Noelia, una joven tucumana de la ciudad de Concepción, fue abusada por su primo cuando apenas tenía cinco años, en 1999. Su caso quedará impune por una inexplicable demora en la Justicia provincial: cuando se debía conocer cuánto tiempo pasaría en la cárcel tras ser condenado, el monto de su pena, el abusador murió de un infarto.
“Hoy siento que soy una persona rota, que no tengo nada, que mi alma está desvanecida, mis sentimientos se fueron, me siento desamparada, perdida. Siento que la Justicia me abandonó, que todo el sufrimiento que me tocó vivir no cuenta”, asegura Noelia, hoy con 26 años, en una carta escrita a Infobae. Es la primera vez que Noelia, acompañada de su madre, Marta, hace pública su historia.
Diego Alberto Prelli, un sobrino de su papá que por ese entonces tenía 16, abusó sexualmente de ella aprovechándose de la relación de confianza que mantenía tanto con la niña como con el resto de la familia. Se desconoce la cantidad exacta de hechos, aunque se cree que fueron varios. La familia vivía en un departamento contiguo al de la abuela en la ciudad vecina de Aguilares, lugar en el que residía Prelli: el trato era cotidiano y nada hacía suponer el horror que se escondía detrás. Con el tiempo, otro episodio revelaría lo ocurrido.
En 2010, la otra hija de Marta contó que había sido abusada sexualmente por un cuñado de su papá. Tras escuchar lo que le había pasado, algo de ese relato terrible activó los recuerdos en su cabeza y animada por lo que su hermana denunciaba, Noelia también tuvo la valentía -con sólo 16 años de edad en ese entonces- de revelarle a sus padres lo que había sufrido a manos de Prelli.
“El violador de mi hija era sobrino de mi esposo y convivía en ese tiempo con mi suegra y tenía acceso diario a la casa. Lo conocíamos desde chico. Mientras estaba al cuidado de mi suegra pasaron los hechos de manera reiterada. Nos enteramos porque mi otra hija tuvo otro ataque sexual, no como este, aunque sí logró escapar y lo contó al momento. Eso le hizo click en la cabeza a la víctima y pidió hablar y contarnos. Pasó algún tiempo y recién pude hacer la denuncia sólo hasta que condenaran al abusador de mi otra hija”, dice Marta, madre de Noelia.
La mujer entonces radicó la denuncia el 8 de octubre de 2010 en el Centro Judicial de Concepción y a partir de allí se inició un periplo que se extendió por una década. En el medio, Noelia declaró en cámara Gesell y luego en el juicio oral. El testimonio fue el mismo en ambos momentos. Recordó al menos dos episodios protagonizados por Prelli y dio los detalles de lo que en su memoria quedó registrado. Como todo pasó cuando tenía cinco años, reconstruir los hechos no le fue fácil. Pero la joven lo pudo hacer. Estaba decidida a que su primo pagara por lo que hizo.
Finalmente, el 18 de junio de 2018 la Sala 1 de la Cámara Penal de Concepción, conformada por los jueces Elena Grellet de Barrionuevo, Jesús Carlos Pellegri y Sergio Dante Altamirano, declaró penalmente responsable a Prelli, padre de una nena él mismo, que sufría una discapacidad en una pierna, de un delito “confirmado definitivamente como abuso sexual gravemente ultrajante por resultar en graves daños en la salud física o mental de la víctima menor de edad”.
Sin embargo, como todo sucedió cuando el abusador tenía 16 años, los jueces resolvieron remitir el expediente hasta un tribunal de menores dentro de la órbita de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán para que estableciera cuántos años debía pasar tras las rejas. Hubo justicia, pero a medias, ya que desde que comenzó todo el proceso, Prelli no pasó un solo minuto en la cárcel pese a que las pruebas en su contra eran contundentes y que fue encontrado culpable. Su defensa, además, aprovechó que la condena no era definitiva para tratar de extender aún más los tiempos de su libertad.
“Apenas se giró el expediente a la Corte su abogado presentó un recurso de casación que después de un año aproximadamente me entero de que fue rechazado por la misma Corte. Fue ahí que el expediente volvió a los tribunales de Concepción y fue archivado. Pasaron meses. De esto ya estamos hablando del 2019 y todavía Prelli estaba libre pese a que ya había una resolución. En noviembre volvió a la Corte y enseguida comenzó la feria. Cuando finalmente en febrero esperaba alguna resolución, llegó la cuarentena y todo quedó en la nada”, continuó Marta.
Después de reiteradas consultas, Marta se enteró casi de casualidad de que la causa aún estaba en la Corte provincial. No había sido derivada a un tribunal de Menores. Tenía una orden de realización de un segundo juicio oral para que indicaran cuántos años debía pasar en la cárcel, el cómputo de su pena. La mamá de Noelia insistió por WhatsApp (única vía posible) hasta que finalmente el 17 de octubre le comunicaron que tenía que esperar aún más por la fecha para ese debate. “No conozco las razones. No pude acceder a más datos”, indicó la mujer.
La decisión del máximo tribunal de Justicia, presidido por la magistrada Claudia Sbdar, era sencilla: fijar fecha y hora. Pero no lo hicieron y solo tres días después del mensaje de WhatsApp que había recibido, Diego Alberto Prelli, el hombre que abusó de su hija cuando aún era un adolescente, había muerto de un infarto fulminante.
“Hoy cuento mi historia como último recurso, buscando de alguna manera encontrar algo de paz en mi alma. Hace años me encuentro en un lugar oscuro, iluminado a veces por las personas que me aman. Sin embargo es inevitable sentir que mi vida está en pausa, que busco desesperadamente a esa niña dentro de mí, esa niña cuya inocencia fue robada, esa niña que tenía pesadillas todas las noches, quiero encontrarla, abrazarla y decirle que lo que le hicieron no es su culpa y quien lo hizo hoy está cumpliendo su condena. Pero no puedo, no puedo darle ese consejo. Pasaron más de 10 años esperando justicia, justicia que nunca llegó”, dice Noelia en su carta.
“La Justicia cuando es lenta, no es justicia”, es la primera reflexión de Marta. Por eso cuenta su historia, para que el Poder Judicial “se comporte a la altura” y “para que el exceso de burocracia y la lentitud humana no sea otra condena en pleno proceso. Ella está a más de 300 kilómetros y no la pude ni abrazar cuando nos enteramos de que él había muerto”, afirmó.
Pese a las adversidades, la mujer habla con orgullo de Noelia y sabe que desde ahora no se va a poder hacer nada más a nivel judicial. “Mi hija es la mujer más valiente que conozco. Superó una internación en un psiquiátrico, sus adicciones y sus miedos. Hoy ella misma decidió dar a conocer esto porque no puede quedar en la nada. Muerto el imputado, todo finaliza para el sistema judicial. Ella sufre mucho porque es imposible borrar un pasado que la perseguirá toda la vida. Pero no se dejó caer más desde que salió de la internación. Lo que me queda claro ahora es que la muerte muchas veces no es justicia, es impunidad”, concluyó Marta, quien lo que más lamenta es no poder contestarle a Noelia por qué no hubo justicia.
Pasaron 21 años desde que fue abusada. Por lo menos desde ese año empiezan sus recuerdos. Pero la marca quedó para siempre. El único consuelo para Noelia es que su experiencia le sirva a otras para contar lo que les pasó y en su carta, le dejó un mensaje claro a la justicia.
“No les den la comodidad del silencio a sus abusadores”, sintetiza.
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