes desenfundaron sus armas, los golpearon y amenazaron y después huyeron con todas sus pertenencias.
“Me hace pensar que realmente eran policías, tenían información, fueron muy efectivos y usaron maniobras de policías. Esas mañas solo se aprenden si trabajaste de esto”, señaló en esa oportunidad un investigador a Infobae.
En el asalto ayer por la tarde en Moreno, los ladrones también contaban con información precisa de sus víctimas: la familia asaltada es dueña de una distribuidora que provee pollos en la zona de Moreno, Paso del Rey y Merlo. “Dame los millones que tenés porque si no me llevo a tu hija”, le decía uno de los atacantes a la mujer en referencia a la menor de 8 años que estaba con ella. La mujer dijo que entregó todo lo que tenía pero que no contaba con la suma que le pedían.
“También nos dijeron aquella vez que era un allanamiento y robaron. Somos gente laburadora y nos pasa otra vez. Nos apuntan en grupo comando y nos roban. En ese robo también eran unos seis a siete delincuentes armados”, recordó.
Con información de Leonardo Scannone y Federico Fahsbender
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